OBESIDAD
OBESIDAD
En Estados Unidos, una de cada dos personas tiene sobrepeso y
una de cada cuatro tiene obesidad. Hace sólo 10 años sólo una de cada diez era
obesa.
En Europa la población que padece obesidad se sitúa entre el
13 y el 23%, según los países.
La obesidad es más frecuente en las mujeres (15,2%) que en
los hombres (11,5%). También es más frecuente en las personas de edad más
avanzada y en las personas con un hábito de vida sedentario.
También los factores socioeconómicos tienen un papel. En las
sociedades industrializadas la obesidad es más frecuente en personas con un
bajo nivel de estudios y unos ingresos económicos menores.
Lo más preocupante, sin embargo, es que la frecuencia de
obesidad en niños españoles es de un 15%. Ésta es una de las tasas más altas
entre los países europeos y, por tanto, nos dibuja un futuro bastante negro si
no conseguimos cambiar esta tendencia.
La obesidad se asocia a un recorte en siete u ocho años en la
esperanza de vida. También se encuentra como causa de aproximadamente el 75% de
los nuevos casos de diabetes del adulto y de un 25% de las muertes por
enfermedad coronaria.
La obesidad es un factor que facilita la aparición de muchas
otras enfermedades como la diabetes del adulto, la hipertensión arterial,
muchos casos de alteraciones lipídicas, de apneas del sueño.
En la evaluación de la persona con obesidad será importante
valorar la presencia de estas alteraciones. Tratar la obesidad es difícil y
comportará una fuerte implicación por parte del enfermo. Muchas veces la
motivación para perder peso no está estrechamente relacionada con la mejoría de
las enfermedades asociadas a la obesidad. De todas maneras, perder peso es
especialmente importante en la persona que las sufre.
1.- ORIGEN
En el cerebro se encuentran las principales estructuras que
controlan cuándo empezamos a comer, qué comemos y cuándo dejamos de comer. El
núcleo regulador principal se encuentra en un área del cerebro que denominamos
hipotálamo.
El hipotálamo está conectado con otras estructuras de nuestro
cerebro como por ejemplo las relacionadas con la satisfacción por la comida que
ingerimos.
En el hipotálamo también se determina parte del gasto de
energía que utiliza en reposo nuestro organismo.
Cuando comemos, el aparato digestivo envía información al
cerebro: al pasar por el intestino, la comida genera una serie de señales
mecánicas, químicas y hormonales que informan a nuestro cerebro.
La comida llega al tejido adiposo, nuestro depósito principal
de energía. Una hormona, la leptina, va aumentando y avisa al cerebro cuando
los depósitos de energía están llenos. Entonces se ponen en marcha circuitos
que nos llevarán a dejar de comer.
Cuando estamos en ayunas, la concentración de leptina en la
sangre baja y esto es interpretado por el cerebro como que tenemos que comer
más y ahorrar energía para poder restablecer el balance energético.
Así pues, podríamos decir que nuestro peso corporal está
controlado por una especie de termostato casi perfecto. Como este sistema tiene
relación con el control ponderal, lo denominamos ponderostat.
Desgraciadamente no sabemos exactamente cuál es la alteración
en el sistema de regulación del peso corporal, o ponderostat, que facilita la
aparición de obesidad en la mayor parte de casos. Solamente en casos
excepcionales se han podido identificar defectos genéticos específicos que
hacen fallar el ponderostat.
Hay personas que tienen defectos genéticos en la producción
de la leptina y esto comporta una obesidad grave y de inicio en la infancia porque
el hipotálamo no recibe la información adecuada cuando los depósitos de grasa
están llenos. Éstos son, sin embargo, una minoría de casos.
Es muy probable que la mayor parte de personas con obesidad
tengan también uno o más defectos de base genética en el ponderostat. Estos
defectos facilitarían la obesidad al no permitir mantener el peso ante unos
hábitos de vida dominados por un consumo excesivo de alimentos y el
sedentarismo.
