Origen y expansión incaica
Origen y expansión incaica
Los Inkas formaban una etnia separada del resto de sus
gobernados. Eran descendientes directos de los Tiawanacos, específicamente de
la tribu de los Taypikala, y tenían su propia lengua, el Pukina. Ellos
emigraron porque fueron desplazados por las tribus guerreras provenientes del
Collao, Bolivia, que asolaron a la región tiawanaqueña. En Qosco encontraron un
valle fértil, un clima al cual estaban acostumbrados, y, sobre todo, a los
Alcavicas, vecinos sumamente amables e indefensos que les acogieron con los
brazos abiertos y que no se imaginaron que serían asesinados y sometidos al
poco tiempo por los advenedizos, pasando a ser parte de la masa laboral y que
surtía de vituallas y gente guerrera para las futuras expansiones.
Sin embargo, los primeros Inkas no contaron con que el
territorio que invadieron le rendía vasallaje a los señores Chancas,
descendientes de los Wari, confederación militar sumamente poderosa que se
encontraba en el ocaso de su supremacía por las constantes guerras internas por
el poder, y por el enfrentamiento con otros reinos vigorosos como chimús,
conjunto de señoríos que resultaron del mestizaje entre los moches y mochicas
con los guerreros olmecas de Mesoamérica, estos señores no toleraron que alguien
les viniese a pedir vasallaje mientras pudieran hacerles frente con el esfuerzo
de sus soldados profesionales.
Los Inkas rumiaron su malestar y comenzaron a sondear a sus
vecinos en busca de potenciales aliados que les permitieran hacer frente a los
belicosos Chancas. Mediante obsequios consistentes en tierras (de sus vecinos
avasallados), telares o lo que era más redituable, vírgenes, logra obtener el
apoyo de pueblos como los Canas.
Los chancas se vieron de pronto desbordados por varios
frentes, lo mejor de su ejército combatía a los chimús, y sus vasallos del sur
y centro se le sublevaron por doquier. Los chancas no podían tolerar esto, pues
sería tomado como una muestra de debilidad, así que hicieron aprestos para
castigar a los revoltosos que estaban siendo incitados por los Taypikalas
(Inkas), lograron reunir en pocos meses un ejército de 250 mil guerreros y
salieron de sus tierras dispuestos a doblegar al Qosqo, partiendo de Paucaray y
según la usanza andina se dividieron en tres ejércitos. Tan seguros estaban de
la fácil conquista del Qosqo que dos de los ejércitos se dirigieron al
Contisuyo y el tercero con 40 mil soldados tomó la ruta del Qosqo.
Cuando los Chancas enviaron sus emisarios a Qosqo, Huiracocha
Inca y el Inca Urco (padre e hijo primogénito) aceptaron la rendición e
inmediatamente huyeron causando la sorpresa en la etnia inka, al ver la claudicación
rápida de sus señores. Ante la anarquía, el hijo menor Cusi Yupanqui (a quien
posteriormente se le conoció como Pacha Kuty) solicitó en vano el regreso de su
padre para hacerse cargo de la defensa de la ciudad, pero el anciano se negó
rotundamente, por lo que Pacha Kuty hizo un llamado general a las etnias
vecinas para resistir juntos a la amenaza Chanca, los Canas respondieron afirmativamente
al llamado llegando a aglutinar un ejército de 30 mil hombres, las demás etnias
vecinas decidieron esperar como simples espectadores en la cercanía a ver por
quién se inclinaría la victoria para unírseles.
La cruenta batalla se libró en Yawarpampa ("campo de
sangre"), ganada providencialmente por los cusqueños mediante la
participación oportuna de fuerzas amigas, a la cual se unieron los pueblos
indecisos. Esta difícil victoria se tornó en leyenda en el relato que recoge el
cronista indio Juan de Santa Cruz (1613), quien afirma que la batalla se habría
perdido si no cobraban vida milagrosamente los soldados de piedra pururaucas.
Según los vencedores, murieron en Yawarpampa 22.000 chancas y 8.000 cusqueños.
Los chancas se reorganizaron al poco tiempo, pero fueron derrotados nuevamente
y de manera definitiva en Ichubamba.
Una vez derrotados los Chancas, los incas alistaron las
celebraciones en Qosqo a las cuales Huiracocha fue invitado por su hijo
victorioso Pacha Kuty, sin embargo, Huiracocha se negó participar de las
fiestas a menos que llevaran al primogénito Urco para que recibiera los
créditos por la derrota Chanca, obviamente nadie quiso obedecer ello.
Sintiéndose ofendido y menospreciado, Urco organizó un pequeño ejército y
marchó a Qosqo para derrocar a Pacha Kuty, pero este, preparado de antemano
para el encuentro, lo derrotó con facilidad. El Inka Urco fue descuartizado y
sus restos fueron arrojados para ser devorados por las fieras. Pacha Kuty
asumió plenamente el mando.
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