EL GÉNESIS

EL GÉNESIS

Al explorar el relato de Génesis, es necesario recordar que éste aborda las cuestiones desde el punto de vista de personas que estuvieran en la Tierra. Por eso narra los acontecimientos como los habrían visto observadores humanos si éstos hubieran estado presentes. Esto se puede notar por la manera como trata los acontecimientos del cuarto “día” de Génesis. Allí se da una descripción del Sol y la Luna como grandes lumbreras en comparación con las estrellas. Por nuestros conocimientos modernos que nos han sido inculcados u obtenidos por la praxis, sabemos que una gran cantidad de estrellas son mucho mayores que nuestro Sol, y la Luna es insignificante en comparación con ellas, pero no para un observador que vivía en la Tierra aquellas épocas. Visto desde la Tierra, el Sol parece ser una ‘luz mayor que rige el día’, y la Luna una ‘luz menor que domina la noche’. (Génesis 1:14-18.)

Por la primera parte de Génesis, se infiere que la Tierra pudo haber existido por miles de millones de años antes del primer “día” de Génesis, aunque no dice por cuánto tiempo. Sin embargo, sí describe lo que era la condición de la Tierra precisamente antes que comenzara aquel primer “día”:

“Ahora bien, la tierra resultó sin forma y desierta y había oscuridad sobre la superficie de la profundidad acuosa; y la fuerza activa de Dios estaba moviéndose de un lado a otro sobre la superficie de las aguas”. (Génesis 1:2.)

De la cita anterior, tal vez el término “día” nos podría dar mayores luces sobre su duración. Para muchos, la palabra “día” usada en el capítulo 1 de Génesis significa 24 horas. Sin embargo, en Génesis 1:5 se dice que Dios mismo divide el día en un período más corto, y sólo llama día a la porción que tiene luz. En Génesis 2:4 a todos los períodos de creación juntos se llama un “día”: “Ésta es una historia de los cielos y la tierra en el tiempo de ser creados, en el día [los seis períodos de creación] que hizo Yahvé Dios tierra y cielo”.

La palabra hebrea yohm, traducida “día”, puede significar espacios de tiempo de diferente duración. Entre los significados posibles, el libro Old Testament Word Studies (Estudios sobre palabras del Antiguo Testamento), de William Wilson, incluye los siguientes:

“Un día; frecuentemente se pone por tiempo en general, o por un tiempo largo; todo un período que se esté considerando [...] También se pone día para una sazón o tiempo particular en que sucede cualquier acontecimiento extraordinario”.

Esta última oración parece aplicar bien a los “días” de la creación, porque ciertamente estos fueron períodos en que, según se describe, sucedieron acontecimientos extraordinarios. Esto también permite concebir períodos mucho más extensos que espacios de 24 horas.

El capítulo 1 de Génesis usa las expresiones “tarde” y “mañana” con relación a los períodos de creación. ¿No indica esto que estos períodos duraron 24 horas cada uno? No necesariamente. En algunos lugares la gente suele hacer referencia a la duración de la vida de un hombre como su “día”. Se habla del “día de mi padre” o de lo que pasó “en el día de Shakespeare”. Quizás hasta dividan ese “día” de la duración de la vida y digan: “en la alborada [o mañana] de su vida” o “en el ocaso [o tarde] de su vida”. Por eso, ‘la tarde y la mañana’, en el capítulo 1 de Génesis, no limita el significado a un período literal de 24 horas.

Entonces, “día”, como se usa en la Biblia, puede incluir verano e invierno, el paso de las estaciones (Zacarías 14:8). “El día de la siega” envuelve muchos días. (Compárese Proverbios 25:13 con Génesis 30:14.) Mil años son comparados con un día (Salmo 90:4; 2 Pedro 3:8, 10). El “Día de Juicio” abarca muchos años (Mateo 10:15; 11:22-24). Parecería razonable que los “días” de Génesis también pudieran haber abarcado extensos espacios de tiempo... milenios. Entonces, ¿qué aconteció durante aquellas eras de creación? ¿Es científico el relato de ellas que se suministra en la Biblia? A continuación se da un repaso de aquellos “días” como se expresa en Génesis.

