¿CAMBIA LA HISTORIA DEL PERÚ POR UNA NUEVA VERSIÓN DE LA CONQUISTA?
¿CAMBIA LA HISTORIA DEL PERÚ POR UNA NUEVA VERSIÓN DE LA CONQUISTA?
“A partir de los relatos hechos por los cronistas, y dejados
a las generaciones futuras sobre los sucesos acaecidos el 16 de noviembre de
1532 en la plaza central de la ciudad de Cajamarca, en el territorio del actual
Perú, cuando el conquistador español Francisco Pizarro, al mando de sus
hombres, dominó al monarca inca Atahualpa y todo su ejército, poniendo fin al
imperio del Tahuantinsuyo, siempre se ha dado por cierto, detalle más o menos,
lo que habría sucedido durante aquel fatídico día, y que dio inicio a una
sucesión de hechos que culminaron con la ejecución del Inca poco tiempo
después.
El correr de los años, conjuntamente con la periódica
aparición de nuevos relatos, crónicas y documentos de diferentes fuentes, que
versaban sobre lo sucedido, consolidó la condición de hecho histórico, en
principio irrefutable, de las alternativas que se vivieron en ese aciago día
del siglo XVI, más allá de pequeñas diferencias entre relato y relato,
dependiendo del origen de las fuentes. Si bien estas diferencias se hacen notar
a la hora de buscar elementos que ayuden a comprender a fondo los sucesos que
rodearon la captura de Atahualpa y su posterior ejecución, no configuran
elementos relevantes que modifiquen sustancialmente el hilo principal de la
historia ya conocida. Existen numerosos relatos, testimonios y documentos,
tanto de fuentes de origen indígena como española, oficiales y no oficiales,
como Guamán Poma de Ayala, el Inca Garcilazo, Tito Cusi Yupanqui, Francisco de
Jerez o Pedro Pizarro, entre muchos otros, que, a pesar de las posiciones
enfrentadas de sus autores, sólo difieren en detalles como si el Fraile
Valverde intentó frenar el ataque español en la plaza o lo incentivó, sobre la
forma en que Atahualpa se deshizo de la Biblia entregada por el religioso, cómo
fue la señal de Pizarro o la fecha exacta en que fue ejecutado el destronado
Inca.
Lógicamente, es esta una situación normal, ya que la misma
historia, a menudo es relatada por muchas personas: vencedores, vencidos,
testigos presenciales o no, místicos o escépticos, o interesados en instalar
determinados hechos en la historia por intereses particulares o políticos, y es
la tarea del historiador, interpretar, analizar y depurar toda la información
disponible, para intentar llegar lo más cerca posible de la verdad de los
hechos, cosa que, evidentemente, es muy difícil de alcanzar cuando se trata de
sucesos acaecidos varios siglos atrás.
Entonces, se entiende que sobre cualquier hecho histórico,
pueden existir siempre elementos propicios para el debate entre defensores de
diferentes posturas o interpretaciones, reforzando esa condición que tiene la
historia, siempre sujeta a la posibilidad de modificaciones, ante cualquier
nuevo descubrimiento que pudiere producirse en una biblioteca, un yacimiento
arqueológico, una colección privada, o en cualquier parte.
Pero aun así no resulta habitual que un descubrimiento de
este tipo, ponga en duda la veracidad de un hecho histórico que se tenía por
incontrastable desde hace siglos; es más, desde el mismo día de producido, como
ha sucedido con los sucesos de la plaza de
Cajamarca del 16 de noviembre de 1532 cuando tuvo lugar el trágico
encuentro entre el Inca Atahualpa y el conquistador extremeño Francisco
Pizarro.
Versión tradicional de
los hechos
Los hechos conocidos a través de las crónicas, dicen,
resumidamente, que en el mes de abril de 1532, Francisco Pizarro, al mando de
180 hombres arribaron a Tumbes, en el norte del actual territorio del moderno
Perú, donde confirmaron que se encontraban a las puertas de un importante
imperio, en el cual en ese momento tenía lugar una guerra fratricida entre
Huáscar y Atahualpa por la sucesión del poder, luego de la muerte de Huayna Cápac,
padre de ambos, en la que había vencido recientemente el segundo. Poco tiempo
después reanudaron la marcha en dirección al encuentro con Atahualpa, quien,
según les informaron los naturales, se encontraba en las cercanías de la ciudad
de Cajamarca o Caxamalca. Tres meses después, el 15 de noviembre de 1532,
finalmente arribaron a la pequeña ciudad, luego de una penosa marcha que
incluyó el cruce de los Andes. Atahualpa fue invitado por Pizarro a
entrevistarse con él en Cajamarca, y el Inca aceptó concurrir al encuentro al
día siguiente. Los españoles se apostaron en sus lugares durante toda la noche
a la espera de que, con la luz del día comenzara a acercarse el monarca inca
con su corte para cumplir con su cita. Cuando finalmente llegó, acudió a
recibirlo en la plaza central de la ciudad, Fray Vicente Valverde quien le
ofreció una Biblia y lo intimó a abrazar la fe católica y a someterse como
vasallo del emperador Carlos V, el todopoderoso monarca del imperio español.