El fallo en el ponderostat facilitaría que de manera crónica
la entrada de energía sea superior a su consumo. El resultado neto de este
balance positivo es el aumento de peso.
2.- FACTORES QUE
CONTRIBUYEN A LA OBESIDAD
Gemelos idénticos acostumbran a tener un peso muy similar. El
peso de niños adoptados es más parecido al de sus padres biológicos que al de
sus padres adoptivos. La obesidad es más frecuente en determinadas familias y
grupos étnicos incluso independientemente de su estilo de vida. Ahora bien, el
gran aumento en la incidencia de la obesidad en los últimos años es causado por
factores ambientales. Durante muchos años, el consumo moderado de alimentos y
la actividad física que era inherente a la actividad laboral y a formas de
juego de los niños habrían permitido mantener bajas las tasas de obesidad. A
pesar de que la base genética existía en aquellas circunstancias la enfermedad
no se manifestaba.
Hoy esto ha cambiado radicalmente. En el mundo occidental el
acceso a la comida es fácil y nuestra actividad tanto laboral como en el tiempo
libre es sedentaria. En estas condiciones, las personas con defectos genéticos
en el ponderostat son muy vulnerables a la aparición de obesidad.
Cada vez es más frecuente el consumo de comida rápida,
bebidas azucaradas y comida preparada. Muchos de los alimentos que recibimos
por estas fuentes resultan atractivos a nuestros sentidos pero comportan un
consumo energético importante.
Su alto contenido en grasas aumenta su densidad energética,
es decir, la cantidad de calorías por gramo de alimento. De esta manera aumenta
el consumo energético diario sin cambiar el volumen de comida ingerido.
Además, los últimos años las raciones de este tipo de comida
han aumentado. Este hecho, junto a su precio asequible, facilita todavía más el
aumento de la ingesta de calorías.
Con relación a la actividad física, parece claro que nuestra
sociedad facilita la reducción de gasto energético por este concepto. La
sociedad tecnológica, caracterizada por una mejoría en las redes de
comunicación, la aparición de la televisión, los juegos electrónicos y los
ordenadores nos hace más sedentarios y facilita la obesidad.
De todas maneras, otros aspectos menos palpables, como
aspectos urbanísticos que favorecen el uso del coche para actividades
cotidianas o la poca importancia a la educación física en el medio escolar
contribuyen también a la mayor prevalencia de obesidad en las sociedades
occidentales.
Determinados fármacos, dejar de fumar o tipos específicos de
alimentos también se asocian a aumento de peso. De todas maneras, no hay duda
de que los principales factores favorecedores de la actual epidemia de obesidad
son la ingesta excesiva de calorías y un gasto muy reducido en forma de
actividad física tanto por el trabajo como en el tiempo libre.
Los niños con obesidad entre los 2 y los 6 años o en la
adolescencia tienen un alto riesgo de ser obesos en la edad adulta. Por otro
lado, el envejecimiento se asocia a más sedentarismo y a cambios en la
composición corporal que favorecen también la obesidad.
3.- DIAGNÓSTICO
Decimos que una persona tiene obesidad cuando el índice de
masa corporal es superior a 30 kg por metro cuadrado. El índice de masa
corporal normal es el situado entre 18,5 y 24,9 kg por metro cuadrado. Entre 25
y 29,9 hablamos de sobrepeso y, como hemos dicho, por encima de 30, de
obesidad.
Obesidad Índice de masa corporal
Grado I Entre
30 y 34,9
Grado II Entre
35 y 39,9
Grado III Entre
40 y 49,9
Grado IV Superior
a 50
Hay, sin embargo, diferentes grados de obesidad. La Sociedad
Española para el Estudio de la Obesidad define como obesidad de grado I el
índice de masa corporal entre 30 y 34,9; como obesidad de grado II el índice de
masa corporal entre 35 y 39,9; como obesidad de grado III el índice de masa
corporal entre 40 y 49,9; y como obesidad de grado IV el índice de masa
corporal superior a 50.