El Primer “día”

“‘Llegue a haber luz.’ Entonces llegó a haber luz. Y empezó Dios a llamar la luz Día, pero a la oscuridad llamó Noche. Y llegó a haber tarde y llegó a haber mañana, un día primero.” (Génesis 1:3, 5.)

Por supuesto, el Sol y la Luna estaban en el espacio sideral mucho antes de este primer “día”, pero la luz de estos no llegaba a la superficie de la Tierra de modo que un observador terrestre pudiera verla. Ahora, evidentemente la luz llegó a la condición de hacerse visible sobre la Tierra en este primer “día”, y la Tierra, al girar, empezó a tener días y noches en alternación.

Aparentemente la luz llegó en un proceso gradual, que se extendió por un largo espacio de tiempo, no instantáneamente como cuando se enciende una bombilla eléctrica. La versión de Génesis por el traductor J. W. Watts refleja esto con las palabras: “Y gradualmente llegó a existir la luz” (A Distinctive Translation of Genesis [Una traducción distintiva de Génesis]). Esta luz provenía del Sol, pero el Sol mismo no podría divisarse a través de la nubosidad. Por eso, la luz que llegaba a la Tierra era “luz difusa”, como lo indica un comentario acerca del versículo 3 en la Emphasised Bible (Biblia Enfatizada) de Rotherham.

Segundo “día”

“‘Llegue a haber una expansión en medio de las aguas y ocurra una división entre las aguas y las aguas.’ Entonces procedió Dios a hacer la expansión y hacer una división entre las aguas que deberían estar debajo de la expansión y las aguas que deberían estar sobre la expansión. Y llegó a ser así. Y empezó Dios a llamar la expansión Cielo.” (Génesis 1:6-8.)

Algunas traducciones usan la palabra “firmamento” en lugar de “expansión”. Con esto como base se presenta el argumento de que el relato de Génesis copió ideas de los mitos de la creación que representan a este “firmamento” como una bóveda o cúpula metálica. Pero la Versión Moderna y la Versión Valera usan “expansión”. Esto se debe a que la palabra hebrea raqía‘, traducida literalmente como “expansión”, significa estirar o extender o expandir.

El relato de Génesis dice que Dios hizo aquello, pero no dice cómo. Sea como sea que haya ocurrido la separación que se describe, parecería que las ‘aguas de arriba’ hubieran sido empujadas desde la Tierra hacia lo alto. Y después se podría decir que las aves volaban en “la expansión de los cielos”, como se declaró en Génesis 1:20.

Tercer “día”

“‘Que las aguas debajo de los cielos se reúnan en un mismo lugar y aparezca lo seco.’ Y llegó a ser así. Y empezó Dios a llamar lo seco Tierra, pero a la reunión de aguas llamó Mares.” (Génesis 1:9, 10.)

Como siempre, el relato no describe cómo se hizo esto. Indudablemente tremendos movimientos de la corteza terrestre tendrían que haber estado implicados en la formación de las tierras emergidas. Los geólogos explicarían tales grandes levantamientos como catastrofismo. Pero Génesis indica dirección y control por un Creador.

En el relato bíblico en que se describe a Dios interrogando a Job en cuanto a lo que Job conocía de la Tierra, se da una descripción de una variedad de hechos relacionados con la historia de la Tierra: sus medidas, sus masas de nubes, sus mares y cómo las olas de estos fueron limitadas por el terreno seco... muchas cosas, en general, acerca de la creación, abarcando largos períodos. Entre estas cosas, al comparar la Tierra con un edificio, la Biblia dice que Dios hizo esta pregunta a Job: “¿En qué han sido hundidos sus pedestales con encajaduras, o quién colocó su piedra angular?”. (Job 38:6.)

Es interesante que la corteza de la Tierra, como “pedestales con encajaduras”, es mucho más densa bajo los continentes, y más aún bajo las cordilleras, y penetra profundamente en el manto que yace debajo, como las raíces de un árbol en el terreno. “La idea de que las montañas y los continentes tenían raíces ha sido sometida a prueba vez tras vez, y probada válida”, dice Putnam’s Geology (Geología, de Putnam). La corteza oceánica solo tiene 8 kilómetros (unas 5 millas) de densidad, pero las raíces continentales bajan por unos 32 kilómetros (20 millas), y las raíces de las montañas hasta aproximadamente dos veces eso. Y todas las capas de la Tierra presionan hacia dentro, hacia el centro de la Tierra, desde toda dirección, de modo que este llega a ser como una gran “piedra angular” de apoyo.