Todo este episodio de la Biblia, se desarrolló ante una barrera poco menos que
infranqueable, que era la lengua que hablaba cada uno de los personajes que se
estaban entrevistando, quienes sólo contaron con la ayuda de unos interpretes
improvisados que poca colaboración pudieron prestar por causa de su escaso
conocimiento para cumplir con su cometido, y que hizo que desembocara en el
fastidio del arrogante Inca, quien terminó arrojando la Biblia al piso. Ante
esta afrenta, el fraile habría gritado: “Santiago, a ellos”, o “yo los
absuelvo”. Pizarro, desde su posición, dio la orden de atacar, y en un instante
se inició una auténtica masacre, en la que sólo murió uno del lado de los
españoles, y varios miles del lado de los indígenas, que terminó con la captura
del Inca Atahualpa. Muchos de los vasallos del Inca murieron en el ataque y
muchos otros lograron huir desesperados fuera de la plaza, lejos del alcance de
las armas de fuego y los caballos, los elementos foráneos que más asustaron a
los naturales. No existen datos precisos sobre el número de víctimas que
produjo el feroz ataque español; Francisco de Jerez, secretario de Pizarro y
testigo presencial de los hechos, afirmó en sus crónicas que fueron
aproximadamente unos 2.000, mientras que en otras crónicas, se eleva ese número
considerablemente, como en el relato de Tito Cusi Yupanqui, sobrino de
Atahualpa, que cita la cifra de 10.000 víctimas. Una vez prisionero de los
conquistadores, el Inca destronado, no tardó en comprender que más allá de
cualquier tema religioso o político, lo que verdaderamente motivaba las
acciones de los españoles era el oro, entonces, decidió ofrecer un rescate por
sí mismo, consistente en llenar una vez de oro y dos de plata, hasta donde
alcanzara su brazo, la estancia donde se encontraba recluido. Pizarro aceptó
gustoso el ofrecimiento, mandó hacer una marca en la pared hasta donde
alcanzaba el brazo del prisionero, y documentó todos los detalles del trato con
la presencia de un escribano.
Durante meses, el oro del rescate estuvo llegando desde
diversos puntos del imperio, cargado por
hombres y bestias a través de enormes distancias y altas cumbres. Así, el
depuesto Inca cumplió con el pago prometido, pero la respuesta de Pizarro fue
una mascarada de proceso judicial, acaso uno de los más infames de la historia,
en el cual, sólo existió una acusación, ya que los jueces, los testigos y la
defensa brillaron por su ausencia, y al final del cual se arribó a una
sentencia ya previamente decidida: la pena de muerte. La sentencia se llevó a
cabo el 29 de agosto de 1533, en la plaza central de Cajamarca.
Esta ejecución, que marcó el fin de uno de los más
importantes imperios que el mundo haya conocido, fue además el ámbito del
último choque entre grandes civilizaciones que conoció la historia de la
humanidad, y el paso final para el asentamiento de la historia colonial de
América.
¿Qué pudo haber sucedido
realmente? Los Documentos Miccinelli
¿Habrán sucedido realmente así los hechos? Veamos: En el año
1996, la historiadora italiana Laura Laurencich Minelli, profesora de historia
y Civilizaciones Precolombinas de la Universidad de Bolonia, dio a conocer en
el IV Congreso de Etnohistoria, en la ciudad de Lima, Perú, unos documentos,
conocidos como Documentos Miccinelli, cuyo contenido desvirtuarían
completamente la versión de los hechos acontecidos en Cajamarca, de acuerdo con
la versión tradicional, tenida por cierta desde hace siglos.
