LA INMADUREZ. PERCY ZAPATA MENDO.
LA
INMADUREZ
La
persona inmadura se identifica esencialmente por su infantilismo, porque su
edad psicológica es marcadamente inferior a su edad cronológica. En ellos
continúan presentes, a pesar de estar ya en la edad adulta, rasgos y componentes
psicológicos propios de la infancia, como si el paso del tiempo no les hubiese
servido para adquirir otros nuevos, propios del desarrollo normal de la
personalidad. Son personas con un juicio de sí mismas equívocas, escasas o
superficiales, a lo que se añade una falta de coherencia en sus planteamientos,
que procede, en buena medida, de la ausencia de una identidad personal
suficientemente configurada y de un objetivo de vida realista y perfilado.
También se caracterizan por tener una gran dificultad para admitir con
naturalidad sus carencias, fallos y limitaciones, las de los demás o las
propias de la vida misma. Esto favorece su tendencia a escapar de la realidad
mediante la imaginación hacia un mundo de fantasías en donde se cumplen sus
deseos insatisfechos, lo que a medio y largo plazo contribuye a distanciarlos
más de objetivos vitales realistas, con lo que en última instancia quedan
profundamente desorientados, sin saber qué hacer o dónde ir, sin rumbo a dónde
dirigir sus vidas.
Al
igual que la mayoría de los niños, son muy impacientes, caprichosos,
pretendiendo lograr sus objetivos de un modo inmediato. Difícilmente son
capaces de soportar dificultades a corto plazo por obtener beneficios más
tarde, por lo que suelen actuar de un modo primario, guiados casi
exclusivamente por apetencias, instintos
o tendencias del presente, sin reparar en las consecuencias que pueden
implicar tales comportamientos. Su falta de constancia responde a esta falta de
planteamientos realistas, a la versatilidad propia de su falta de equilibrio
emocional, y de criterios éticos sólidos y de valores estables.
También
son comunes las conductas de riesgo, más por desconocimiento del mismo, o por
un intento de autoafirmación, que por valor o criterios particulares. Emocionalmente
son poco estables, sufriendo frecuentes altibajos de ánimo que se desencadenan
por motivos muchas veces insignificantes (un pequeño fracaso, el comentario
desfavorable de alguna persona), con una fragilidad emocional que hacen que
pasen fácilmente de la risa al llanto (labilidad emocional). Tienen un bajo
umbral de tolerancia a las frustraciones, que hace que se derrumben cuando
cualquier cosa no sale tal como habían previsto. Si alguien se niega a que se
cumplan sus deseos, reaccionan de forma impulsiva, a veces con agresividad, lo
que deteriora sus relaciones interpersonales, que suelen ser un tanto
conflictivas debido a su dificultad para dar y recibir un tanto amor, para
comunicarse con los demás, para dejarse conocer y establecer lazos afectivos
francos, sinceros y profundos.
Tienden
con frecuencia a idealizar previamente a los demás, que se continúa de un
sentirse defraudados y concluye con actitudes rígidas y rebeldes. Esta
intolerancia e inflexibilidad que muestran hacia los demás contrasta con la
transigencia que pueden mantener consigo mismos, lo que no es más que otra
manifestación de su incoherencia interna. En otras ocasiones, se puede advertir
una exagerada influencia de ciertas opiniones ajenas, quedando al arbitrio de
la moda o de la influencia pasajera de alguna persona que, en ese momento,
adoptan como líder. Es lo que comúnmente se entiende por "falta de
personalidad".
Como
resultado final de todas estas características se produce por igual que les
sucede a los niños una falta de independencia, de auténtica autonomía, que
dificulta que estas personas se puedan desenvolver por sí mismas de forma
adecuada. Son por tanto, como niños con la edad de adultos, personas incapaces
de asumir con responsabilidad tareas propias de estos últimos, como el matrimonio,
la paternidad, etc.
Las
características de la personalidad inmadura:
·
Desconocimiento
de uno mismo. Personalidad poco configurada.
·
Impaciencia.
·
Inmediatez.
·
Falta de
constancia.
·
Comportamientos
irresponsables.
·
Comportamientos
caprichosos.
·
Ausencia de
objetivos y planteamientos realistas.
·
Desconocimiento
del riesgo.
·
Escaso control de
instintos, impulsos y tendencias.
·
Tendencia a
ensimismarse en fantasías.
·
Intolerancia a la
frustración.
·
Inestabilidad y
labilidad emocional.
·
Dificultades para
aceptar los propios fallos y limitaciones.
·
Dependencia de
personas que con frecuencia conocen sus debilidades.
·
Relaciones
afectivas superficiales, rígidas y exigentes.
·
Criterios éticos
y valores inestables.
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