ADÁN, EVA Y EL HOMBRE PRE-HISTÓRICO, DESDE EL PUNTO DE VISTA CATÓLICO. PERCY ZAPATA MENDO.
ADÁN, EVA Y EL HOMBRE
PRE-HISTÓRICO, DESDE EL PUNTO DE VISTA CATÓLICO
INTRODUCCIÓN
Puede
que parte del título lleva a algunos a pensar que por el hecho de haber puesto
“desde el punto de vista católico”, ya no sea un material que les lleve a darle
lectura. Si puse ello, fue porque utilizo la fe que profeso – al igual que
todos los que son cristianos o los demás que siguen a otras devociones
monoteístas -, para explayarme sobre un tema espinoso y que ha separado a la
ciencia de la religión, colocándolas innecesariamente a ambas en las antípodas
y prolongando debates estériles, cuando lo esencial, es hacer uso de ambas para
llegar a la verdad.
Profeso
el oficio de Médico desde hace casi dos décadas, además, ejerzo provisionalmente
la función de docente en las áreas de las ciencias de la vida, y con frecuencia
me preguntan sobre estos temas profesores y alumnos. Son habituales preguntas
como las siguientes: "¿Es verdad lo que está escrito en el primer libro de
la Biblia, el Génesis?", "¿De dónde salieron nuestros primeros
ancestros?", "¿Cómo es posible que Caín fuera agricultor y Abel
ganadero, si durante mucho tiempo el hombre prehistórico no conoció ni la
agricultura ni la ganadería, siendo más bien, eran nómades antes que sedentarios?"...
Muchas
veces me han pedido también bibliografía pero, aunque hay mucha, no conozco
ninguna publicación donde se encuentren respuestas a todas éstas preguntas
reunidas y explicadas al alcance de todos.
1. LAS BASES DE LA ENSEÑANZA
Los
últimos papas han hablado con frecuencia sobre el significado de los primeros
capítulos del Génesis, pero el documento fundamental, donde se resuelve la
cuestión que nos ocupa -el origen del hombre-, es la Carta Encíclica de Pío XII
“Humani Géneris” (12 de agosto de 1950). En ella hay dos proposiciones
fundamentales en los números 29 y 30.
En
el número 29 se lee: "(...) El magisterio de la Iglesia no prohíbe que
-según el estado actual de las ciencias y de la teología- en las
investigaciones y disputas, entre los hombres más competentes en ambos campos,
sea objeto de estudio la doctrina del evolucionismo, en cuanto busca el origen
del cuerpo humano en una materia viva preexistente -pero la fe católica manda
defender que las almas son creadas inmediatamente por Dios (...)".
El
número 30 aborda la doctrina cristiana del monogenismo: "(...) los fieles
cristianos no pueden abrazar la teoría de que después de Adán hubo en la tierra
verdaderos hombres no procedentes del mismo protoparente por natural generación,
o bien de que Adán significa el conjunto de muchos primeros padres, pues no se
ve claro cómo tal sentencia pueda compaginarse con cuanto las fuentes de la
verdad revelada y los documentos del Magisterio de la Iglesia enseñan sobre el
pecado original, que procede de un pecado en verdad cometido por un sólo Adán
individual y moralmente, y que, transmitido a todos los hombres por la
generación, es inherente a cada uno de ellos como suyo propio".
En
resumen:
1. En el origen del hombre, el cuerpo humano no tiene que haber sido
creado inmediatamente por Dios pero sí su alma -al igual que ocurre en el
momento de la concepción de cualquier hombre-.
2. Toda la humanidad procede de un sólo hombre
-"protoparente"-, que en la Sagrada Escritura se llama Adán, y esta
verdad se desprende directamente de la doctrina de la Iglesia sobre el Pecado
Original, cometido personalmente por un hombre y heredado por todos sus
descendientes.
Salta,
pues, a la vista que la Iglesia no interpreta la narración del Génesis en sentido
literal, sino que, basándose en el conjunto de la Revelación y en la autoridad
dada por Dios al Magisterio, extrae las verdades que Dios nos ha querido dar a
conocer a través de la narración del autor sagrado.
Llegados
a este punto, es interesante detenerse a considerar en su conjunto el relato de
la Creación, para clarificar el significado perenne que subyace en su primitivo
género literario.
2. EL UNIVERSO EN LA NARRACION BIBLICA
El
autor del primer texto bíblico nos narra la Creación de un mundo tal como se
concebía en aquella época: de acuerdo con la "ciencia" o
conocimientos del que disponía en ese momento (en el 950 antes de Cristo, o
sea, hace casi 3000 años atrás).