La historiadora tomó conocimiento en el año 1994 de la
existencia de estos documentos que pertenecían a la colección privada de la
profesora de lenguas clásicas Clara Miccinelli, de Nápoles, y que le habían
sido entregadas a su familia, más exactamente a su tío, el mayor Riccardo Cera,
por el duque de Aosta, Amadeo de Saboya, perteneciente a una rama colateral de
la familia reinante italiana, en el año 1927. Laurencich Minelli supo de estos
documentos cuando se topó con un libro llamado Quipu: el nudo parlante, cuya
autoría correspondía a la propia Miccinelli, Carlo Animato y Paolo Rossi. En el
mismo, se trataba sobre el complejo sistema de comunicaciones y archivo de
datos utilizado por los incas, basado en cuerdas anudadas estratégicamente, y
se reproducía parte de los documentos posteriormente dados a conocer en el
congreso. Si bien la profesora Laurencich Minelli, no había sabido de la
existencia de estos documentos hasta que casualmente se topó con ellos, se sabe
que ya muchos años atrás hubo historiadores interesados en dar a conocer su
contenido al mundo académico y científico, por ejemplo cuando el célebre
antropólogo y americanista francés Paul Rivet entabló negociaciones con la
familia Miccinelli alrededor de 1860 con el objeto de adquirir los documentos,
que finalmente no llegaron a buen puerto.
Los controvertidos documentos constan de dos partes o
cuerpos, ambos de origen jesuítico:1) Exsul Immeritus Blas Valera Populo y 2)
Historia et Rudimenta Linguae Piruanorum.
Si bien los documentos tienen autores y fechas diferentes,
tratan en general sobre los mismos acontecimientos, pero valiéndose de
diferentes elementos. Lo notable de los contenidos de estos documentos, radica
en que ofrecen datos nunca conocidos que contrarían algunos de los hechos que,
como ya se ha dicho, se tenían por ciertos desde hace mucho tiempo.
En primer lugar, el documento Exsul Immeritus Blas Valera
Populo, el más antiguo de ambos, habría sido escrito por el padre jesuita y
cronista Blas Valera, quien firma el
documento el 10 de mayo de 1618 en Alcalá de Henares, España. Este
hombre era un religioso mestizo a quien se adjudican varias obras literarias
desaparecidas actualmente, pero de quien no se conocen mayores detalles sobre
su vida. En este documento, conformado por numerosas cartas, anexos y dibujos,
Blas Valera proporciona datos autobiográficos, y otros numerosos datos,
apreciaciones e información diversa sobre la cultura incaica. En una de sus
secciones, Blas Valera expresa con vehemencia su condena a la aniquilación de
la civilización incaica por causa de la conquista española, da su versión de
los hechos, y considera que se deben llevar a cabo acciones a los fines de
instaurar un nuevo reino Inca-cristiano, dentro de los territorios de la Corona
española, y en cierta forma, él se constituye en el líder de un movimiento,
quizá con aspiraciones de revolucionario, que consideraba ilegítima la
conquista de Pizarro por haber sido obtenida por la traición y el engaño.
El segundo documento, el Historia et Rudimenta Linguae
Piruanorum, no fue escrito por Blas Valera, sino que fue confeccionado años
después de la muerte del religioso, por un grupo de jesuitas que por algún
motivo no quisieron darse a conocer y se identificaron solamente con sus
iniciales. En los documentos también se trata sobre temas referidos a la
ilegitimidad de la conquista española, y cuestionan duramente el derecho del
reino ibérico de mantener el poder sobre los territorios del Perú.
Por otra parte, este documento abre un gran interrogante
sobre la vida del jesuita, y su legado: teóricamente, de acuerdo a la historia
conocida hasta ahora, el jesuita Blas Valera, murió el 2 de abril de 1597, pero
dentro de los contenidos de estos textos, se afirma que en realidad, luego de
una serie de sucesos entre los cuales se incluye su destierro del Perú, pero no
por un asunto de mujeres, como se tenía por cierto hasta ahora, sino por
herejía y subversión política, lo que habría desembocado en su muerte civil, y
un posterior regreso al territorio andino en 1599, falleció en realidad en 1619
en España. Durante su última estadía en las tierras del extinto imperio de sus
ancestros, habría escrito una obra de gran envergadura sobre la cultura de los
incas, conocida como Nueva Crónica y Buen Gobierno, mundialmente conocida y
apreciada en la actualidad, pero atribuida hasta ahora al mestizo Guamán Poma
de Ayala.
Esta obra es de características monumentales, debido al
importante y extenso contenido que posee, y que incluye unos trescientos
dibujos que ilustran con maestría episodios, historia, vida y costumbres del
pueblo de los incas, y que fueron elemento importante para componer los
actuales conocimientos que se tienen sobre esta civilización.
