La Santa Inquisición y Tres casos emblemáticos: Galileo, Lavoisier y Duhem. Percy Zapata Mendo.
LA SANTA INQUISICIÓN Y TRES CASOS EMBLEMÁTICOS: GALILEO, LAVOISIER Y DUHEM
Cuando
se trata de menoscabar la imagen de la Iglesia Católica, siempre se menciona el
caso de Galileo, que fue sentenciado por el Tribunal de la Fe o Santa
Inquisición, por sus ideas revolucionarias sobre nuestro sistema planetario, pero
los informes o historias que nos llegan de este caso, es casi siempre de modo
tendencioso como veremos más adelante.
Pocos
saben que Lavoisier, uno de los fundadores de la química, fue guillotinado por
la Revolución Francesa. Casi nadie ha oído hablar de Pierre Duhem, físico
importante, autor de una monumental obra de historia y filosofía de la ciencia
que arrojó nueva luz sobre las relaciones positivas entre la ciencia y la fe.
Cuando
se habla de Ciencia y Fe, a mucha gente le pasan por la cabeza dos palabras:
oposición, y Galileo. Pocos piensan en colaboración, y nadie en Duhem. Es una
lástima.
Galileo murió de muerte
natural
En
varias oportunidades he hablado de Galileo en mis clases y conferencias a las
que soy gentilmente invitado. Seguramente, muchos oyentes piensan que Galileo
fue quemado por la Inquisición. Por eso, suelo decir, para la sorpresa de mi
auditorio y de los docentes que se encuentran presentes, que Galileo murió de
muerte natural a los 78 años, y casi siempre al término de mi charla, algunos
me refieren: ¡Y pensar que yo creía que a Galileo lo quemaron!
Esto
me sucedió por última vez en enero pasado. Vino a verme un docente que había
asistido a mi conferencia - y de quien se dice es una enciclopedia ambulante -. Estaba
indignado, y a su parecer, con razón. Me preguntó:
-
“¿Cómo se explica que una persona como yo, que soy biólogo desde
hace varios años, que he estudiado en una Universidad, le vengan a decir, a estas
alturas, de que a Galileo no le mataron?”
Y añadió: “Hace pocos días sabiendo que
ibas a disertar sobre las dolencias de Galileo, leí un libro de Historia sobre
él, donde consta que desde un balcón del Vaticano, el Papa hizo el gesto de
poner el dedo hacia abajo como lo hacían los antiguos emperadores romanos, para
condenar a Galileo a muerte. ¿Cómo explicas todo esto?, ¿Ah?”, me inquirió
sumamente irritado.
-
No lo sé - le respondí -, es muy raro que me hagas esa pregunta,
puesto que estás plenamente convencido de tu postura con tan sólo haber leído
una lectura y no haber contrastado previamente esa versión antes de venir a
denostar lo que expuse en mi disertación. Te sugiero investigues un poco más,
como científico que eres, y saques tus propias conclusiones.
La
verdad es que Galileo nació el martes 15 de febrero de 1564, y murió el
miércoles 8 de enero de 1642, en su casa, una villa en Arcetri, cerca de
Florencia. Cuenta Viviani (Vincenzo Viviani fue hijo de Jacopo di Michelangelo
y Maria Alamanno del Nente, padre de Víctor Viviani -su único hijo- ambos
procedentes de familias nobles de la Toscana; en 1639 comenzó a trabajar con
Galileo Galilei y escribió más tarde la primera biografía que se conoce de él),
que permaneció continuamente junto a él en los últimos treinta meses, que su
salud estaba muy agotada: tenía una grave artritis desde los 30 años, y a esto
se unía "una irritación constante y casi insoportable en los
párpados" y "otros achaques que trae consigo una edad tan avanzada,
sobre todo cuando se ha consumido en el mucho estudio y vigilia". Añade
que, a pesar de todo, seguía lleno de proyectos de trabajo, hasta que por fin
"le asaltó una fiebre que le fue consumiendo lentamente y una fuerte
palpitación, con lo que a lo largo de dos meses se fue extenuando cada vez más,
y, por fin, un miércoles, que era el 8 de enero de 1642, hacia las cuatro de la
madrugada, murió con firmeza filosófica y cristiana, a los setenta y siete años
de edad, diez meses y veinte días". Estimé oportuno dar estos detalles
precisos, por si quedan algún resquicio de dudas, o pueden consultar con el
escrito biográfico sobre Galileo escrito por Viviani, lo cual es fácil de
hacerlo con la tecnología informática de la actualidad, a diferencia de estar
sumergido en la biblioteca de ocaso en ocaso por semanas, como acostumbrábamos
antaño.
