LOS SUEÑOS DE UN GOBIERNO MONÁRQUICO PARA EL PERÚ, DEL LIBERTADOR DON JOSÉ DE SAN MARTÍN. PERCY ZAPATA MENDO.
LOS SUEÑOS DE UN GOBIERNO MONÁRQUICO PARA EL PERÚ, DEL LIBERTADOR DON JOSÉ DE SAN
MARTÍN
Antes de llegar al Perú, San Martín ya tenía un largo
historial de sentimientos monárquicos que se fueron confirmando por sus
observaciones de anarquía luego de la independencia de algunos territorios
americanos, especialmente del Río de la Plata. Pensaba que un proyecto
monárquico era el mejor remedio para evitar el desorden. Una monarquía
autoritaria y centralizada a la manera de un despotismo ilustrado que buscara
elevar la cultura la calidad de vida de las personas.
Su
experiencia en la guerra por la independencia lo había convencido que los
americanos aún no estaban preparados para vivir en una forma republicana de
gobierno. En Chile, intentó sin éxito que sus ideas fueran aceptadas pero
sintió que en el Perú estaba su oportunidad. No en vano aquí en Lima se
encontraba la aristocracia más numerosa del continente.
¿Pero
acaso San Martín pensaba fundar un Reino en el Perú y nombrarse a sí mismo
soberano? Nada más alejado de la verdad. En todo momento, demostró no tener
ambiciones personales. Quería la independencia pero también evitar a toda costa
la anarquía. Los peruanos, según San Martín, no tenían experiencia de
autogobierno, además la mayor parte de la población no era ilustrada y vivía en
condiciones económicas muy precarias.
Fue
en la Conferencia de Punchauca donde por vez primera San Martín expuso sin
éxito sus planes monárquicos a los realistas. Pero más adelante, durante el
Protectorado, llevaría a cabo pasos más firmes para convencer que su proyecto
era el más adecuado a la realidad del Perú. Creó la "Orden del Sol"
-siguiendo el modelo de la Legión de Honor francesa- para condecorar a los que
prestasen servicios distinguidos a la Patria y así formar una aristocracia
peruana; también reconoció los títulos nobiliarios concedidos en España como títulos
del Perú; y, finalmente, envió una misión diplomática a Europa -presidida por
el canciller Juan García del Río e integrada por el comerciante inglés James
Paroissien- para buscar un Príncipe, Infante de Castilla de preferencia.
La
institución que se encargaría de sembrar la idea monárquica fue la Sociedad
Patriótica de Lima, fundada el 20 de enero de 1822, donde se llevaría a cabo el
primer debate político sobre la mejor forma de gobierno para el Perú. Esta
institución estuvo a cargo del principal colaborador del Protector, el
rioplatense Bernardo de Monteagudo, a quien secundaba el sacerdote venezolano
José Ignacio Moreno. El órgano de difusión de los debates de la Sociedad
Patriótica fue el periódico El Sol del Perú.
Sin
embargo, frente a todo este despliegue monárquico se fue formando un frente
liberal-republicano encabezado por José Faustino Sánchez Carrión, el célebre
“Solitario de Sayán”, quien, desde unas cartas firmadas con ese seudónimo, se
había opuesto firmemente a los planes sanmartinianos. Para él, la monarquía era
contraria a la dignidad del hombre: no formaba ciudadanos sino súbditos; es
decir, personas cuyo destino está a merced de la voluntad de un solo hombre, el
Rey. Sólo el sistema republicano podía garantizar el imperio de la ley y la
libertad del individuo; finalmente, reconocía que la república era un riesgo,
pero había que asumirlo.
Pero
Sánchez Carrión no estaba solo. Sus ideas eran también compartidas por Toribio
Rodríguez de Mendoza, antiguo redactor del Mercurio Peruano y rector del
Convictorio de San Carlos, Francisco Javier de Luna Pizarro, Manuel Pérez de
Tudela y Mariano José de Arce, entre otros. Ellos también desplegaron toda una
retórica en favor de la república y sus ideas quedaron expuestas en el
periódico La Abeja Republicana.
Pero
la monarquía no llegó a echar raíces en nuestro país, a pesar de todos los
esfuerzos de San Martín. España mismo la había desprestigiado. Para la mayoría
de los criollos liberales, la monarquía española -que era el ejemplo más
cercano que tenían- era intolerante y decadente. Lo mismo podía ocurrir en el
Perú.
De
otro lado, lo que pasaba en el Perú también desalentaba el proyecto. Por un
lado, el monárquico Monteagudo, como ministro del Interior, había desplegado
una imprudente política antiespañola en Lima: ordenó la confiscación de los
bienes de los peninsulares por considerarlos contrarios a la independencia y a
muchos los expulsó del país. Aparentemente, esto lo hacía con la aprobación de
San Martín.
¿Esa
actitud era acaso un preludio de la monarquía sanmartiniana? Muchos lo
entendían así. Por ello, mientras aumentaba el desprestigio de San Martín
también aumentaba la prédica republicana. Además, el ejército realista se
encontraba intacto y controlaba la mayor parte del territorio peruano. La
promesa de San Martín por libertar al Perú en su totalidad estaba cada día más
lejos...
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