LA FAMILIA NATURAL, PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD. PERCY ZAPATA MENDO.
LA
FAMILIA NATURAL, PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD
Por: Nicolás
Jouve
Los
ataques contra la familia natural, constituida por varón, mujer y sus hijos,
son constantes a través de la mayoría de los medios periodísticos en nuestro
país, que para respaldar sus simpatías, citan o conceden entrevistas a
periodistas, políticos o actores, que hablan de la necesidad que nuestra
sociedad sea más permisiva hacia la minoría homosexual, pues se está vulnerando
sus “derechos fundamentales”, asimismo se habla de la familia como una
“Institución en Crisis” y que requiere de actualizarse en su concepción como en
“los países civilizados”.
La
revista The Ecologist dedicó su último número de 2010 a la Familia, y en el
Editorial de su presentación afirmaba: «Una
concepción ecológica de la familia nos llevaría a verla como un todo orgánico.
Un todo que une lo biológico con lo emocional y lo espiritual. Además de lo
genético, claro. Algunos nos quieren convencer de que dos hombres que adoptan a
un niño (y que luego se divorcian y se vuelven a casar, con un resultado de un
niño con cuatro padres varones y ninguna madre) es una familia… Lo que sí es
importante es analizar de qué manera, en la medida en que una sociedad pierde
sus estructuras tradicionales, sea la sociedad que sea, tenga el origen que tenga,
las consecuencias son nefastas y afectan a muchos ámbitos diferentes… ¿Cómo
reintegrarnos a ese mundo natural si seguimos destruyendo la familia, que es el
núcleo ecológico por excelencia de la especie humana? Ya sólo nos quedan, al
menos en Occidente, familias cada vez más atomizadas y desestructuradas… La
familia nos conecta con el pasado y nos recuerda que, sin presente, no hay
futuro. Sin familias, sólo queda soledad, negocios y tristeza»
No
es difícil llegar a la conclusión de que siendo la familia una institución
necesaria –la más valorada en cualquier tipo de encuestas- está siendo objeto
de ataques bajo la injustificada suposición de que es una institución obsoleta en
su concepción y que coarta la libertad de las minorías homosexuales en un mundo
como el actual, marcado por el individualismo y la cultura del yo.
A
ello han contribuido no solo las corrientes filosóficas postmodernistas
dominantes, sino también el desarrollo científico, especialmente con los
extraordinarios avances de la Biología y la Medicina durante la última mitad
del siglo XX, que han aportado un nuevo marco social de dominio sobre la
naturaleza humana en el aspecto sexual y reproductivo. En este sentido, las dos
novedades más notables han sido la irrupción de los métodos anticonceptivos y
la tecnología de la fecundación in vitro, que han permitido las relaciones
sexuales sin hijos y los hijos sin relaciones sexuales (in vitro). Esto unido a
la corriente de liberación de la mujer y la «ideología de género», ha dado paso
a los nuevos modelos de familia y ha conducido a nuevas pautas de
comportamiento social y cultural, provocando un abandono del sentido natural y
también cristiano de la familia.
Dada
la tendencia al materialismo y la influencia de los avances científicos en este
campo deberíamos enfrentarnos a este problema de la crisis de la familia y de
la sociedad con una llamada de atención de que lo que está ocurriendo va en
contra del hombre, no solo desde el punto de vista filosófico y teológico, sino
incluso desde el punto de vista biológico, lo cual solo puede conducir a la
destrucción de las conquistas sociales y culturales del ser humano Homo
sapiens, la única especie que vive su vida de forma consciente y en la que se
supone domina la racionalidad sobre el instinto.
Por
ello me gustaría señalar cuatro puntos a favor de la familia natural, como
«patrimonio de la humanidad» y que sería bueno se promovieran a nivel social:
a)
Naturalmente somos seres sexuados.