Su
concepción se puede resumir del siguiente modo: El universo está formado por
una cúpula resistente y firme -firmamento-, apoyado en grandes montañas que se
encuentran en los confines de la tierra -los "fundamentos"-. Toda la
tierra está rodeada por "las aguas", el firmamento hace que haya
tierra seca, separa las "aguas superiores" de las "aguas
inferiores"; éstas últimas afloran a la tierra en los mares y ríos.
El
sol, la luna y las estrellas son seres móviles -más perfectos, para su
mentalidad, que las plantas que carecen de movimiento-. La lluvia caía cuando
se abrían unas compuertas situadas en el firmamento, dando así entrada a las
aguas superiores.
Esta
visión, por supuesto, no era sólo la del Pueblo de Israel, sino la de todas las
culturas relacionadas con él: egipcios, babilonios, cananeos, fenicios, etc.
Hoy
en día, aunque el avance de la ciencia nos haya dado otra visión del universo,
podemos entender, conociendo la mentalidad del escritor, las verdades
esenciales que se nos enseñan en el relato del Génesis; narradas en un estilo
literario y con una visión del mundo necesarios para que también las
comprendieran los hombres de aquellas épocas.
Hay
que tener en cuenta que esta forma de interpretación es ya muy antigua, si bien
sólo se ha generalizado en los dos últimos siglos. Al fin y al cabo, para la
salvación del hombre, es accidental que el firmamento esté constituido por una
rígida cúpula o por millones de estrellas y galaxias.
Para
ver, pues, qué es lo esencial nos fijaremos primero en las diferencias
existentes entre la concepción del Pueblo Elegido, inspirada por Dios, y las de
sus pueblos vecinos.
3. PARECIDOS Y DIFERENCIAS DEL RELATO
DEL GENESIS CON LOS MITOS DE LOS PUEBLOS VECINOS.
Hay
una cuestión que sorprende a los historiadores: la concepción del mundo y de la
creación es similar en todos los mitos pertenecientes a las culturas que
rodeaban al Pueblo de Israel. Sus relatos tienen muchas coincidencias, en la
forma, con el del Génesis; podemos decir que convienen en la "materialidad
del relato", pero se diferencian en las cuestiones religiosas fundamentales.
La concepción de Israel es mucho más profunda y original a pesar de ser
culturalmente menos avanzado, por ser un pueblo más reciente.
En
los otros relatos se habla siempre de un caos preexistente a todo, donde va
formándose el primer dios, del cual derivan los otros dioses o semidioses (el
sol, la luna, la tierra, los elementos, las estrellas, etc.), dioses que tienen
limitaciones, no son todopoderosos, tienen que luchar para vencer. En cambio en
el Antiguo Testamento se nos muestra un Dios que existe antes que todo, un Dios
personal, que crea libremente el mundo, un mundo distinto de Él y que antes no
existía, que no es una emanación suya.
El
verbo "crear" -en hebreo "bará"- es utilizado en la Biblia
como una acción exclusivamente divina: "sacar algo de la nada",
noción que no existe en las culturas vecinas: "A esta noción -creación de
la nada-, no había llegado nadie, ni siquiera la sabiduría griega precristiana.
Y continúa siendo un misterio incluso para la cultura de nuestros días".
Una
vez creado por Dios, el mundo comienza siendo un caos, pero el orden no va
saliendo del propio caos, como en los mitos vecinos, sino que es el mismo Dios,
personal y transcendente, el que lo va ordenando con la fuerza de su palabra.
En
los relatos míticos va apareciendo un inestable orden, como resultado de las
victorias de unos dioses sobre otros. El Dios del pueblo hebreo es
Todopoderoso, nada se le puede enfrentar porque todo ha sido hecho por El: no
existe ninguna fuerza que se oponga a Dios, o que Dios tenga que vencer.
Llegados
a este punto, estamos ya en condiciones de abordar el mensaje esencial y
permanente que se nos transmite en el relato del Génesis.
4. EL SIGNIFICADO DE LOS PRIMEROS
CAPITULOS DEL GENESIS.
Como
ya hemos visto, lo primero que se nos enseña es la existencia de un Dios
personal y transcendente, por el que han sido creadas todas las cosas distintas
de El. Después se van desmantelando, una a una, las ideas de las culturas
paganas, que siempre han tendido a divinizar o "sobrenaturalizar" lo
que no pueden entender o dominar.
