SANTA ROSA DE LIMA EN LOS ESCRITOS DE DOS PAPAS. PERCY ZAPATA MENDO.
SANTA ROSA DE LIMA EN LOS ESCRITOS DE DOS PAPAS
Santa Rosa de Lima en una pintura de la época |
En
el Perú y ciertas zonas del mundo, como en Filipinas, este 30 de agosto se celebra
el día de Isabel Flores de Oliva, más conocida como Santa Rosa de Lima, quien
nació el 30 de abril de 1586 en la ciudad que le da el gentilicio a su
denominación como santa. Fue hija de Gaspar Flores y de María de Oliva.
A
pesar de llamarse Isabel, todos le conocían por Rosa ya que según la tradición,
cuando era apenas una bebé, su rostro se semejaba al de una rosa. Más adelante
ella quiso llamarse Rosa de Santa María.
Según
las costumbres de la época, era usual que las jóvenes fueran prometidas al
despuntar o en la medianía de la adolescencia, y Rosa no fue la excepción, mas resistió
por más de diez años la intención de sus padres de casarla y finalmente
consagró su virginidad al Jesús. Al cabo de unos años ingresó a la Tercera
orden de Santo Domingo a imitación de Catalina de Siena. Desde entonces, se
recluyó en la Ermita que ella misma construyó, con ayuda de su hermano
Fernando, en un extremo del huerto de su casa. Sólo salía para visitar al
Templo de Nuestra Señora del Rosario y atender las necesidades espirituales de
los más necesitados. También atendía a muchos enfermos que se acercaban a su
casa buscando ayuda y atención, creando una especie de enfermería en su casa y
luego ayudaba a fray Martín de Porres que ahora también es un santo peruano.
Llevaba
alrededor de su cabeza una estrecha cinta de plata, cuyo interior estaba
erizado de púas, a semejanza de la corona de espinas que martirizó al Nazareno.
Su
amor por el Señor era tanto que cuando hablaba de Él, cambiaba el tono de su
voz y su rostro se encendía como un reflejo del sentimiento que embargaba su
alma. Una comisión de médicos y sacerdotes examinó a la santa y dictaminó que
sus experiencias eran realmente sobrenaturales (por favor, revisen sus milagros
en referencias biográficas extendidas que hay en profusión, pero que no es el
tenor de este artículo).
Cercano
ya el final de su vida, cayó gravemente enferma. Pasó los últimos tres meses de
su vida en la casa de Gonzalo de la Maza, un contador notable del gobierno
virreinal, cuya familia le tenía particular cariño. En este lugar se levanta el
Monasterio de Santa Rosa de Santa María de Lima.
Murió
a los treinta y un años de edad en las primeras horas del 24 de agosto de 1617,
fiesta de San Bartolomé, como ella misma lo profetizó. El día de sus exequias y
entierro, los devotos se abalanzaban sobre su cuerpo para arrancarle la
vestimenta en busca de un recuerdo, aclamándola como santa.
Actualmente
sus restos se veneran en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Lima
(Santo Domingo) con notable devoción del pueblo peruano y de América que visita
la Capilla dedicada a su culto en el Crucero del Templo dominicano.
El
Papa Clemente X la canonizó en 1671, instaurándose su celebración los 30 de
agostos.
La
vida de esta Santa peruana, ha sido materia de estudio y elogio por parte de
muchas personas que encontraron en su metódico estilo de vida, una inspiración
a seguir. Los dos últimos papas que le precedieron a Francisco I, le dedicaron sendas
alocuciones, como referiré a continuación:
Santa
Rosa de Lima en las palabras del Papa Juan Pablo II:
“Queridísimos hermanos y hermanas,
reanudando nuestra peregrinación espiritual por los santuarios del continente
americano, con motivo del V Centenario de la evangelización, vamos hoy a Lima,
capital del Perú, para visitar el templo dedicado a santa Rosa.
Joven mestiza, enamorada de Cristo y de
su cruz, Rosa representa una primicia de santidad florecida en América
precisamente en el alba del anuncio del Evangelio. El santuario dedicado a
ella, meta de constantes peregrinaciones, lo forman la iglesia, el jardín y la
casa en la cual vivió y murió el 24 de agosto de 1617, cuando tenía poco más de
30 años.