Más recientemente, hemos incorporado a la evaluación de la
obesidad también la cinta métrica. Hoy en día sabemos que un mismo índice de
masa corporal puede comportar un riesgo para la salud muy diferente en función
de dónde esté distribuido el exceso de grasa corporal.
Un exceso de grasa localizada preferentemente en el abdomen
se asocia a un mayor riesgo de presentar diabetes tipo 2 y enfermedades de tipo
cardiovascular. En contrapartida, el riesgo es menor cuando el exceso de grasa
está localizado en la zona de los muslos.
La cinta métrica nos permite una aproximación sencilla y
práctica en la clínica diaria para valorar esta distribución de grasa. Con la
persona de pie y en expiración no forzada mediremos el perímetro de la cintura
a nivel de la cresta iliaca anterior.
Consideraremos de alto riesgo cardiovascular un perímetro de
cintura igual o superior a 102 centímetros en los hombres y a 88 en las
mujeres.
Técnicas de imagen
Hay diversas técnicas que nos pueden dar información sobre la
cantidad y la distribución de la grasa en nuestro cuerpo. A pesar de que la
información que nos dan puede ser interesante, en ningún caso son necesarias
para establecer el diagnóstico de la enfermedad.
De todas maneras, en tanto que valoran bastante adecuadamente
la masa grasa, sí que pueden tener un cierto interés para hacer el seguimiento
del tratamiento. Nos pueden ayudar a asegurar que la pérdida de peso es el
resultado de la pérdida específica de aquello que nos interesa: grasa corporal.
Las técnicas de imagen más comunes son las siguientes:
Bod-pod: este
sistema nos da una idea sobre el porcentaje de grasa global de nuestro
organismo. Es un sistema basado en el desplazamiento de aire entre dos cámaras
separadas por un diafragma oscilatorio. Los cambios de presión y volumen en la
cámara externa nos dan una idea de la composición corporal.
DXA o absorciometría de rayos X de energía dual: consiste en escanear el cuerpo en
dos dosis bajas de rayos X con diferentes energías. La atenuación de estos
rayos X nos permitirá tener una idea de tres compartimentos: grasa corporal, masa
ósea y masa libre de grasa.
Impedancia bioeléctrica: este método es muy utilizado por su sencillez y bajo coste.
Se basa en el principio de que la grasa es un mal conductor de la corriente,
mientras que la masa libre de grasa, en tanto que contiene agua y electrolitos,
es una buena conductora.
Se pasa una pequeña corriente
eléctrica a través del cuerpo y se calcula la impedancia del cuerpo al paso de
esta corriente. Esta impedancia es proporcional al agua corporal. Esta medida
del agua corporal se convierte a partir de ecuaciones en una estimación de la
grasa corporal y de la masa libre de grasa.
Tomografía axial computadorizada y resonancia nuclear magnética: la TAC y la RNM permiten una
valoración de la composición corporal global, por órganos y por regiones de
interés específico. Una de sus principales aplicaciones ha sido en la
valoración de la distribución de grasa a nivel abdominal.
Ambas técnicas nos permiten medir
separadamente el área de grasa intraabdominal y el área de grasa situada justo
por debajo de la piel o subcutánea. Esta distinción es importante porque es
precisamente la grasa localizada dentro del abdomen la que más se relaciona con
la principal complicación de la obesidad, la enfermedad cardiovascular.
4.- TRATAMIENTO
Igual que en otras enfermedades crónicas, en el tratamiento
de la obesidad es fundamental la implicación del enfermo y su entorno. El
equipo multidisciplinar ha de velar porque el enfermo entienda aquello que se
le propone y adecuar las recomendaciones de manera que el paciente las pueda
seguir de manera indefinida.
Esto necesitará el análisis de los hábitos de vida del
paciente y explorar conjuntamente qué opciones hay para el cambio. Finalmente
será necesario que el paciente entienda cuál es la evolución que podemos
esperar de su peso corporal.
