EL DESPECHO. PERCY ZAPATA MENDO.
EL DESPECHO
Muchos de mis lectores han pasado
por rupturas sentimentales que dejaron y dejarán una huella en nuestra mente y
corazón. Es lógico que inmediatamente a estos episodios, una serie de
sentimientos aparezcan súbitamente, primando inicialmente:
1.-La incredulidad (“¡Noo, esto no me puede estar pasando a mí…él/ella
no me puede estar haciendo esto…yo que le di todo de mí, yo que le entregué
todo mi amor!”);
2.-Es probable que a lo
primero, siga un episodio de furia (“¡Miserable!
¡Ahora me va a conocer…conmigo no se juega! ¡Les voy a contar a sus amigos como
es él/ella; le voy a arruinar su vida como lo ha hecho conmigo al abandonarme!”);
3.-Al serenarse, él/ella,
concierta una cita para negociar una
probable reconciliación (“Me he dado cuenta que sin ti mi vida no tiene sentido…
¡Regresa, vuelve conmigo…haré lo que me pidas…borrón y cuenta nueva…empecemos
de cero!”);
4.-Al no recibir una
respuesta satisfactoria por la contraparte, se deprime y se hunde en un periodo que bordea los treinta a cuarenta
días de un duelo sentimental, observa fotos tomadas con su ex persona amada,
lee y relee viejas cartas o poemas, visita los lugares afines que mantengan
vivos sus recuerdos, etc.;
5.-Para finalmente aceptar y dejar ir a esa persona junto
con sus recuerdos, tras lo cual, muy de vez en cuando, afloran sólo en los
aspectos positivos.
En contraparte, aquellos que se
niegan en todo momento a aceptar una separación – aun cuando ya hayan encontrado
a una pareja con el/la cual tratan de lucirse delante de su “ex pareja”, como enrostrándole
el clásico “mira lo que te perdiste”, en un intento patético que más llama a la
lástima y conmiseración en quienes pueden advertir esos gestos infantiles – a pesar
del tiempo transcurrido, sean uno, tres o más años – y estén siempre pendientes
de las actividades de aquellos con quienes la relación no funcionó por “X”
razones, estarían pasando ya el umbral de lo normal, más cuando se atreven a
hostilizar a las nuevas parejas de sus ex amados/as, llegado al extremos de
visitar a los familiares para incordiar con infundios e infamias, con tal de
hacerle sentir que “si no eres feliz conmigo, no lo serás con nadie”.
Nuestro idioma tiene una palabra
que define a estas personas: Despecho
– lo patológico, sería obsesión, en este caso, ya el asunto es serio y
recomiendo concurran con un psiquiatra urgentemente -; todos hemos oído o leído
de esta palabra, sabemos perfectamente – o tenemos una idea – de su
significado; pero permítanme explayarme sobre este ítem tan enojoso para quien
es víctima, y que rayaría en lo delictivo por las implicancias de las acciones de
quien lo padece.
¿Qué es el despecho y qué hacer con él?
Cuando concluye una relación
amorosa se produce un dolor profundo en los sentimientos y emociones. Es
comparable a cuando fallece un ser querido porque, de una u otra manera, es una
privación de lo que se suponía era parte de uno. La persona que no deseaba
terminar la relación pasará por una experiencia dura, amarga y penosa que la
puede llevar a la desesperación, una alteración extrema del ánimo causada por
la rabia, frustración y resentimiento.
Quien sufre la pérdida tendrá que
superar el duelo que le causará la separación del ser querido. No debe
confundirse con el despecho, que es una malquerencia nacida por el desengaño.
Esta mala voluntad contra el ser querido, y ahora odiado, puede llevar a la
obsesión, la venganza y la desesperación. De esta forma nunca saldremos de la
pérdida sino, por el contrario, servirá para mantener presente una falsa
relación son el ser amado al igual que odiado y se alimentará un amor insano
que solamente perjudicará al despechado. Por ello, se debe admitir la pérdida
lo más pronto posible. Lo recomendable es hacerse la cuenta que esa persona
falleció.
La pérdida sufrida provocará en
primer lugar un impacto tremendo, sensación de abandono, angustia, en ocasiones
pánico, lo que puede llevar a que no se reconozca la realidad e intente
"remediar" la situación sin tomar en cuenta que el desamor de la
pareja generalmente no es recuperable.
Durante este impacto inicial es
altamente probable que se generen sentimientos de culpa con pensamientos
negativos hacia sí mismo y se hace necesario manejar la propia indulgencia como
el perdón a la ex-pareja.
Luego, una vez asumida la
separación y pérdida sobrevendrá un estado de tristeza intensa y factible
depresión con falta de ánimo para continuar las labores habituales, hasta que
llegue la etapa de resignación y aceptación del nuevo contexto.
Es primordial volver a la
normalidad de la vida pronto y compartir con la gente. Cuesta lograrlo pero
aislándonos nos concentraremos en un pensamiento único de la fracasada
relación.
En la etapa de rabia es vital no
dejarse dominar por odios y deseos de venganza. Es preferible frecuentar a
seres queridos como familiares y amigos.
La salida es proponerse nuevas
metas y reestructurar la vida. Estar conscientes que como el duelo, existe la
vida, y si bien es cierto que a veces se sufre, se presentan conflictos y hasta
calamidades, también se logra la felicidad, estar alegres y compartir momentos
de inmensa satisfacción y esperanza. En lugar de despecho con odio y revancha
la mejor salida al desamor. Es más y más amor.
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