¿LOS ALEMANES PODRÍAN HABER GANADO LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL?
¿LOS
ALEMANES PODRÍAN HABER GANADO LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL?
En
el verano de 1940, con Francia derrotada, Hitler intentó hacer la paz con
Inglaterra. Hitler sentía admiración por Inglaterra y odiaba tanto a Francia
como a la URSS. Pensaba que era factible un acuerdo entre los dos países en el
que Inglaterra dejase a Alemania las manos libres en Europa Central y Oriental,
mientras que Alemania no se inmiscuiría en las colonias, y tal vez no andaba
descaminado en sus apreciaciones, pues en 1940 había bastantes en el
establishment británico que querían una paz con Hitler y que temían más al
comunismo que al nazismo.
Una
vez que se vio que Inglaterra no se avenía a razones, Alemania tenía dos vías
para doblegarla, la directa y la indirecta.
La
directa consistía en la invasión, la famosa operación “León Marino”. Supongo
que el Alto Mando alemán nunca se tomó esa operación demasiado en serio. No
sólo había que desembarcar tropas en Inglaterra, sino que después había que
mantenerlas abastecidas. Cuando Göring sugirió que la Luftwaffe podía hacerse
cargo del problema inglés, supongo que muchos vieron el cielo abierto. No
habría que enfrentarse a la Navy inglesa, la más poderosa en aquel entonces.
La
Batalla de Inglaterra fue un despropósito desde el inicio. La autonomía de los
aviones alemanes era insuficiente: el combustible apenas sí les daba para
sobrevolar Inglaterra durante menos de una hora, largar las bombas y retirarse.
Además debían de combatir contra dos enemigos temibles: el radar y los cazas
Spitfire. La campaña alemana se centró inicialmente sobre los aeródromos
ingleses y las industrias y empezó a volverse preocupante para los ingleses.
Sin embargo, los alemanes cayeron en la tentación de Londres y en el ensueño de
que desmoralizando a la población civil mediante el terror aéreo podría sacar a
Inglaterra de la guerra.
Cuando
la Batalla de Inglaterra tuvo que darse por terminada en el otoño de 1940,
Alemania hubiera podido intentar la estrategia mediterránea, que el almirante
Räder y algunos en la Armada preconizaban y que habría entusiasmado a los
italianos: conquista de Gibraltar para cerrar el Mediterráneo; conquista de
Malta y ofensiva contra el Canal de Suez, que eventualmente habría podido
llegar hasta el pro-germano Iraq y sus campos petrolíferos. Esta estrategia
seguramente habría forzado la entrada en la guerra de EEUU, pero habrían tenido
que enfrentarse a una Alemania que sólo estaba luchando en un frente y que estaba
en posesión de más petróleo del que podía utilizar.
E
igualmente los estrategas alemanes nunca se tomaron en serio esta estrategia
mediterránea. Desde finales de 1940, Hitler había decidido que el siguiente
golpe sería contra la URSS. Las justificaciones que se dieron en su momento
fueron: privar a Inglaterra de toda esperanza de prolongar la guerra buscando
una alianza con la URSS y hacerse con las inmensas reservas soviéticas de
materias primas con vistas a una guerra que amenazaba con prolongarse.
Ambas
justificaciones resultan ridículas. Por un lado, la URSS ya tenía un pacto de
no agresión con Alemania y aunque Stalin no fuese de fiar y fuese pescador en
río revuelto, no hay indicios de que se propusiese romper el pacto. En los
archivos soviéticos aparecieron, tras la perestroika, planes militares que
preveían un ataque preventivo contra Alemania en Polonia. Sin embargo, parece
probable que esos planes no fuesen más que los típicos planes de contingencia
que todos los ejércitos preparan.
En
cuanto a la cuestión de las materias primas, Alemania entró en guerra con una
sorprendente falta de preparación económica. Aparentemente el mando nazi
pensaba que si estallaba un conflicto en Europa, ocurriría hacia 1942 o 43, no
en 1939 (1). No se les puede culpar por ese error de cálculo: si las
democracias occidentales habían permitido que se merendasen a la República
Checoslovaca, ¿Por qué pensar que la invasión de la dictadura militar polaca
iba a desencadenar un conflicto europeo? En todo caso, la URSS ya estaba
suministrando materias primas a Alemania.