Muy jovencita aún Rosa vistió el hábito
de la Tercera Orden de Santo Domingo. En el jardín de su casa ella misma
construyó una ermita, donde se dedicó a la oración y a la penitencia,
realizando notables progresos en el camino de la virtud y de la contemplación
de los misterios divinos. La ermita se transformó en un grandioso templo,
recientemente inaugurado.
Primera santa de América, Rosa de Lima,
con su vida sencilla y austera su carácter dulce, su ardiente palabra y su
apostolado entre los pobres, los indios y los enfermos, fue también una
intrépida evangelizadora, testimonio elocuente del papel decisivo que la mujer
ha tenido y sigue teniendo en el anuncio del Evangelio.
La próxima Conferencia de Santo Domingo
ha de recordar a las santas y santos latinoamericanos y proclamar con énfasis
que el fruto más luminoso de la evangelización es la santidad. Que la Iglesia
en América Latina, en continuidad con estos quinientos años de fe que
celebramos, siga siendo madre de numerosos y fieles discípulos de Cristo.
Lo pedimos a María, que ha sido la
primera evangelizadora de ese continente rico de posibilidades y esperanzas
para la difusión del mensaje evangélico”.
Santa
Rosa de Lima en las palabras del Papa Benedicto XVI
“Rosa de Lima, la cual se llamaba en
verdad Isabel, recibió su nombre de una mujer india que trabajaba en su casa
paterna. Esta mujer simple condensó en este nombre todo lo que ella había visto
y experimentado en Isabel. La rosa representa la reina de las flores y por lo
tanto el prototipo de la belleza de la creación de Dios. La rosa no es, sin
embargo, solamente placentera a nuestros ojos, sino que con su perfume crea una
nueva atmósfera alrededor de nosotros, tocando así todos nuestros sentidos y,
por así decirlo, nos arrebata de este mundo cotidiano hacia un mundo mejor y
más alto. Ella nos alegra precisamente porque, al menos por un instante, nos
hace experimentar también el bien a través de lo bello.
Esta mujer india, que ha permanecido
desconocida pero que dio a Isabel el nombre de Rosa, reaccionó propiamente de
esta manera ante la belleza de esta pequeña niña y, ciertamente, no sólo ante
su belleza exterior y corpórea.
Así como la rosa no sólo parece hermosa,
sino que de su interior difunde a su alrededor belleza a través de su perfume,
así seguramente debió parecerlo también esta niña: por medio de su belleza
exterior ella había percibido también la belleza interior. Ciertamente, que
esta mujer india no habría dado este nombre tan lleno de ternura y de
veneración si, por parte de esta niña, no hubiera habido algo cálido y bueno
que llamara su atención: el perfume del bien. En este modo de llamarla se puede
advertir el afecto de esta mujer, como también, por otra parte, el hecho de que
después con ocasión de la confirmación, recibida de las manos de Santo Toribio
de Mogrovejo, Rosa misma haya aceptado definitivamente este nombre muestra su
"sí", su constante afecto por aquella mujer india.
En su canonización, la Iglesia ha
interpretado este nombre como una forma de testimonio profético y lo ha usado
en referencia a una bella expresión de San Pablo, el cual dice de sí mismo que
Dios había difundido el perfume del conocimiento de Cristo en el mundo entero a
través de él. "Nosotros somos el perfume de Cristo entre aquellos que se
salvan" (2 Cor 2, 14ss). Aquello que Pablo, el apóstol de los gentiles,
una vez pudo decir de su acción, vale ahora de nuevo para la pequeña Rosa, que
proviene del país sudamericano, Isabel de Flores: ella se ha convertido en la
Rosa de Lima que difunde el perfume del conocimiento de Cristo en el mundo
entero.