De acuerdo con el texto de los documentos, Guamán Poma de
Ayala habría firmado un contrato, que forma parte de los documentos, en el que
se había comprometido a prestar su nombre para figurar como autor de la obra,
en lugar de sus “verdaderos” autores, los jesuitas Blas Valera, quien se
encontraba muerto jurídicamente desde el año 1597, y Gonzalo Ruiz, quien sería,
según los documentos Miccinelli, el autor de los dibujos.
La Nueva Crónica fue concluida en el año 1615, cuatro años
antes de la supuesta muerte real de Blas Valera, y se confeccionó en forma de
carta para el rey Felipe III de España. Rápidamente su rastro se perdió durante
siglos hasta que recién en 1908 fue descubierta en la Biblioteca Real de
Dinamarca, en la ciudad de Copenhague por el investigador alemán Richard
Pietschmann, en cuyos registros figura como ingresada entre los años 1784 y
1786. Recién fue publicado su facsímil por primera vez en el año 1936, y en la
actualidad puede consultarse en un sitio web dedicado exclusivamente a este
trabajo, en http: //www.kb.dk/elib/mss/poma/, una excelente página realizada
por la Biblioteca Real de Dinamarca.
Uno de los elementos más importantes de toda esta
documentación, lo constituye el más antiguo de todos los documentos agregados,
la carta de Francisco de Chaves al rey, incluida en el Exsul Immeritus, fechada
el 5 de junio de 1533, que es justamente el documento que más pone en tela de
juicio la veracidad de los hechos que supuestamente ocurrieron en la plaza
central de Cajamarca, aquel día en que fue capturado el Inca Atahualpa.
Francisco de Chaves era un soldado de la hueste de Pizarro que presenció in
situ la captura y ejecución del Inca depuesto, y habría procurado defenderlo de
sus compañeros, sin éxito. Ante sus encontrados sentimientos opuestos al
accionar de Pizarro, diez días después de la ejecución de Atahualpa, Chaves
habría decidido escribir una carta al rey, contándole todo lo que había visto:
la verdadera forma en que se habría capturado al monarca Inca, el saqueo que se
estaba practicando sobre las tierras conquistadas, el robo de Pizarro y sus
hermanos del Quinto Real, perteneciente al Rey, y la feroz censura ejercida por
el conquistador para que nada de lo sucedido pudiera hacerse público. Sin
muchas posibilidades de dar curso a esa carta, se la entregó a Luis Valera,
pariente de Blas Valera, por el año 1535 durante la expedición de Almagro a
Chile, de la cual Chaves formó parte, por haberse alineado en su hueste, en
contra de los Pizarro. De hecho, se tiene por muy probable que Francisco de
Chaves habría escrito una relación de los hechos, pero estas crónicas se
encuentran perdidas, y de esta manera, esta carta, recién presentada a la
comunidad académica y científica internacional en el año 1998, constituye el
único testimonio conocido hasta nuestros días que levanta la voz en este tono
contra de Francisco Pizarro y sus hermanos. Algo verdaderamente llamativo.
Veamos, entonces, cómo se desarrollaron los sucesos de
Cajamarca, de acuerdo a la versión de la carta de Chaves: Según los testimonios
vertidos en esta misiva, Pizarro no sólo no capturó por las armas al Inca
Atahualpa, sino que jamás habría tenido lugar la tristemente célebre batalla en
la plaza de Cajamarca que se desató cuando se propusieron capturar al monarca
indígena, en aquel 16 de noviembre de 1532.
De acuerdo a lo testimoniado por Chaves, Francisco Pizarro
habría urdido un plan para engañar maliciosamente al Inca y deshacerse de toda
su plana mayor de un solo golpe, mediante una trampa. El ardid habría
consistido en invitar al Inca y todos sus principales a celebrar un brindis.