Como
dice el Cardenal J. Ratzinger: "De manera que la Escritura no pretende
contarnos cómo progresivamente se fueron originando las diferentes plantas, ni
cómo se formaron el sol, la luna y las estrellas, sino que en último extremo
quiere decirnos sólo una cosa: Dios ha creado el Universo. El mundo no es, como
creían los hombres de aquel tiempo, un laberinto de fuerzas contrapuestas ni la
morada de poderes demoníacos, de los que el hombre debe protegerse. El sol y la
luna no son divinidades que lo dominan, ni el cielo, superior a nosotros, está
habitado por misteriosas y contrapuestas divinidades, sino que todo esto
procede únicamente de una fuerza, de la Razón eterna de Dios que en la palabra
se ha transformado en fuerza creadora"; es decir, en pocas palabras se
desarticula toda creencia en la divinidad de las criaturas y de la creación.
Desde
esta perspectiva, repetidamente propuesta por el Magisterio -y que incluso se
encuentra en la misma Sagrada Escritura-, lo que nos enseña el Génesis es que
Dios ha hecho la creación según un plan ordenado, que se va desarrollando a lo
largo del tiempo. Este sucederse ordenado de las cosas, previsto y sostenido
por Dios, es lo que se llama en Teología "Providencia ordinaria".
El
"primer día" comienza después de la aparición de la luz: "Vio
Dios que la luz era buena y la separó de las tinieblas, y llamó a la luz día y
a las tinieblas noche. Hubo así tarde y mañana: Día primero". En los
sucesivos "días", o períodos de tiempo, van apareciendo ordenadamente
los diversos seres, de menor a mayor perfección. Llama la atención que este
orden de aparición concuerda, esencialmente, con lo que sabemos hoy por las
observaciones científicas -a diferencia de otros relatos de la época que son en
este punto bastante aleatorios-, salvo en el caso de las plantas, que aparecen
antes que el sol, la luna y las estrellas, lo que se explica, como ya habíamos
apuntado, por la idea de que las plantas debían de ser más imperfectas ya que
carecían de movimiento.
Esta
coincidencia es una muestra de la capacidad de conocimiento sapiencial del
autor sagrado, que intuye el orden real de la creación contemplándola, sin
necesidad de tener datos científicos, algo que, quizá, el hombre moderno ha
perdido la costumbre de hacer.
En
el "día" quinto aparecen los seres vivos en el agua, y en el
"día" sexto aparecen los animales terrestres y, con una especial
solemnidad, el hombre; mostrándose así también como obra de Dios, tales como
son, con la diferenciación de sexos y la fecundidad, que eran objeto de
adoración en muchos pueblos.
5. ADAN, EVA Y SUS HIJOS.
Hay
que tener en cuenta que "en la Biblia se ofrece una visión de conjunto de
la historia del Universo y del hombre desde su origen hasta su final, en una
perspectiva religiosa y transcendente. Dentro de esta visión de conjunto, la
parte histórica de la Biblia que podemos relacionar con la historia de los
pueblos, y de la que los autores sagrados tuvieron noticia de una u otra forma,
abarca desde la época patriarcal (hacia 1800 a.C.) hasta las primeras
comunidades cristianas (finales del s.I d.C.). En la Biblia queda recogida
desde el capítulo 11 del libro del Génesis hasta el 3 del Apocalipsis. Lo
anterior y lo posterior a estos capítulos, aun conteniendo verdades fundamentales
de orden histórico, como la creación y el final del mundo, escapa a la
comprobación científica, histórica o arqueológica. Se trata de acontecimientos
cuya explicación no puede desvincularse de una actitud religiosa: aceptación de
fe o rechazo gratuito".
El
hombre es creado por Dios para ser su representante en la tierra, y para
llevarla a la perfección mediante su trabajo.
Adán
y Eva son puestos por Dios en el Paraíso, en una situación de dicha
sobrenatural que no se merecen. Dios no crea al hombre para servirse de él,
sino para hacerle partícipe de su propia felicidad por pura Gracia. Esto se
manifiesta, entre otras cosas, en la posesión de algunos dones no
pertenecientes a la naturaleza material, como el de la inmortalidad. Existe
aquí una clara diferencia con los relatos míticos. Dos ejemplos: en la
"Leyenda de Asciela" -Mesopotamia (Mito de Atraharis)- un dios
vencedor forma al hombre con arcilla amasada con sangre de un dios vencido,
para que le sirva; y en el poema de Gilgamesh es el propio hombre el que
intenta conseguir la inmortalidad pero, cuando está a punto de conseguirla, le
es robada por "la serpiente".