Prescindiendo de los medios que se hayan empleado para lograr el levantamiento de la tierra seca, el punto importante es este: Tanto la Biblia como la ciencia reconocen esto como una de las etapas en la formación de la Tierra.

El relato bíblico añade: “‘Haga brotar la tierra hierba, vegetación que dé semilla, árboles frutales que lleven fruto según sus géneros, cuya semilla esté en él, sobre la tierra.’ Y llegó a ser así”. (Génesis 1:11.)

Así, para el fin de este tercer período de creación se habían creado tres amplias categorías de plantas terrestres. La luz difusa habría adquirido notable potencia para entonces, suficiente para el proceso de fotosíntesis que tan vital es para las plantas verdes. De paso, el relato aquí no menciona toda clase o “género” de planta que se presentó en el escenario. Los organismos microscópicos, y las plantas acuáticas y otras no se mencionan específicamente, pero probablemente fueron creadas en este “día”.

Cuarto “día”

“‘Llegue a haber lumbreras en la expansión de los cielos para hacer una división entre el día y la noche; y tienen que servir de señales y para estaciones y para días y años. Y tienen que servir de lumbreras en la expansión de los cielos para brillar sobre la tierra.’ Y llegó a ser así. Y procedió Dios a hacer las dos grandes lumbreras, la lumbrera mayor para dominar el día y la lumbrera menor para dominar la noche, y también las estrellas.” (Génesis 1:14-16; Salmo 136:7-9.)

Anteriormente, en el primer “día”, se usó la expresión: “Llegue a haber luz”. La palabra hebrea que se usó allí para “luz” es ’ohr, que significa luz en sentido general. Pero en el cuarto “día”, la palabra hebrea cambia a ma ’ohr′, que significa la fuente de la luz. Rotherham, en una nota al pie de la página sobre “Luminaries” (lumbreras) en la Emphasised Bible (Biblia Enfatizada), dice: “En el vers. 3, ’Ôr [’ohr], luz difusa”. Entonces pasa a mostrar que la palabra hebrea ma ‘ohr′, en el versículo 14, significa algo “que suministra luz”. En el primer “día”, evidentemente la luz difusa penetró a través de las bandas o envolturas de nubosidad, pero un observador terrestre no podría haber visto las fuentes de aquella luz debido a las capas de nubes que todavía envolvían la Tierra. Ahora, en este cuarto “día”, parece que la situación cambió.

Puede ser que una atmósfera inicialmente rica en dióxido (o bióxido) de carbono haya causado un clima caluroso por toda la Tierra. Pero el lujuriante crecimiento de la vegetación durante los períodos de creación tercero y cuarto absorbería parte de esta envoltura de dióxido de carbono que retendría el calor. A su vez, la vegetación despediría oxígeno... un requisito para la vida animal.

Ahora bien, si hubiera habido un observador terrestre, este pudiera haber discernido el Sol, la Luna y las estrellas, que ‘servirían de señales y para estaciones y para días y años’ (Génesis 1:14). La Luna indicaría el paso de los meses lunares, y el Sol el paso de los años solares. Las estaciones que ahora ‘llegaron a ser’ en este cuarto “día” indudablemente habrían sido mucho más benignas o templadas de lo que más tarde llegaron a ser. (Génesis 1:15; 8:20-22.)

Quinto “día”

“‘Enjambren las aguas un enjambre de almas vivientes y vuelen criaturas volátiles por encima de la tierra sobre la faz de la expansión de los cielos.’ Y procedió Dios a crear los grandes monstruos marinos y toda alma viviente que se mueve, los cuales las aguas enjambraron según sus géneros, y toda criatura volátil alada según su género.” (Génesis 1:20, 21.)

Es interesante notar que se llama “almas vivientes” a las criaturas no humanas con las cuales las aguas habían de enjambrar. Este término también aplicaría a las “criaturas volátiles [que vuelan] por encima de la tierra sobre la faz de la expansión”. Y también abarcaría las formas de vida marina y aérea, tales como los monstruos marinos, cuyos fósiles los científicos han hallado en tiempos recientes.

