Un evento inesperado


Un evento inesperado

Era aproximadamente las 7:30 de la noche, había quedado en encontrarme con una vieja amistad en la amplia Plazoleta que sirve como puerta de entrada a la urbanización Miguel Grau, y por costumbre, estuve allí diez minutos antes de la hora fijada, cerca de uno de sus ángulos de la triangular explanada, mirando hacia la calle Tren por donde supuse vendría mi conocido.

Pasados ya 12 minutos de la hora pactada y con el disgusto crispando mis nervios – pues soy muy intolerante con la tardanza -, recibo la llamada de mi amigo diciéndome que aparecería por una de los pasajes que existe en mi urbanización, por lo que tuve que girar 180 grados para verle venir. Paseé mi mirada por ambas manzanas frente mío y me detuve en el pequeño bosquecillo poblado de altos Eucaliptos, ubicado el final de una las cuadras y a unos 80 metros de donde yo estaba. Sin querer y espontáneamente, mi vista quedó fija en la arboleda por un hecho que les narraré:

Un enorme objeto oscuro estaba suspendido unos 5 metros por sobre las copas de los árboles, era de forma elíptica, de aproximadamente 10 metros en su diámetro mayor por 3 en su eje menor, con una franja tachonada de luminarias ovaladas de fosforescencia rojiza que, lejos de iluminar el cuerpo, lo que hacía era acentuar aún más la negrura de la entidad y su silueta; dicho objeto estaba flotando sobre su lado mayor, tenía un movimiento sutilmente oscilante y un trayecto repetitivo aparentemente circular sobre la extensión del bosque. Me quedé atónito por tiempo impreciso, mi respiración se duplicó o triplicó en su frecuencia, el corazón comenzó a latir apremiantemente y las sienes parecían a punto de explotar, mientras que un sudor frío y profuso empezaba por cubrir mi espalda y a perlar mi rostro.

- ¡Aquí Percy! – gritó exultante mi amigo que apareció por una de las bocacalles y me hizo desviar momentáneamente la vista de ese objeto extraño, pero el instinto me hizo volver nuevamente la mirada hacia los altos del bosque. Vi que la silueta negruzca y de ventanales rojizos descendió levemente entre las copas de los árboles, no tanto como para no distinguir la parte superior de su contorno, se mantuvo de esa manera por unos cinco segundos, para después elevarse verticalmente a una velocidad pasmosa que me costó seguirla con la vista, y surcar luego velozmente en dirección hacia el oeste y desaparecer por completo del horizonte.
Cuando mi amigo llegó a mi lado, se preguntó extrañado:

- ¿Qué te pasó brother?¡Estás pálido y temblando como perro envenenado! ¡Parece que hubieras visto al diablo calato, jajajajajaja…! ¿Qué tienes huevón? ... ¡Habla, di algo!...

Ninguna frase salió de mi boca.

Un año después de ocurrido ese extraño acontecimiento, recién me animo a escribirlo y compartirlo.

Comentarios

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