Dieta
La dieta continúa siendo la piedra angular del tratamiento de
la obesidad. Hay diversas aproximaciones a la prescripción del plan dietético,
de todas maneras la más extendida es plantear una reducción entre 500 y 1.000
quilocalorías respecto al consumo calórico habitual.
Una reducción calórica de esta magnitud nos habría de
permitir conseguir una pérdida de peso de alrededor de 0,5 a 1 kg por semana.
Además, es una reducción moderada y, por tanto, posible de seguir tanto a corto
como a largo plazo.
Este planteamiento terapéutico necesita conocer con
profundidad los hábitos del paciente, por eso hay diversas estrategias. La más
habitual es pedir al paciente que restrinja de manera detallada lo que come
durante un periodo mínimo de tres días.
Alternativamente podremos preguntar al enfermo la frecuencia
con que come determinados tipos de alimentos o bien pedir que recuerde aquello
que ha ingerido en las últimas 24 horas.
Un análisis de estos datos ha de permitir plantear un plan
dietético individualizado, equilibrado y basado en los gustos del enfermo y su
entorno familiar. Muchas veces no será necesario hacer cambios radicales en los
hábitos alimentarios que ya seguía el paciente. Cambios en la proporción de la
ingesta de diferentes alimentos o en la manera de cocinarlos puede ser
suficiente.
En los últimos años se ha discutido mucho sobre si los
cambios en la dieta han de ser cuantitativos o sólo cualitativos.
Se ha propuesto que la reducción calórica podría ser
conseguida a partir de la reducción exclusiva del consumo de grasas. La grasa
es el nutriente con más calorías por gramo y en general nuestras dietas tienen
un elevado porcentaje de grasas.
Otros autores han sugerido el aumento en el consumo de
proteínas. Esta propuesta se basa en el elevado poder saciante de las
proteínas.
También se ha sugerido modificar el tipo de hidratos de
carbono de la dieta y favorecer el consumo de aquellos con menos índice
glicémico. Con ello, la secreción de insulina sería menor y potencialmente,
también, por tanto, el aumento de peso.
Éstas y otras propuestas, a pesar de que no son la primera
opción, pueden tener cabida en el tratamiento de la obesidad. Es importante que
el paciente obeso restrinja el consumo calórico. El éxito del tratamiento
dependerá sobre todo del hecho de que el enfermo mantenga la restricción
calórica a lo largo del tiempo.
Es importante entender que a medida que perdemos peso nuestro
organismo lucha por evitar que se vacíen los depósitos de energía. Eso hará que
normalmente la pérdida de peso se vaya amortiguando y más allá de los 6 a 9
meses el enfermo no pierda más peso.
En este momento la fase de pérdida de peso se ha acabado y
empieza la fase de mantenimiento del peso perdido. En esta fase el objetivo
será mantener tanto como sea posible el peso perdido. Por eso será necesario
mantener la restricción calórica.
Actividad física
Perder peso sólo a partir de la práctica de actividad es
difícil. De todas maneras, añadir actividad física al tratamiento dietético es
básico para mejorar la pérdida de peso y, sobre todo, para mantener el peso
perdido.
Nuevamente será importante conocer cuáles son los hábitos de
actividad física tanto en el tiempo libre como durante la actividad laboral.
Los pequeños cambios en la rutina cotidiana serán siempre más fáciles de
cumplir que incorporar nuevas actividades.
En la fase de pérdida de peso se deberían buscar hasta 60
minutos de actividad física moderada cada día. En la fase de mantenimiento del
peso perdido la actividad debería ser de 30 minutos cada día.
Educación sanitaria
Cambiar los hábitos no es sencillo. En las enfermedades
crónicas no es suficiente con el hecho de entregar al paciente un plan de
tratamiento, sino que es necesario ayudarlo a seguir este plan. En la obesidad,
al igual que en el tratamiento de otras enfermedades crónicas como la diabetes,
la educación sanitaria está adquiriendo un papel fundamental.
