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Mostrando entradas de diciembre, 2016

LOS RESTOS DE PIZARRO

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LOS RESTOS DE PIZARRO En su último año de vida, Francisco Pizarro parecía que iba a gozar al fin de los dulces frutos de sus conquistas. A pesar de los fantasmas que les perseguían a sus 63 años, el extremeño vivía feliz en su recién construido palacio de Los Reyes junto a la bella Angélica Yupanqui. Había sido un solterón empedernido, pero, empeñado en que los españoles entroncaran con la población local, se casó al final de su vida con mujeres indígenas a modo de ejemplo. Disfrutaba de cierta calma, aplastada la rebelión de su viejo aliado, Diego de Almagro, hasta que una brutal muerte le sorprendió en su palacio. El conquistador casi sobrevivió a todo. A la ingrata tierra extremeña, al duro viaje a través del Atlántico y a una lucha contra millares de guerreros incas, pero no pudo hacer nada contra la ira de sus propios compatriotas. Cuando Pizarro pensaba que moriría de viejo rodeado de sus hijos, su esposa y sus fieles hermanos, junto a los cuales había dado muerte al t

EL VENDEDOR DE MENTAS

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EL VENDEDOR DE MENTAS ¡Niños, niños…la rica menta la rica menta! Apenas escuchábamos ese pregón, todos los alumnos de primaria nos agolpábamos a la reja de la escuela hasta verle aparecer al octogenario vendedor de caramelos de menta artesanales. Con pasos cansinos y vacilantes marcados por esos enormes zapatones de charol deslustrados por el tiempo, se aproximaba a nosotros mientras pugnábamos para ser los primeros en ser despachados sacando nuestras manos anhelantes por entre los cocos del alambrado. ¡Niños, niños…la rica menta, la rica menta! El abuelo de estatura elevada, de complexión fornida y abundante cabellera nívea, se recostaba resoplando en la pared sobre uno de sus hombros mientras procuraba recuperar el aliento, se enjugaba el sudor de su frente con un pañuelo blanco de dril que extraía de su gastado saco gris; acondicionaba su sombrero de jipijapa de ala amplia y se lo encasquetaba hasta hacerlo casi tocar el borde de sus cejas blancas que servían de

LA CAPTURA DE ATAHUALPA

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LA CAPTURA DE ATAHUALPA El sábado 16 de noviembre de 1532 Pizarro preparó a sus hombres. La misión no era fácil, pues sabía que Atahualpa llegaría protegido por su escolta personal e infinidad de sirvientes, por lo que ordenó a sus hombres que estuvieran preparados para cualquier eventualidad; ideó un plan de forma que sus hombres pudieran esconderse en los tres edificios que flanqueaban la plaza de la ciudad (un cuadrado de 200 metros de largo por 200 de ancho al que solo se podía acceder por tres entradas). Su objetivo era sencillo: contar con el factor sorpresa, atacar de improviso y hacerse con el emperador. Eso garantizaría la dispersión del ejército enemigo y les permitiría cobrar una importante suma a cambio de la vida del líder. Y el oro. Para empezar, Pizarro dividió a sus jinetes en tres grupos. Cada uno de ellos de unos veinte hombres al mando respectivamente de Hernando de Soto, Hernando Pizarro y Sebastián de Benalcázar. Estas unidades (escondidas en los soporta