LOS CHISMES. PERCY ZAPATA MENDO.
LOS
CHISMES
¿Qué
incita a ciertas personas a transferir habladurías – entiéndase chismes - sin
ningún tipo de sustento lógico ni evidente? ¿Por qué al grueso de las personas les
resulta más sencillo creer en unos hechos ficticios? ¿Qué pasa en la imaginación
de las personas que se sienten obligadas a crear y a creer en un chisme? ¿Por
qué se dicen patrañas de algunas personas y no de otras?
Existe
un mínimo común denominador en la psicología del chisme: Mientras menos
atractiva o productiva sea la vida de una persona, más tendrá proclividad con
escuchar y divulgar chismes; con lo cual, de alguna forma retorcida, el rumor que
vierten y propagan será una forma de compensar sus propias falencias
personales. O tal vez su animosidad radica en que cuando se divulga un rumor,
por un momento se es centro de la atención; se adopta una posición de
superioridad jactanciosa frente a otros y en relación a quien se va a divulgar
alguna información.
El
chisme les confiere a las personas que tienen una vida lóbrega, disipada y sin
sentido, un momento de satisfacción que los saca de su hastío vital, para poder
al menos vivir a través de la vida de otro a quien denostan con sus improperios.
Las
habladurías pueden ser identificadas, pues comparten ciertas características:
·
Proporcionan
información ambigua sobre alguien.
·
Suministran datos
sobre personas que de algún modo son atrayentes para otros (recordemos que no
se circulan rumores sostenibles sobre el pordiosero de la esquina, a menos que
alguien se entere que el mismo alguna vez fue médico o arquitecto, en ese caso,
allí sí que se convertiría en centro de interés público y la comidilla de la
sociedad).
·
Lo que se divulga
tiene carácter de novedad o primicia, de otro modo, no tiene el impacto que se
busca.
·
El que brinda la inquisición
de algún modo se siente en condiciones de dar el dato, porque alguna situación
relativa le otorga cierta credibilidad (fue una expareja, es amigo, vecino,
conocido, ex compañero, etc.).
·
La fuente usualmente
suele ser desconocida, las personas se amparan en que lo escucharon de alguien
que a su vez lo oyó de otra persona. Establecer exactamente la fuente en
ocasiones suele ser una tarea colosal.
·
Generalmente no
se le da la oportunidad a las personas víctimas del murmullo, para desmentir lo
que se dice de ellas, simplemente se da por hecho que la información
transmitida es verdadera.
·
El rumor,
especialmente cuando es sarcástico, produce cierto placer al tener que
“saborear” sobre la vida de otra persona, especialmente si la persona chismosa
vive una existencia vacía.
·
Pasa de “boca en
boca”, y a medida que se desenvuelve va sufriendo cambios donde se le agregan o
quitan detalles que desfiguran la información inicial, casi siempre asociado a
las propias experiencias, culpas y sentimientos del que difunde el rumor. Como
dice el chiste: “No todos repiten los chismes que oyen. Algunos los mejoran”.
·
Se difunde con suma
facilidad, principalmente si el hecho reviste cierta dosis de escándalo.
Mientras más retorcida sea la situación, más fácil es que se escurra entre las
lenguas de los chismosos.
·
Procuran omitir detalles
que podrían darle a la información un resquicio de defensa para el agraviado.
Es
transcendental para que un chisme perdure en los recuerdos de las personas que
no pueda ser verificado mediante pruebas, puesto que el agraviado no tiene
acceso a las supuestas fuentes originarias.
Hay
dos tipos de rumor, pero ambos igualmente dañinos: 1.- El rumor ocioso, nacido
en la indiferencia por el impacto que puedan producir los chismes dichos sin
medir las consecuencias de sus dichos. Son efectuados en las reuniones de
conocidos o amigos, simplemente por hablar o decir algo, para pasar el rato y
sin otro fin que hacer que el tiempo transcurra; y 2.- El rumor malicioso o
intencional, que es premeditado. Surge de manera estudiada y con el fin expreso
de causar daño a la honra y la reputación de alguien. En general está asociado
a envidias, conflictos motivados por sentimientos de inferioridad por el éxito
o prosperidad ajena, pugnas de poder, despechos.
Sea
cual fuera el fin que se persigue, el daño es indiscutible, tanto para la
víctima de la habladuría que de pronto ve su honra degradada o su influencia deteriorada,
y también para el que emite el chisme, porque va desarrollando el hábito de
difundir información sin tener evidencias certeras o se confabula en su mente
la tendencia a crear mitos, convirtiéndose de paso en un mitómano (llegar a
creer que sus fantasías son reales).
Las
personas que propalan el chisme se acogen en expresiones tales como:
“Me
han dicho que… pero hay que tomarlo como un rumor no más”; “No estoy seguro,
pero me contaron que…”; “Me contó fulanito que…, pero, a lo mejor ¡es tan sólo
un rumor!”; “Supiste lo que le sucedió a…”.
Por
todo lo anterior, una persona que esparce chismes es nociva. No merece la más
mínima confianza. Y el que expande el rumor es tan culpable como el mal que lo
origina, pues para que se transmita un chisme, se necesitan de personalidades
homogéneas o parecidas, en otras palabras, personas con el mismo tipo de
mentalidad retorcida.
Para
finalizar, doy paso a unas citas de personas egregias que con sus sentencias,
nos dan luces sobre este tema:
“Mentes
fuertes discuten ideas, las mentes medianas discuten eventos, las mentes
débiles discuten sobre personas”.
Sócrates
“El
mentiroso más grande del mundo es: Según Dicen”.
Douglas
Malloch
“Si
mantengo mi silencio acerca de mi secreto, es mi prisionero... si yo le suelto
de mi boca, yo soy su prisionero”.
Arthur
Schopenhauer
“Dejar
que digan, escucharlo, sufrirlo todo; no espantarse por nada y continuar con
fidelidad y buen ánimo”.
Sales.
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