¿CUÁL HABRÍA SIDO EL DESTINO DEL TAHUANTINSUYO SI LOS CHANCAS HUBIERAN DERROTADO A LOS INCAS?. PERCY ZAPATA MENDO.
¿CUÁL HABRÍA SIDO EL DESTINO DEL
TAHUANTINSUYO SI LOS CHANCAS HUBIERAN DERROTADO A LOS INCAS?
En quechua, según
el “Vocabulario de la Lengua General de todo el Perú” de fray Diego González
Holguín1, “chanca” significa “pierna”. Otros, como Recaredo Pérez
Palma en “Evolución mítica en el Imperio Incaico del Tahuantinsuyo”2,
sostienen que por tal término debe entenderse a la parte del cuerpo que une las
extremidades y el sexo. José de la Riva Agüero señaló a su vez en “Paisajes
peruanos”3, que la palabra era sinónimo de “reciente”, “advenedizo”
e “inestable”.
Cualquiera haya
sido la etimología más precisa de la palabra en cuestión, queda claro que la
traza de guerreros con que dicho término acuñó a los pobladores de la etnia que
se extendió entre las márgenes de los ríos Pampas y Pachachaca, sobre el
territorio del actual departamento de Apurímac, no era gratuita. Los chancas
quedaron inscritos para la posteridad como los componentes de aquel fiero
ejército que mayores dificultades presentó a los incas en su proceso de
expansión. Y como las víctimas de la victoria militar clave que, a partir de
1438, permitió que los herederos de Manco Cápac y Mama Ocllo, encabezados a
esas alturas de la historia por el mítico Pachacútec Inca Yupanqui,
consolidaran el Imperio que poco menos de un siglo después sería conquistado
por los españoles.
“Si los chancas
hubieran vencido a los incas en la batalla del Cusco, el Imperio que en el
siglo XVI encontraron los españoles habría tenido quizás como capital la ciudad
de Vilcashuamán y se hubiera llamado Imperio Chanca y no Imperio Inca. En tal
caso ahora quizás sabríamos de los incas como sabemos de los chancas. Porque
cada vencedor escribe la historia a su manera”, reza el fragmento escrito por
el historiador Pablo Macera4. Suposición válida y casi de tanto
dominio de la sabiduría popular como la comentada fama bélica de los chancas.
Pero como está leído en anteriores ediciones de esta sección, los sucesos que
no fueron exigen atención a una entremezcla de factores que trascienden el
simple intercambio, por lógico que parezca, de roles protagónicos. Y esta
ucronía, en particular, requiere especial determinación para el difuso límite
entre el mito y la historia.
En su “Historia
del Tahuantinsuyo”, la historiadora María Rostworowski5 sostiene que
el carácter legendario de la guerra entre incas y chancas hace imposible
asegurar cuándo se produjo. No obstante, los cruces entre la mayoría de las
crónicas permitirían situar a 1438 como el año en que las escaramuzas entre
ambos pueblos, que aparentemente databan de varios siglos atrás, derivaron en
un feroz ataque chanca al Cusco que fue repelido por las fuerzas incaicas.
Éstas luego habrían hecho retroceder al enemigo hasta Ichupampa, donde en un
violento combate –que instaría a los cronistas a rebautizar la localidad como
Yawarpampa (“campo de sangre”) –, siempre según la leyenda, habrían fallecido
8,000 incas y 22,000 chancas para sellar el triunfo de los primeros.
Del mismo modo,
no existe pleno consenso en torno de quién estuvo a la cabeza de la victoria
incaica. Aunque la mayoría de crónicas reconoce como tal a Pachacútec Inca
Yupanqui, noveno soberano de la historiografía oficial inca, otros cronistas
matizan de diversa forma los acontecimientos e incluso algunos mencionan a
Viracocha, padre de Pachacútec, como el vencedor. Entre estos últimos se ubica
nadie menos que Garcilaso de la Vega, aunque según el libro de Rostworowski,
esta versión habría estado condicionada por el hecho de que el cronista mestizo
descendía por su madre de la panaca Cápac Ayllu, que en la guerra civil previa
a la llegada de los españoles era la perteneciente a Huáscar y se oponía a la
panaca Hatun Ayllu, favorable a Atahualpa y que descendía del linaje de
Pachacútec. Por tanto, suele aceptarse que fue este último el verdugo de los
chancas.
Del lado de los
vencidos, las cosas parecen estar algo más claras: de Paucaray (hoy distrito de
la provincia de Sucre, departamento de Ayacucho) salieron tres ejércitos
chancas, el último de ellos con dirección al Cusco. Estaba encabezado por Tumay
Huaraca y Astu Huaraca, quienes habrían sido deudos de Anco Huallo, legendario
héroe chanca. Ellos habrían enviado emisarios al inca Viracocha, quien dada la
superioridad del invasor, habría huido junto a sus hijos Urco (heredero del
trono) y Socso a refugiarse al fuerte de Caquia Xaquixaguana. Esto no habría
sido aceptado por uno de los hijos de Viracocha: Cusi Yupanqui, quien organizó
la defensa del Cusco junto a otros siete jefes –para sumar ocho o un doble
cuatro, cifras perfectas en el sistema quechua–. Luego de la victoria de
Yawarpampa, él se habría personado ante su padre a exigirle pisotear los
despojos de los jefes chancas muertos en combate, como mandaba la tradición.
Según la crónica de Juan de Betanzos6, Viracocha se negó y quiso que
fuera Urco quien lo hiciera, lo cual enfureció a Cusi Yupanqui y desató una
guerra civil entre ambos ganada por este último. A la muerte de Urco, Cusi
Yupanqui quedó hábil para asumir como soberano y adoptó el nombre de Pachacútec
Inca Yupanqui.