El objetivo del programa terapéutico será dotar al paciente
de estrategias para modificar sus hábitos dietéticos y de actividad física. La
educación sanitaria le ha de capacitar para modificar los estímulos externos
que facilitan la aparición y el mantenimiento de la obesidad.
Aspectos psicológicos
En la persona con obesidad muchas veces hay aspectos
psicológicos relevantes. Algunas situaciones de distrés emocional pueden
asociarse a la obesidad. Muchas veces, sin embargo, la misma obesidad tiene
consecuencias psicológicas y éstas dificultan el seguimiento del tratamiento.
Identificar los factores psicológicos es importante para el
éxito del tratamiento de la obesidad. Para iniciar el cambio de hábitos es
necesaria la motivación del enfermo. Muchas veces será necesario tratar
previamente los aspectos psicológicos que puedan dificultar el proceso de
cambio de hábitos. Finalmente, desde el punto de vista psicológico se pueden
ofrecer también estrategias que faciliten el cambio de hábitos a largo plazo.
Fármacos
El tratamiento farmacológico es un elemento más en el
tratamiento de la obesidad. Si decíamos que la educación sanitaria nos puede
ayudar a controlar los estímulos externos que favorecen la obesidad, los
fármacos nos ayudarán a controlar los estímulos internos. Parecería, pues, que
la combinación de ambas estrategias sería la mejor combinación.
Ningún fármaco tiene efectos mágicos. Su uso ha de ser en el
contexto de un programa de cambio de hábitos en la dieta y la actividad física
y están indicados en personas con un índice de masa corporal superior a 30
kg/m2 o en personas con un índice de masa corporal superior a 27 siempre y
cuando presenten enfermedades asociadas a la obesidad.
Está demostrado que estos fármacos son útiles tanto para la
pérdida de peso como para el mantenimiento del peso perdido. Habitualmente el
tratamiento con fármacos en el contexto de un programa de cambio de hábitos se
asocia a pérdidas de alrededor del 5 al 10% del peso inicial.
Actualmente disponemos de tres fármacos para el tratamiento
de la obesidad:
Sibutramina: modula nuestra sensación de hambre.
La serotonina y la noradrenalina son dos neurotransmisores que participan en
nuestro ponderostat. La sibutramina modifica el metabolismo de la serotonina y
la noradrenalina dentro de nuestro cerebro. Cuando aumenta su concentración se
facilita la saciedad, la sensación que nos lleva a acabar una comida.
Rimonabant: modifica la sensación de hambre y
diversos aspectos de nuestro metabolismo. Actúa reduciendo la actividad de un
receptor de cannabinoides llamado CB1. En el cerebro este receptor es
importante para modular aspectos de nuestro ponderostat relacionados con la
satisfacción por lo que comemos. Además hay receptores CB1 en diversos tejidos
de nuestro organismo donde controlan parte de nuestro metabolismo. Bloquear los
receptores CB1 facilita, pues, reducir la ingesta y mejorar el metabolismo de
la glucosa y el metabolismo de los lípidos.
Orlistat: modifica la absorción de grasa a
nivel intestinal. El orlistat inhibe la acción de una enzima que metaboliza los
lípidos a nivel intestinal. Inhibiendo la acción de la lipasa intestinal, se
reduciría en un 30% la absorción de los lípidos ingeridos y facilitaría así la
pérdida de peso.
El uso de fármacos va asociado al riesgo de que se presenten
algunos efectos secundarios. Esto no es exclusivo de los fármacos para el
tratamiento de la obesidad. Es un fenómeno universal, pero hay que tenerlo en
cuenta y discutirlo con el médico antes de iniciar el tratamiento.
