LUDWIG VAN BEETHOVEN. PERCY ZAPATA MENDO.
LUDWIG
VAN BEETHOVEN
Es
largamente conocida la severa sordera (hipoacusia) que selló la vida del gran
compositor alemán, lo cual motivó, a través de los años, no sólo un gran
interés por conocer la causa de su afección sino, además, un mayor enaltecimiento
aun de su genio musical.
En
este apartado referiremos los aspectos más significativos de su enfermedad, así
como la potencial influencia de la misma sobre las asperezas de su carácter y
la grandeza de su talento.
Tras
su nacimiento, en la ciudad de Bonn, en 1770, su infancia transcurrió en un
ambiente familiar de música, alcoholismo y maltrato. A los cuatro años de edad,
su padre, lo obligó a estudiar piano en búsqueda de un futuro oficio. Para
algunas familias, como había sucedido con Mozart, tener un hijo virtuoso era
como un salvoconducto para sortear la miseria; así fue como, al cabo de ocho
años, Ludwig debutó como pianista cosechando sus primeros aplausos. Pronto
presentó sus primeras composiciones, tres sonatas para piano, y en 1787, a los
diecisiete años de edad, debido a sus promisorios atributos como músico, fue
becado para continuar sus estudios en Viena. Desafortunadamente, a las pocas
semanas de permanecer en la capital austriaca, se vio obligado a regresar a
Bonn debido a la enfermedad de su madre. Al llegar a esta ciudad, encontró un
cuadro desolador: su padre, detenido por alcoholismo e incapaz de cuidar y
mantener a sus hermanos menores. Ludwig asumió entonces esta responsabilidad y
se ofreció a tocar el violín en una orquesta y dar clases de piano. En 1792,
fue nuevamente becado para perfeccionarse en Viena, ciudad en la que trabajaría
el resto de su vida, tratando de alcanzar el reconocimiento personal y social
mediante la música. Fue, precisamente, en dicho momento de su vida, que comenzó
con sus primeros síntomas de sordera. Con el crecimiento de su obra, Viena, -
en especial, la nobleza y la iglesia - acogió su música de modo que el maestro,
cerca de sus 30 años, se estableció como compositor independiente. A medida que
su sordera empeoraba, su carácter se transformaba, sus modales se tornaban
bruscos, su comportamiento era cada vez más huraño. Veía a su enfermedad como
un estigma; tal vez, el peor para un músico, y temía que la noticia de su sordera,
al extenderse por Viena, golpeara, no sólo su orgullo sino además su situación
financiera, ya que la aristocracia ya no confiaría la educación musical de sus
hijas a un maestro sordo. Sin embargo, paradójicamente, su hipoacusia hizo que
Beethoven se entregara a una febril y constante actividad creadora, la que,
debido a la creciente hostilidad y marginación social, era mayormente
compartida con sus amigos y allegados.
A
lo largo de su vida, Beethoven nos dejó un valiosísimo legado: una ópera,
sinfonías, misas, cantatas, sonatas, conciertos y oberturas. Los últimos años
del músico transcurrieron en el silencio casi absoluto, que se rompía sólo con
sus cuadernos de conversación que le ayudaban a comunicarse con sus amigos. En
1824, estrena la Novena Sinfonía “Coral” Oda a la alegría, transgrediendo
completamente lo establecido por la música de su época y en la sordera
absoluta. Con ella, logra unir la voz humana con el género sinfónico.
Tras
una lenta enfermedad fallece el 24 de Marzo de 1827.
Sus enfermedades
De
toda la evidencia actualmente disponible, basada en relatos de sus allegados,
cartas y un diario del compositor, libros de conversación, reporte de su
autopsia (1827), pruebas hechas en fragmentos de sus cabellos y cráneo,
rescatamos, a continuación, aquellas que aportan los datos clínicos y
patológicos más significativos:
Su
sordera comenzó aproximadamente a los 26 años de edad: sus síntomas iniciales
fueron, tinnitus y la pérdida de la percepción de los tonos altos, junto a una
pobre capacidad de discriminación. Él mismo, lo expresaba de este modo: “…los
sonidos agudos de los instrumentos y de la voz, si estoy algo lejos, no los
oigo…cuando hablan en voz baja apenas oigo nada; oigo los sonidos, pero no
distingo las palabras; y, por otra parte, si gritan se me hace intolerable…”
Cuando
ejecutaba el piano, usaba una vara de madera, entre sus dientes, que se
conectaba a un extremo de una caja de resonancia en el piano. Esto, junto a lo
que se deduce de sus relatos, sugiere que padeció una sordera de tipo
conductiva.
Su
autopsia mostró los nervios acústicos arrugados y sin médula. El nervio
izquierdo estaba mucho más adelgazado que el derecho.
Múltiples
relatos coinciden en que Beethoven padecía de alcoholismo, consumiendo vino en
cantidades y frecuencia como para generar daño hepático.
Hacia
el final de sus días, sus pies estaban tremendamente edematizados, su piel
ictérica, su abdomen distendido, su diuresis disminuida y el hígado lleno de
nódulos. Se le practicaron varias paracentesis de líquido ascítico, de hasta
diez litros, con el fin de mejorar la respiración del compositor.
En
la autopsia, el hígado aparece reducido a la mitad de su volumen, de
consistencia coriácea, de coloración azul verdosa y lleno de nódulos. También
el bazo se encontraba duplicado en su volumen y con signos de congestión, como
sucede en la hipertensión portal. Una muestra de cabellos, estudiados en 1995,
arrojó resultados que hicieron pensar en intoxicación por plomo.
En
un fragmento óseo de su cráneo también se documentó sobrecarga de plomo.
En
base a la evidencia disponible, antes expuesta, existe una fuerte sospecha de
que la enfermedad que le produjo su sordera probablemente haya sido una
otosclerosis. Esta entidad se caracteriza por comenzar en el adulto joven, en
forma bilateral, aunque puede iniciarse en un oído; toma el patrón de las
sorderas sensoriales, conduce a una pérdida de la capacidad para captar
inicialmente los sonidos de tono alto y la discriminación de la palabra, y se
acompaña de tinnitus. Los casos severos pueden revelar atrofia del VIII par.
Otro mecanismo causal alternativo, que no puede descartarse, es el de una
hipoacusia de origen neurítico.
Con
respecto a su cirrosis pareciera poderse explicar a raíz del alcoholismo,
mientras que su intoxicación plúmbica podría ser secundaria a la contaminación
de las aguas en las cuales se sumergía con el fin de tomar baños curativos, o a
las sales de plomo contenidas en diversas medicinas, en el vino que tomaba, o
en los vasos que utilizaba.
La
idea de la intoxicación por plomo, para explicar varios de los males de
Beethoven, es también atractiva. El saturnismo genera dolencias como las que el
músico sufría, dolor abdominal cólico, cefaleas, dolores articulares, cambios
en el comportamiento, en especial, irritabilidad y, aunque es raro, también
puede provocar sordera.
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