El espectro de Galileo
En
1633 tuvo lugar, en Roma, el famoso proceso contra Galileo. No fue condenado a
muerte, ni nadie lo pretendió. Nadie le torturó, ni le pegó, ni le pusieron un
dedo encima; no hubo ninguna clase de maltratos físicos. Fue condenado a
prisión, pero teniendo en cuenta sus buenas disposiciones, fue inmediatamente
conmutada por arresto domiciliario. Desde el proceso hasta que murió, vivió en
su casa, y no en una celda como se cree. Siguió trabajando con intensidad, y
publicó su obra más importante en esa época.
Es
meritorio recordar que tres de los diez altos dignatarios del tribunal se
negaron a firmar la sentencia, y no hubo ningún tipo de represalias hacia ellos
por su postura final. El Papa nada tuvo que ver oficialmente con el tribunal ni
con la sentencia. Desde luego, el proceso no debió producirse, y fue
lamentable. Pero los trabajos de Galileo siguieron adelante.
Por
tanto, acaban de cumplirse 372 años desde la muerte natural de Galileo. Estoy
de acuerdo con mi oyente de la exposición: Parece mentira que, a estas alturas,
casi todo el mundo que se ha tomado el tiempo de leer sobre tan insigne
personaje, estén seriamente equivocados sobre importantes aspectos de un caso
que se utiliza continuamente para atacar a la Iglesia y para afirmar, como si
fuera un hecho histórico, que la religión en general y la Iglesia católica en
particular siempre han estado en contra del progreso científico.
El caso de Lavoisier
¿Quién
sabe algo, acerca del caso de Lavoisier, bastante más serio que el de Galileo?
Antoine
Laurent Lavoisier nació el 26 de agosto de 1743 en París. Realizó muchos
trabajos científicos importantes. En la Academia de Ciencias se publicaron más
de 60 comunicaciones suyas. Fue uno de los protagonistas principales de la
revolución científica que condujo a la consolidación de la química, por lo que
se le considera, con frecuencia, como el padre de la química moderna.
Su
gran pecado consistió en trabajar como administrador general de impuestos, y en
el cual abolió un impuesto a los judíos de Metz. Por este motivo, fue arrestado
en 1793. Importantes personajes hicieron todo lo que pudieron para salvarle. Solamente
Halle y Loysel osaron pronunciarse en su favor, exponiéndoles al tribunal todos
los trabajos que había realizado Lavoisier, y se dice que, a continuación, el
presidente del tribunal pronunció una famosa frase:
-
"La República no necesita sabios".
Lavoisier
fue guillotinado el 8 de mayo de 1794, cuando tenía 51 años. Joseph Louis LaGrange,
destacado matemático cuyo apellido es bien conocido por todos los matemáticos y
físicos, dijo el día siguiente:
-
"Ha bastado un instante para segar su cabeza; habrán de pasar
cien años antes de que nazca otra igual".
Evidentemente,
Lavoisier no fue guillotinado por la fe. Y no estoy empeñado en atacar a la
Revolución, ni a la República, ni a nadie. Simplemente, me resulta enormemente
extraño que exista tanta desproporción entre lo que llega a la opinión pública
acerca de los casos de Galileo y de Lavoisier.
Resulta
un poco extraño, pero es real. Probablemente, por motivos que los historiadores
y sociólogos podrían investigar, durante mucho tiempo se ha pensado, en muchos
ambientes, que la ciencia y la religión son cosas opuestas. La verdad, es que
no es verdad. Los grandes pioneros de la ciencia moderna eran cristianos.