El afectuoso sobrenombre, que la
desconocida mujer había dado a la pequeña niña, se ha revelado como una
profecía y así también ella, aunque sin nombre, toma parte siempre junto a Rosa
y ambas en conjunto expresan algo original de este país y de su misión: la
herencia europea junto con aquella de los indios ha dado origen a una nueva
expresión de la fe; en esta nueva síntesis se encuentra el perfume del
conocimiento que emana de Rosa. ¿No es sorprendente, quizá, que para una mujer
que nunca dejó la ciudad de Lima, valga la misma alabanza que se aplicó al
infatigable apóstol de los gentiles, el cual recorrió a lo largo y a los ancho
todo el mundo hasta entonces conocido? El difundió en todo el mundo el perfume
de Cristo a través de su predicación, a través de su actividad sin descanso, de
su acción y de sus sufrimientos. Rosa de Lima lo ha difundido y continúa
difundiéndolo hasta hoy simplemente a través de su ser. Su figura humilde y
pura irradia su luz a través de los siglos sin mudas palabras; ella es el
perfume de Cristo que hace resonar de sí misma su anuncio más fuertemente que a
través de escritos e impresos. Así ella es también una gran maestra de vida
espiritual, cuyas palabras están llenas de la profundidad de una experiencia
vivida de Cristo en la consumación interior de sus sufrimientos vividos en
comunión con Jesús Crucificado. "Me encontraba, llena de asombro, en la
luz de la más serena contemplación que une todo, cuando en medio de este
resplandor vi brillar la crus del Redentor; y al interno de este arco luminoso
divisé la santísima humanidad de mi Señor Jesucristo". En estas palabras
suyas se manifiesta el fundamento más profundo de su existencia: el estar inflamada
por las llamas del fuego que provienen de EL. "He venido a traer el fuego
sobre la tierra, y ¡cómo quisiera que ya estuviera prendido!" (Lc 12, 49):
Rosa de Lima se dejó encender por este fuego y aún hoy de su figura llegan
hasta nosotros la luz y el calor – luz y calor que transforman esta tierra
oscura y fría.
Rosa de Lima puso en su vida espiritual
tres puntos esenciales, que son válidos como programas para la Iglesia de hoy
así como lo fueron en su tiempo.
1. Como primer punto está la oración,
entendida no como recitación de fórmulas, sino como un dirigirse interiormente
al Señor, como estar en su luz, como dejarse incendiar por su fuego santo.
2. Los otros dos puntos esenciales
provienen de aquí espontáneamente: puesto que ella ama a Cristo, el despreciado,
el doliente, Aquel que por nosotros se ha hecho pobre, ella también ama a todos
los pobres que llegaron a ser sus hermanos más cercanos. El amor preferencial
por los pobres no es un descubrimiento de nuestro siglo – al máximo es un
redescubrimiento, puesto que esta jerarquía del amor era bien clara para todos
los grandes santos. Era clarísima sobre todo para Rosa de Lima, cuya mística
del sufrimiento con todos los pobres y los que sufren, que brota de la
solidaridad con el Cristo doliente.
3. De aquí deriva también su tercer
punto esencial: la misión. A través de sus palabras y de sus reflexiones
aparece una perspectiva universalista. Ella deseaba poder ir, libre de las
ataduras y de los límites que comporta nuestra corporeidad, a través de las calles
de todo el mundo y conducir los hombres hacia el Salvador doliente. Rosa se
expresaba de esta manera: "¡Escucharme, pueblos! ¡Escucharme, naciones!
Por mandato de Cristo os exhorto". Ahora ella está libre de vínculo de un
solo lugar; ahora ella va, como santa, por las calles de toda la tierra. Ahora
ella vuelve a llamar con la autoridad de Cristo a todos nosotros, a la entera
cristiandad, a vivir con radicalidad a partir del centro, de la más profunda
comunión con Jesús, porque sólo así y de ningún otro modo el mundo puede ser
salvado. "¡Escuchadme, pueblos! ¡Escuchadme, naciones! ¡Por mandato de
Cristo os exhorto!" Así nos habla ella hoy. Esta mujer es, por así
decirlo, una personificación de la Iglesia latinoamericana: inmersa en el
sufrimiento, sin grandes medios exteriores y sin poder, pero aferrada por el
fervor de la cercanía de Jesucristo.
Agradezcamos al Señor por habernos dado
esta mujer, Démosle gracias por el coraje de su fe, que ÉL ha vuelto a
despertar aquí en América Latina. Pidámosle que su presencia sea cada vez más
fuerte y que su perfume se extienda desde aquí a todo el mundo”.
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