Cada ser humano existe como hombre o como mujer y no podemos eludir esta
naturaleza real biológica, física y psíquica de cada uno. Hay que insistir
-contra lo que sostiene la ideología de género-, en que la dimensión sexuada no
es un atributo, un elemento cultural, un concepto abstracto o una opción
voluntaria. La masculinidad o feminidad de cada uno es inseparable de cada
persona humana por su propia naturaleza biológica –XX o XY- y además es una
realidad que adquiere todo su sentido en la necesidad de la complementariedad
física y psíquica para la continuidad de la especie y para el desarrollo como
personas.
b) Por naturaleza somos seres
familiares. El individualismo va en
contra de la naturaleza humana. La familia es la estructura natural y básica de
la sociedad, a la que se debe nuestro éxito evolutivo y cultural. Es el lugar
natural en el que el hombre viene a la vida y aprende a ser humano. La familia
fue en el pasado y lo ha sido siempre una escuela de humanidad. Es el entorno
natural en que cada persona desarrolla su formación intelectual y moral. Es
además el marco existencial adecuado en el que conviven los padres con los
hijos y con los abuelos, en una comunidad de adhesión benefactora y basada en
vínculos de amor recíproco y protección mutua. Una comunidad en la que tanto
los padres como los hijos crecen en el afecto y los más pequeños reciben las
primeras instrucciones y se educan para ser miembros útiles para la sociedad.
c) Somos por naturaleza seres sociales. En la evolución biológica y cultural de la especie
humana, la familia, y la sociedad basada en la familia, han sido factores
decisivos para la humanización. La familia es la célula de la sociedad en la
que los padres educan a los hijos para que sean miembros útiles para la
sociedad en los valores propios de los seres humanos, libertad, justicia y
amor. La vida familiar y social, en contra del individualismo, es parte
sustancial de nuestra naturaleza humana como especie y por ello «patrimonio
natural de la humanidad». La organización social, fruto de la racionalidad y de
las cualidades intelectuales del hombre han sido determinantes de la evolución
cultural y dominio de la naturaleza, en contraste con otras especies a las que
a veces se trata injustificadamente de elevar a la condición humana.
d) Tras reconocer las dimensiones
biológica, familiar y social del ser humano, el cuarto elemento inherente al
hombre y que alcanza su máxima expresión en el matrimonio y en la familia
natural es el amor. El ser humano está hecho para amar. Como bien señalaba Juan Pablo II: «La sexualidad
humana… comporta «la capacidad de expresar el amor: ese amor precisamente en el
que el hombre-persona se convierte en don y –mediante este don– realiza el
sentido mismo de su ser y existir». De forma parecida, el papa emérito
Benedicto XVI afirma que «…el amor generoso e indisoluble de un hombre y una
mujer es el marco eficaz y el fundamento de la vida humana en su gestación, en
su alumbramiento, en su crecimiento y en su término natural».
Esto
mismo lo expresaba el genetista americano de origen ucraniano, Theodosius
Dobzhansky (1900-1975), cuando señalaba que el comportamiento ético es innato
en el hombre, en cada persona, y que se fraguó en la especie humana del mismo
modo que muchas de sus peculiaridades físicas, por «selección natural». Opinaba
que lo más genuino y elevado de la ética humana es el mandamiento del amor
universal y el servicio a los demás, que se centra en la familia como célula de
la sociedad.
La
prueba del carácter biológico del comportamiento ético está en la relación de
beneficio mutuo y el altruismo como rasgos inherentes a la propia familia y a
ser humano. Esto nada tiene que ver con la idea de que la familia es
simplemente un espacio vital y una suma de individuos. Lo propio de la familia es el amor que se
traduce en el desvelo por los hijos o por los abuelos, los dos polos de la
vida, incluso con privaciones por parte de los padres, lo que tiene un
significado y es el fundamento de la eficacia biológica de la especie. Es
evidente que este comportamiento es genuinamente humano y ha sido determinante
del éxito evolutivo del Homo sapiens, siendo genéticamente favorecido y por
tanto progresivamente implantado de forma natural en nuestra especie,
sencillamente porque para la supervivencia es mejor la protección de la prole,
la defensa de la vida y todo aquello que contribuya a la mejoría de las
condiciones de subsistencia de la especie, como la educación, la atención, la
generosidad y el cuidado de los hijos. La sociedad no habría sobrevivido
probablemente sin la experiencia de estos valores. Pero sobre todo para la
supervivencia de la especie es necesario el respeto a la vida.
La
familia, como institución natural, cultural y afectiva, debe considerarse
inherente a la condición humana, patrimonio natural de la humanidad.
Referencia
·
Nicolás Jouve,
Catedrático de Genética de la Universidad de Alcalá de Henares, publicado en
Páginas Digital.
·
http://www.paginasdigital.es/v_portal/informacion/informacionver.asp?cod=4935&te=15&idage=8970&vap=0&npag=1
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