Luego de haber aceptado el convite, todos los invitados habrían sido servidos
con vino moscatel envenenado, provocando de esta forma una muerte masiva de la
plana mayor indígena, y capturando luego al desprotegido Inca Atahualpa, quien
no habría sido convidado con la bebida envenenada para mantenerlo con vida
hasta que ya no lo necesitaran. El mortal brebaje habría sido preparado por
tres frailes dominicos que viajaban con la hueste, fray Vicente Valverde, fray
Juano de Yepes, y fray Reginaldo de Pedraza, quienes lo habrían elaborado
mezclando el vino moscatel con rejalgar (trisulfuro de arsénico). Cabe destacar
que en el documento Exsul Immeritus se aprecia, en una de sus páginas, un
dibujo que ilustra al dominico Juano de Yepes conduciendo un carro tirado por
una bestia, que carga el vino moscatel envenenado destinado a asesinar a los
incas. Chaves afirma que ya desde antes de partir de Panamá se había urdido el
plan, al punto que manifiesta que se cargaron en los navíos cuatro toneles de
vino moscatel envenenado para usarlo cuando fuera necesario, y que los frailes
comentaban con el extremeño a menudo sobre el plan, a lo largo del viaje hacia
el Perú. Además, afirma que fray Yepes fue asesinado posteriormente por el
mismo Francisco Pizarro con un puñal, aparentemente por la voluntad del fraile
de denunciar el complot, quizá arrepentido de haber formado parte de él desde
el principio. Otro elemento que agrega para inculpar a Pizarro, es que cuando Atahualpa
se vio sólo y derrotado, solicitó formalmente, desde su condición de
monarca, que fuera trasladado ante
Carlos V, pedido que fue denegado de plano por el capitán extremeño.
Proporciona, además los nombres de cada uno de los compañeros de Pizarro con
quienes se apropió del Quinto Real perteneciente a su majestad.
Esta carta, cuenta además con dos notas, una del Lic. Polo de
Ondegardo corregidor del Cusco, quien tiene que haberla tenido en su poder
entre 1559 y 1560, y que dice "No es cosa", forma para recomendar no
tenerla en consideración, y luego estampó su firma. La otra es del P, José de
Acosta, que fue Provincial del Perú, que anotó, entre 1576 y 1581:
"Non D.D. ExSimus”, lo que significa “no se entregó a la
persona a la cual estaba dirigida”.
En apoyo de la autenticidad de la carta de Chaves, se cita la
existencia de otras dos cartas que el Lic. Francisco de Boan, dirigió a don
Pedro Fernández de Castro, Conde de Lemos, virrey de Nápoles (1610-1616), ex
virrey del Perú, fechadas respectivamente en la Ciudad de los Reyes, actual
Lima, el 28 de marzo de 1610 y el 31 de octubre de 1611. El contenido de estas
cartas que la historiadora italiana Francesca Cantú habría hallado
recientemente en el Archivio di Stato di Napoli, y que no están relacionadas a
los documentos Miccinelli, tratan los mismos temas en discusión a raíz de la
carta de Chaves, y están acompañadas de un curioso dibujo que representa a
Chaves sentado en una silla, escribiendo la carta al rey en la que denuncia a
Pizarro. Este dibujo habría sido realizado por el mismo autor de los dibujos de
la Nueva Crónica.
El texto de la primera carta testimonia cómo la censura
instaurada por Francisco Pizarro no logró plenamente el objetivo esperado ya
que fue burlado por el relato del capitán Francisco de Cháves, como testigo del
envenenamiento del Inca y su plana mayor, perpetrado por Pizarro en Cajamarca,
y se muestra algo preocupado por el recuerdo popular que aún se mantenía en ese
momento sobre: “ el capitán Francisco de Cháves, de los de la primera
conquista, que denunciaron al marqués Pizarro y sus compañeros por matar a los caudillos
del tyrano Atagualpa con veneno...”
En la segunda carta, el Lic. Boan, relata cómo debió llevar
adelante una detallada investigación de las relaciones escritas sobre la
conquista y manifiesta que gracias a esa labor encontró una memoria de las
hazañas de Cajamarca no sometida a censura, que fuera escrita por el hidalgo
Alonso de Briceño, en la cual se denuncian exactamente los mismos asuntos
denunciados por Cháves en su carta al rey. Esto es: el envenenamiento de Atahualpa
y sus acompañantes por parte de Pizarro, así como las falsas cuentas de Riquelme
y Salcedo. Además, brinda los nombres de un nutrido grupo de soldados que estuvieron
en contra del accionar del capitán y sus hermanos: Francisco de Cháves, Diego de
Mendana, Diego Mendez, Rodrigo Orgonez, García Martín, J. de Padilla, Diego de Aguilera,
Hernando de Mercado, Rodrigo de Ibarra, Francisco de Albarrán. Así, esta carta reafirma
la versión de los contenidos en la carta de Francisco de Cháves, y establece
que aparentemente no sólo esta misiva se habría escapado de la censura, sino
también otros escritos como esta Memoria de Alonso de Briceño, que Boán le
agrega al Virrey que tiene en sus manos y que conviene destruirla. Claro está
que este documento no existe en la actualidad.