Los principales efectos adversos más frecuentemente asociados
a los fármacos de que hemos hablado son los siguientes:
Sibutramina
Aumento de la tensión arterial sistólica o diastólica,
aumento de la frecuencia cardiaca, insomnio, boca seca y estreñimiento.
Estos efectos adversos aparecen entre un 7 y un 20% de casos.
Rimonabant
Depresión, ansiedad, irritabilidad y náuseas.
Estos efectos adversos aparecen aproximadamente en un 5% de
casos.
Orlistat
Incontinencia fecal y otros efectos gastrointestinales como:
deposiciones pastosas, urgencia fecal, aumento del ritmo deposicional o
deposiciones oleosas.
Los efectos gastrointestinales llevan a dejar el tratamiento
hasta en un 12% de casos.
Cirugía:
Las indicaciones actuales del tratamiento quirúrgico de la
obesidad son: índice de masa corporal superior a 40 kg/m2; índice de masa corporal
superior a 35 kg/m2 en presencia de enfermedades como la diabetes tipo 2,
hipertensión arterial, apneas del sueño o enfermedad osteoarticular
invalidante; obesidad establecida de larga evolución y no secundaria a
enfermedades endocrinológicas conocidas; fracaso del tratamiento conservador de
la obesidad; capacidad de entendimiento del procedimiento propuesto y de
seguimiento de un plan terapéutico.
Las técnicas para el tratamiento quirúrgico de la obesidad se
dividen en dos grandes grupos: restrictivas y malabsortivas. Las técnicas
restrictivas se basan en la reducción del volumen gástrico. De esta manera, la
restricción volumétrica impuesta comportará la restricción calórica necesaria
para adelgazarse.
La cirugía restrictiva más frecuente actualmente es la banda
gástrica ajustable.
Las técnicas malabsortivas son en realidad técnicas mixtas ya
que añaden al componente restrictivo un componente de bypass de una parte del
intestino. La reducción del área de contacto entre el alimento y el intestino
comportará una reducción de la absorción de nutrientes, es decir, de calorías.
Las más frecuentes son el bypass gástrico, seguido de la
derivación biliopancreática con cruzamiento duodenal.
En general, la cirugía restrictiva se asocia a una pérdida de
peso menor pero ofrece menos riesgo de complicaciones. Por contra, la cirugía
malabsortiva se asocia a más pérdida de peso con riesgo más elevado de
complicaciones quirúrgicas y nutricionales a largo plazo.
Hoy consideramos que el bypass gástrico es la técnica quirúrgica
de referencia al presentar el mejor equilibrio entre los resultados y la tasa
de complicaciones.
Se ha demostrado recientemente que el tratamiento quirúrgico
bien indicado y hecho por un equipo y un centro experimentado mejora la
expectativa de vida y reduce el riesgo de infarto de miocardio y cáncer en
personas con obesidad grave.
Se debe entender, sin embargo, que el tratamiento quirúrgico
de la obesidad se asocia a una tasa de mortalidad de alrededor del 1% y que las
complicaciones pueden presentarse hasta en un 10% de los casos.
Las complicaciones principales asociadas al tratamiento
quirúrgico de la obesidad varían en función de la técnica utilizada y de los
riesgos asociados a cada paciente. De todas maneras, las complicaciones
principales son las siguientes:
Precoces: de aparición los primeros 30 días: hemorragia
intraluminal o extraluminal, dehiscencia de la anastomosis gástrica,
gastroyeyunal o yeyunoyeyunal, infección de la herida quirúrgica y trombo
embolismo pulmonar
Tardías: de aparición más allá de los primeros 30 días:
obstrucción intestinal, necrosis intestinal, ulcus, síndrome dumping,
colelitiasis, hernia o eventración, déficits nutricionales
La cirugía de la obesidad no exime de seguir un plan
dietético y de actividad. En realidad, el cambio de hábitos ha de ayudar al
hecho de que la pérdida de peso sea óptima y a minimizar los riesgos de
problemas nutricionales.
Fuente:
www.forumclinic.org/es/obesidad/
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