LEGADO IMPERIAL
¿Podrían haber,
entonces, resultado los chancas ganadores en su ataque al Cusco? El precario
análisis militar factible de realizar en torno al hecho sugiere que sus fuerzas
sí les otorgaban la posibilidad, y que ello no ocurrió sólo por una aparente
estrategia defensiva bien diseñada. Pero se vislumbran otras luces al respecto.
Por ejemplo, que los chancas conformaban, más que una etnia con cultura común,
una confederación de pueblos que concertaban cada vez que decidían lanzarse a
una nueva conquista. Esto, sin embargo, tampoco los hacía per se menos
desarrollados que los incas, que hasta antes de esa victoria no habían
conseguido un desarrollo cultural significativamente superior al de sus pueblos
vecinos.
Regalado señala
–tras precisar que considera que la ucronía no es idónea para el análisis
histórico y sólo resulta útil como ejercicio intelectual– que cualquier pueblo
de la época que hubiera diseñado su organización a partir del legado dejado por
la cultura Wari (los caminos, por ejemplo) habría tenido las mismas
posibilidades de expansión. “Esa imagen de los chancas guerreros que no tenían
cultura en comparación con los incas no se debe considerar. Es posible que su
vieja tradición se hubiera desarrollado y ocupado el sitial que a la postre
correspondió a los incas”, afirma la catedrática.
Más complejo es
plantear una posible ubicación geográfica para la capital del Imperio
alternativo. Trelles sugiere que la leyenda describe una nebulosa en ese
aspecto: “Es curioso que habiendo protagonizado la zona de Andahuaylas muchos
sucesos decisivos de la historia del Perú, como el combate decisivo entre
Huáscar y Atahualpa, o la concentración previa a la Batalla de Ayacucho, la
derrota de los chancas no se sitúe allí sino en Yawarpampa”. Para Regalado, en
tanto, el Cusco sí tenía algunas condiciones de privilegio que lo convertían en
un foco natural para proyectar una expansión: “Contaba con el mejor maíz de los
Andes, que era una especie valorada tanto por alimentación como con fines
ceremoniales”, comenta.
VERSUS LOS OTROS
La otra gran duda
que se cierne a partir de un eventual triunfo chanca sobre los incas es cómo
habría impactado en el proceso de conquista del Perú por parte de los españoles,
sobre todo debido a que ni siquiera un siglo separaría a un evento del otro.
Para plantearla, conviene recordar el escenario de atomización que predominaba
hacia 1438 en el espacio andino, con muchos pueblos dispersos tras la pérdida
de hegemonía de los Wari y los cuales, casi 100 años después, serían los que en
buena cuenta sostendrían la invasión de Pizarro y compañía.
Las opiniones
consultadas coinciden en que, amén del desarrollo cultural o político que un
sistema alternativo pudiera haber alcanzado, el panorama práctico que hubieran
encontrado los españoles habría sido muy similar: riñas internas que habrían
devenido en que los pueblos oprimidos por el imperialismo se hubieran plegado,
naturalmente, al aparente libertador. “Está claro que la conquista del Perú fue
una guerra de indios contra indios. Y quizá habríamos tenido la misma guerra
con los papeles invertidos: los quechuas luchando contra los chancas, pero como
aliados de los españoles”, señala Trelles, quien a modo de anécdota comenta que
luego de las guerras civiles entre los conquistadores, en Andahuaylas se
registró una llamativa inmigración de refugiados almagristas, como si se
hubiera dado una mimetización natural entre derrotados indígenas y españoles.
Así, por lo
visto, en este caso la historia que no fue habría terminado siendo muy parecida
de la que acabó ocurriendo, a lo mejor con algunos matices. Quién sabe si el
espíritu guerrero de los chancas hubiera permitido dilatar la duración de la
guerra de conquista. O si el idioma chanca, que según el español Lorenzo Hervás
en su Catálogo de las lenguas de las naciones conocidas7, difería
del quechua y se habría extinguido progresivamente luego de la derrota ante los
incas, hubiera predominado en el Imperio alternativo. Incluso, es posible que
los chancas no fueran hoy conocidos como tales, por las connotaciones
peyorativas que el quechua derivaba al término repasadas al comienzo del
artículo.
De ese modo,
probablemente las diferencias más claras con el presente hubieran tenido otro
corte: “Si hubieran ganado los chancas, es seguro que Alejandro Toledo se
habría autodenominado Anco Huallo y no Pachacútec. Y Machu Picchu, de haberse
construido, sería más una especie de Choquequirao que la hacienda del
vencedor”, ironiza Trelles. Bien dicen que la historia la escriben los que
ganan.
REFERENCIAS:
[1] Gonzales
Holguín, Diego. Vocabulario de la Lengua General de todo el Perú llamada lengua
quichua o del Inca. Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, 1952
(1608).
[2] Pérez Palma,
Recaredo. Evolución mítica en el Imperio Incaico del Tahuantinsuyo. Imp. Vidal,
Lima, 1938.
[3] De la Riva
Agüero y Osma, José. Paisajes peruanos. PUCP, Instituto Riva Agüero, Lima, 1995
(1912). [4] Macera, Pablo. Historia del Perú 2: Los Incas. Editorial Bruño,
Lima, 1985.
[5] Rostworowski,
María. Historia del Tahuantinsuyu. Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1988.
[6] Betanzos,
Juan de. Suma y narración de los Incas. Biblioteca de Autores Españoles,
Ediciones Atlas, Madrid, 1968 (1551).
[7] Hervás,
Lorenzo. Catálogo de las lenguas de las naciones conocidas. Vol. 1: Lenguas y
naciones americanas. Imprenta de la Administración del Real Arbitrio de
Beneficencia, edición digital Google Books, Madrid, 1800.
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