Controversia en torno a
la autenticidad de los documentos
Al darse a conocer estos documentos, nació al mismo tiempo
una encendida polémica sobre los defensores de la autenticidad de los mismos y
sus detractores, lo que dio lugar a un coloquio internacional que se llamó
Guamán Poma y Blas Valera. Tradición Andina e Historia Colonial, y que se llevó
a cabo en el Instituto Ítalo-Latinoamericano de Roma los días 29 y 30 de
Septiembre de 1999. A este encuentro acudieron personalidades del ambiente
académico y científico de diversas partes del mundo, especialmente del Perú, ansiosos
por poder tomar contacto con los documentos Miccinelli, pero la polémica no
cesó con la celebración del congreso, ya que los detractores de los escritos se
manifestaron insatisfechos con lo presentado por Laura Laurencich Minelli,
afirmando que no tuvieron oportunidad de analizar los documentos debidamente
para comprobar su autenticidad, y que el congreso no agregó nada a lo que se
conocía hasta el momento.
En contra de esta postura negativa hacia los documentos
Miccinelli, especialmente mantenida por expertos sobre la historia del país
andino y Guamán Poma de Ayala provenientes del Perú y los Estados Unidos -incluso
algunos han sido muy duros en artículos publicados en diversos medios en los
que acusa a la historiadora italiana y a Miccinelli de falsificadores y
delincuentes -, Laura Laurencich Minelli afirma que estos manuscritos
constituyen una fuente histórica primaria y que la postura de aquellos que no quieren
verlos de esta forma es la postura de quienes no desean salirse de lo ya
establecido tradicionalmente por la historia, a pesar de todas las pruebas
técnicas que comprueban su autenticidad. La historiadora afirma que los
resultados de todas las pericias practicadas a estos documentos concuerdan en
un todo con las fechas, los nombres, las grafías y los estilos de los dos
documentos, atestiguando de esta forma su autenticidad, según lo confirmaron
los informes emitidos por Luigi Altamura, Ugo Zoppi, Alessandro Bertoluzza y
Giorgio Gasparotto.
En la actualidad la polémica continúa ya que hasta el día de
hoy, no se ha llegado a un consenso sobre la autenticidad de los Documentos
Miccinelli y la supuesta autoría de Blas Valera de la Nueva Crónica y Buen
Gobierno, sin embargo, el tema se mantiene en la palestra de los especialistas,
a través a través de numerosas investigaciones, congresos y encuentros en
diversos escenarios de varios países del mundo. Es de esperar que la vigencia de
esta controversia continúe, en la medida en que sea de utilidad para contribuir
a aclarar este enigma, ya que así, seguramente se descubrirán nuevos documentos
en bibliotecas y archivos, que aclararán más el panorama y no sucederá lo que
muchas veces, lamentablemente sucede, que es quedarse con la tradición
histórica que se conoce, solamente por el hecho de creer ciegamente que la
historia está escrita y no hay ya nada más que agregar. El tiempo y la voluntad
de investigar de muchos historiadores que no creen que la historia no puede
cambiarse con nuevos descubrimientos, terminará dando crédito o quitándoselo a
estos polémicos documentos, que en realidad, aunque fueran auténticos, no
pueden por sí solos cambiar la historia, pero sí convertirse en una nueva fuente
genuina de conocimiento”.
Autor:
Roque D. Favale
Bibliografía
Laurencich Minelli, Laura y Numhauser, Paulina, Perú. La otra
versión de la conquista.
Historia y Vida N° 437. Barcelona
Laurencich Minelli, Las actas del coloquio internacional
Guaman Poma y Blas Valera: nuevas pistas de investigación- 2002
Laurencih Minelli, ¿La conquista del Perú con el veneno?
http://www.ucm.es/info/especulo/numero22/chaves.html-2002
Roque D. Favale, Los incas. http://www.edhistorica.com/pdfs/5_incas.pdf-
2006
Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios reales, Espasa Calpe,
Buenos Aires.1964
Luis Arana B. y David Rodriguez Q. EN TORNO A LA FIGURA
HISTÓRICA DE FELIPE GUAMAN POMA
Entrevista a Rolena Adornohttp://sisbib.unmsm.edu.pe/BibVirtual/Publicaciones/Alma_Mater/2001_n20/figu_histo.htm
- 2001
Comentarios
Publicar un comentario