Sexto “día”

“‘Produzca la tierra almas vivientes según sus géneros, animal doméstico y animal moviente y bestia salvaje de la tierra según su género.’ Y llegó a ser así.” (Génesis 1:24.)

Así, en el sexto “día” aparecieron animales terrestres caracterizados como salvajes y domésticos. Pero este “día” final no había terminado. Habría de venir un último, y notable, tipo o “género” de vida:

“Y pasó Dios a decir: ‘Hagamos un hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza, y tengan ellos en sujeción los peces del mar y las criaturas volátiles de los cielos y los animales domésticos y toda la tierra y todo animal moviente que se mueve sobre la tierra.’ Y procedió Dios a crear al hombre a su imagen, a la imagen de Dios lo creó; macho y hembra los creó”. (Génesis 1:26, 27.)

Como se puede apreciar, se narra sencillamente el advenimiento del hombre, todo empieza en cierto punto durante el tercer “día”, después de la aparición de la tierra seca, pero antes de la creación de las plantas terrestres, y añade detalles relacionados con la llegada de los humanos... Adán el alma viviente, el jardín que le servía de hogar, Edén, y la mujer Eva, su esposa. (Génesis 2:5-9, 15-18, 21, 22.)

Lo anterior se ha presentado para ayudarnos a entender lo que dice Génesis. Y este relato tan realista indica que el proceso de creación continuó durante un espacio de tiempo de, no simplemente 144 horas (6 × 24), sino durante muchos milenios de tiempo.

A varias personas se les hace dificultoso aceptar este relato de la creación. Presentan el argumento de que este se deriva de mitos de la creación procedentes de pueblos antiguos, principalmente los de la antigua Babilonia. Sin embargo, como señaló un diccionario bíblico reciente: “Todavía no se ha encontrado ningún mito que se refiera explícitamente a la creación del universo” y los mitos “están marcados por politeísmo y las luchas de deidades por la supremacía, en señalado contraste con el monoteísmo hebraico de [Génesis] 1-2”. Con relación a las leyendas babilónicas de la creación, los encargados del Museo Británico declararon: “Los conceptos fundamentales de los relatos babilónico y hebreo son esencialmente diferentes”.

Por lo que hemos considerado, resulta que el relato de Génesis sobre la creación es un documento de solidez científica. Revela a las categorías mayores de las plantas y los animales, con sus muchas variedades, reproduciéndose solo “según sus géneros”. El registro fósil suministra confirmación de esto. De hecho, indica que cada tipo o “género” de vida apareció de súbito, sin verdaderas formas de transición que conectaran a cada tipo de vida con otro “género” anterior, como lo que requeriría la teoría de la evolución.

Todo el conocimiento de los sabios de Egipto no pudiera haber suministrado a Moisés, el escritor de Génesis, clave alguna respecto al proceso de la creación. Los mitos de la creación procedentes de los pueblos antiguos no tenían ningún parecido con lo que Moisés escribió en Génesis. Entonces, ¿de qué fuente aprendió Moisés todas estas cosas? Aparentemente, de alguien que estuvo allí.


Teoría de las Probabilidades aplicadas al Génesis

La ciencia de las probabilidades matemáticas ofrece prueba notable de que el relato de la creación que se halla en Génesis tiene que haber venido de una fuente que tuviera conocimiento de los sucesos. El relato enumera 10 grandes etapas en este orden:

1) Un principio; 2) una Tierra primitiva en oscuridad y envuelta en gases pesados y agua; 3) luz; 4) una expansión o atmósfera; 5) grandes áreas de tierra seca; 6) plantas terrestres; 7) el Sol, la Luna y las estrellas discernibles en la expansión, y el comienzo de las estaciones; 8) monstruos marinos y criaturas volátiles; 9) bestias salvajes y domésticas, mamíferos; 10) el hombre.

La ciencia concuerda en que estas etapas se presentaron en este orden general. ¿Qué probabilidades hay de que el escritor de Génesis simplemente adivinara este orden? Las mismas que habría si usted escogiera al azar los números 1 a 10 de una caja, y los sacara en orden consecutivo. La probabilidad de hacer esto en la primera tentativa es de ¡1 sobre 3.628.800! Por eso, no es realista decir que el escritor sencillamente enumeró por casualidad en el orden correcto los acontecimientos ya mencionados sin conseguir los datos de alguna fuente.


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