La
verdadera justificación de la invasión de la URSS era ideológica. Desde siempre
Hitler había menospreciado a los pueblos eslavos y había visto en el Este el
área natural de expansión para la raza alemana. Hitler tenía flexibilidad
táctica, pero no estratégica. Era un buitre, que sabía captar en cada momento
cuál era el animal que estaba a punto de sucumbir. Pero carecía de flexibilidad
estratégica. Llevaba tantos años soñando con la expansión hacia el Este, que
era incapaz de ver que, con Inglaterra invicta, resultaba lo peor que podía
hacer.
Vender
la idea de la invasión de la URSS al Ejército alemán no fue difícil por dos
factores. El primero fue el pobre desempeño soviético en la guerra ruso-finesa
de 1939-40. Si los rusos sólo habían logrado la victoria frente a un enemigo
menor a base de pura superioridad numérica y muchas bajas, ¿qué podía esperarse
de un enfrentamiento con Alemania? El segundo fue una deficiente inteligencia.
Los servicios de inteligencia alemanes, que dejaron mucho que desear durante
toda la guerra, aquí se lucieron. Estimaron la fuerza militar soviética muy por
debajo de la realidad. Así en septiembre de 1941 los militares alemanes
descubrieron que ya llevaban aniquiladas tantas divisiones soviéticas como sus
agentes les habían dicho que existían y, sin embargo, seguían llegando tropas
al frente.
La
Operación Barbarroja fue un todo o nada. O Alemania noqueaba a la URSS antes
del invierno o se vería en problemas. Opino que Alemania tuvo posibilidades
reales de haber derrotado a la URSS, pero hubo tres factores que lo impidieron,
dos causados por los propios alemanes y otro, un imponderable:
Primero,
el imponderable: el tiempo. Las lluvias otoñales empezaron en 1941 demasiado
temprano y el invierno que las siguió fue de los más severos del siglo.
Los
otros dos factores fueron las deficiencias logísticas y la brutalidad.
Segundo:
Las victorias alemanas al comienzo de la II Guerra Mundial, la calidad de su
armamento y su superioridad táctica hace que nos olvidemos generalmente de una
cosa: logísticamente eran unos cenutrios y es en las cocinas donde se pierden y
se ganan las guerras. Increíblemente, parece que los planificadores alemanes no
habían pensado que en Rusia nieva y que el invierno podía pillarles a sus
muchachos en trincheras en torno a Moscú con temperaturas de 20 grados bajo
cero (2). Tampoco habían pensado que las carreteras rusas podían no estar
asfaltadas y que los ferrocarriles rusos podían dejar mucho que desear. Eso fue
lo que ocurrió y más de un soldado alemán pagó en forma de dedos la imprevisión
de sus superiores.
Tercero:
Si el tema logístico es de idiotas, lo de la brutalidad ya es de nota. No se
puede decir que el régimen estalinista despertase entusiasmos entre muchos
sectores de la población. Muchos ucranianos y bálticos, e incluso rusos,
hubieran podido simpatizar con cualquiera que les librase de Stalin. Con
cualquiera menos con los nazis. Los nazis entraron avasallando, por utilizar un
eufemismo. Desde los primeros días lanzaron campañas de exterminio de
comunistas y judíos y no hicieron ningún secreto de que su intención era hacer
de Rusia una colonia alemana, en la que los rusos que sobrevivieran serían los
criados y los campesinos; no los mayordomos, porque para eso ya tenían a los
rumanos. No es de extrañar que los rusos se galvanizaran. Stalin sería un
hijoputa, pero al menos era su hijoputa.
Con
el fracaso de la ofensiva final contra Moscú y la entrada en guerra de los
Estados Unidos, la suerte de la II Guerra Mundial estaba echada y ya sólo era
cuestión de tiempo ver cuánto tardaría Alemania en rendirse.
Notas:
(1)
Este hecho, es decir que la lógica indicase que la guerra no debía comenzar
hasta 1942 aproximadamente, es lo que ha provocado que, en no pocos libros, los
historiadores coqueteen con la idea de que Hitler estuviese gravemente enfermo.
En el búnquer berlinés, al final de sus días, tenía evidentes síntomas de
enfermedad, probablemente mal de Parkinson. Estas teorías señalan que Hitler lo
sabría a finales de los años treinta, y por eso adelantó las hostilidades.
Personalmente, creo más en la teoría de Tiburcio: simplemente, no calculó bien
las consecuencias de la invasión de Polonia.
(2)
La logística era el principal punto débil de la estrategia alemana. Una parte
nada desdeñable de las tropas alemanas atrapadas en la bolsa de Stalingrado no
había recibido nada más que ropas de verano.
Referencia:
Tiburcio
Samsa
http://historiasdehispania.blogspot.mx/
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