Galileo siempre fue católico. Entre los científicos de todas las épocas, no son
pocos los cristianos convencidos. En la actualidad, los científicos no
creyentes suelen reconocer que su agnosticismo no tiene nada que ver con la
ciencia, y que no existe ninguna dificultad objetiva para ser buen científico y
buen cristiano a la vez.
Duhem: físico, filósofo,
historiador... y católico
Esto
nos lleva de la mano al caso de Duhem. Se trata de un personaje muy conocido,
aunque no siempre bien interpretado, en el ámbito de la filosofía de la
ciencia, y totalmente desconocido para la opinión pública. Sin embargo, vale la
pena saber qué hizo.
Pierre
Duhem fue un físico francés de gran talla intelectual. Nació en 1861 y murió en
1916. La lista de sus artículos y libros ocupa 17 páginas de un libro de buen
tamaño. Escribió mucho sobre temas científicos muy especializados, y también se
ocupó de filosofía e historia de la ciencia. Varias de sus obras son libros en
varios volúmenes, y una de ellas tiene 10 volúmenes de 500 páginas cada uno.
Sin duda, fue uno de los físicos más importantes de su época. Fue un convencido
católico, y llevó una vida realmente ejemplar en todos los aspectos.
Que
yo sepa, ninguna obra de Duhem, al menos de las más importantes, está traducida
al castellano. Hay, en cambio, algunas traducidas a otros idiomas; incluso una
de ellas, "La teoría física", fue traducida al alemán dos años
después de su aparición, con un prefacio muy favorable de Ernst Mach, otro
importante físico-filósofo cuyas ideas tenían poco de católicas.
Duhem
es el pionero de los estudios históricos acerca de la ciencia medieval, tema
que tiene una importancia cada vez mayor en la actualidad. Este es el aspecto
en el que me voy a detener.
Duhem
era un trabajador infatigable que, a pesar de su valía, no llegó a ser profesor
en París, quizá debido a obstáculos ideológicos. Esto le permitió trabajar
mucho por su cuenta. Estaba interesado en la historia de la ciencia y se puso a
investigar en el pasado. Ante su sorpresa, fue encontrando en los archivos
franceses muchos manuscritos antiguos, nunca publicados, que arrojaban nuevas
luces acerca del nacimiento de la ciencia moderna.
Según
el cliché generalmente admitido, la ciencia moderna parecía haber nacido en el
siglo XVII prácticamente de la nada. La Edad Media habría sido una época oscurantista,
dominada por la teología y enemiga de la ciencia. Que el nacimiento de la
ciencia moderna se habría producido sólo cuando el libre-pensamiento se
emancipó de la Iglesia y de la teología. Pues bien, Duhem encontró una
documentación abundantísima que deshacía ese cliché, y la fue publicando,
comentada, en los 10 grandes tomos de "El sistema del mundo".
Para
comprender la situación, conviene tener en cuenta que la imprenta no existió
hasta el siglo XVI. Las obras anteriores, y por tanto, las obras de los
medievales, eran manuscritos. Cuando se descubrió la imprenta, muchos
manuscritos quedaron en el olvido de los archivos. Los pioneros de la nueva
ciencia no se preocuparon de señalar sus deudas intelectuales con los autores
anteriores, sino más bien de subrayar la novedad de sus trabajos. La Edad Media
quedó en la penumbra.
Duhem
trabajó directamente con muchos manuscritos medievales inéditos. Su trabajo le
llevó al convencimiento de que la Edad Media, especialmente en la Universidad
de París, pero también en la de Oxford y en otros centros intelectuales, fue
una época en la que paulatinamente se fueron desarrollando los conceptos que
permitieron el nacimiento sistemático de la ciencia experimental moderna en el
siglo XVII. Los trabajos de Duhem abrieron un enorme campo de investigación que
ha sido continuado por importantes historiadores de todo tipo de países e
ideologías.
La “matriz cultural
cristiana”
Stanley
Jaki nació en Hungría en 1924. Se estableció en los Estados Unidos en 1951. Es
doctor en Física y en Teología, profesor de la Universidad de Seton Hall (New
Jersey), y ha sido invitado a dar cursos en las Universidades de Edimburgo,
Oxford, Princeton, Sídney y en muchas otras. Ha publicado cerca de 30 libros
sobre las relaciones de la ciencia con la filosofía y la cultura. En 1987
recibió de manos del príncipe Felipe de Gran Bretaña el Premio Templeton, como
reconocimiento a sus publicaciones.
Jaki
dedicó un gran esfuerzo a escribir la primera biografía amplia sobre Pierre
Duhem, que fue publicada en 1984 por la Editorial Hijhoff de La Haya. Ha
continuado y ampliado los trabajos de Duhem sobre el nacimiento de la ciencia
moderna y sus relaciones con la religión.
Jaki
afirma que en las grandes culturas de la antigüedad (Babilonia, Egipto, Grecia,
Roma, India, China, etc.), la ciencia experimental no encontró un terreno
propicio. Más bien, los escasos intentos de nacimiento acabaron en sucesivos
abortos culturales. Un factor determinante fue que en esas culturas se
representaba la naturaleza como sometida a unas divinidades caprichosas, o se
pensaba en ella de modo panteísta. Jaki examina estos problemas desde el punto
de vista histórico y concluye que el nacimiento de la ciencia moderna sólo fue
posible en la Europa cristiana, cuando se llegó a dar lo que llama la
"matriz cultural cristiana".
Esa
matriz cultural incluía la creencia en un Dios personal creador, que ha creado
libremente el mundo. Porque la creación es libre, el mundo es contingente, y
sólo lo podemos conocer si lo estudiamos con ayuda de la observación y la
experimentación. Porque Dios es infinitamente sabio, el mundo es racional y
sigue leyes; como afirma repetidamente la revelación cristiana, el mundo está
lleno de orden. Porque Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, el hombre
participa de la inteligencia divina y es capaz de conocer el mundo.
De
hecho, es fácil comprobar que los grandes pioneros de la ciencia moderna
compartían estas convicciones, que las tenían porque eran cristianos y vivían
dentro de una matriz cultural cristiana, y que en algunos casos ellos mismos
afirmaron la importancia que esas ideas tenían para su trabajo científico. Por
ejemplo, Kepler hizo muchos intentos durante años hasta que encontró sus
famosas leyes, convencido de que tenían que existir en un universo creado por
la sabiduría divina, y de que tenían que estar de acuerdo con los datos
observacionales de Tycho Brahe.
Desde
luego, no basta ser cristiano para hacer ciencia; la ciencia se hace con
matemáticas y experimentos. Pero la ciencia moderna nació y se ha desarrollado
durante siglos en un occidente cristiano que le ha proporcionado una matriz
adecuada.
Ciencia, cultura e ideología
Entiendo
que estas afirmaciones puedan extrañar a algunos. Las obras de Duhem, las de
Jaki y otros autores semejantes, no suelen estar traducidas al castellano.
Además, durante mucho tiempo se ha presentado a la ciencia como si estuviera en
perpetua lucha con la religión, aunque esto no corresponde a los hechos. A la
opinión pública le llega una imagen deformada del caso de Galileo y, en
general, de las relaciones entre ciencia y religión.
Duhem
advirtió expresamente acerca de la importancia ideológica y cultural que tienen
la ciencia y la filosofía de la ciencia en nuestra civilización. Esto es cada
vez más actual. No me resisto a darles algunas pistas, por si les interesan.
Stanley
Jaki ha publicado recientemente un libro sobre Duhem. Tiene 278 páginas, e
incluye una selección de textos originales de Duhem. Se titula "Scientist
and Catholic: Pierre Duhem", y ha sido publicado en 1991 por Christendom
Press: Christendom College, Front Royal, VA 22630, USA.
En
1990, Ediciones Palabra, de Madrid, publicó "Ciencia, fe y cultura",
que contiene una serie de ensayos de Stanley Jaki, lo primero de Jaki que se ha
publicado en castellano, vale la pena dar una leída al texto.
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