Para
que el hombre se merezca esos dones Dios le somete a una prueba mediante un
mandato, lo cual se nos transmite en el Génesis con la imagen de la prohibición
de comer del "árbol de la ciencia del bien y del mal". Pero el
hombre, engañado por el demonio, lo incumple y comete el primer pecado; se nos
enseña así el hecho histórico del pecado original. Aquí está el origen del mal
en el mundo: el mal no tiene entidad en sí mismo, es una falta de un bien
debido; el mal existe, pero no viene de Dios.
El
relato de Caín y Abel (Gen. 4,1-15), y los que le siguen, nos quieren mostrar
cómo el mal se va extendiendo en el mundo, consecuencia de la herencia del
pecado de nuestros primeros Padres; sus descendientes no consiguen dirigirse
hacia el bien sin la ayuda de Dios. En este sentido, Caín y Abel son una imagen
de todos los descendientes de la primera pareja.
Que
Caín sea agricultor -sedentario- y Abel ganadero recoge, según muchos
estudiosos, una advertencia al pueblo de Israel, que era nómada -ganadero-
hasta que se asentó en la tierra prometida; trata de subrayar la necesidad de
no dejarse influir por la superior cultura de los pueblos cananeos, para no
caer en su politeísmo. Era éste un peligro constante para el pueblo hebreo, en
el que, de hecho, cayó en numerosas ocasiones.
Vemos
pues que no existe el problema del vacío histórico entre la época en que
vivieron Adán y Eva -hace, al menos, 100.000 años- y la aparición de la
agricultura y la ganadería en épocas muy posteriores.
6. HISTORIA Y PREHISTORIA. LOS DATOS
FOSILES.
Como
todo el mundo sabe, los animales actuales que están más próximos al hombre son
el chimpancé y el gorila; su parecido biológico, como veremos en el siguiente
capítulo es realmente sorprendente.
Sin
embargo, sabemos por la paleontología que hubo en otros tiempos seres aún más
parecidos. Sus fósiles, después de muchos años de estudios y comparaciones, han
sido agrupados por los expertos en cuatro grupos: Australopitecos, Homo
habilis, Homo erectus y Homo sapiens. Aunque durante muchos años se especuló
sobre si habrían ido adoptando la postura erguida paulatinamente -por eso sólo
al tercero de ellos se le denominó erectus-, hoy se sabe que ya los primeros
australopitecos estaban exclusivamente adaptados al andar bípedo.
Los
australopitecos aparecieron hace unos cinco millones de años, y sus restos más
recientes son de hace algo más de un millón de años. Todos los fósiles que pertenecen
con seguridad a australopitecos se han encontrado en un sólo continente: África.
Los
australopitecos son unos homínidos de pequeña estatura, su talla media era de 1
m. 20 cm.
Su
capacidad craneal era superior a la de cualquier animal de la actualidad,
excepto el hombre. Su cerebro tenía un volumen de unos 500 cc., similar a la
del actual gorila, pero éste es cinco veces más corpulento. El tamaño del
cerebro de los australopitecos no sufrió variaciones apreciables en sus casi
cuatro millones de años de existencia.
Hace
más de dos millones y medio de años aparece, también en África, el H. hábilis.
Sus últimos restos datan de algo más de un millón de años.
Según
parece se extendió por parte del continente asiático, ya que hay restos en la
isla de Java que se atribuyen a esta especie. En aquella época, y hasta tiempo
después de la aparición del H. sapiens, esta isla, junto con otras cercanas
como Borneo y Sumatra, se encontraban unidas al continente.
Desde
hace poco más de dos millones de años el H. hábilis consigue desarrollar una
industria lítica -"Olduvaiense"-, gracias a la adquisición de una
capacidad a la que ningún ser vivo había llegado hasta ese momento: la
habilidad de utilizar instrumentos secundarios. Sus instrumentos son toscos y
van mejorando lentamente a lo largo de cientos de miles de años sin sufrir
ningún salto cualitativo.
Su
capacidad craneal va creciendo con el tiempo desde 500 hasta una media de 700
cc.
El
H. erectus aparece en África hace más de un millón y medio de años. Después se
extiende por algunos lugares de Asia -se encuentran restos en Java y China- y
de Europa. Vivió hasta hace unos cien mil años.
Hereda
la industria lítica de H. hábilis. Esta permanece en algunos lugares hasta hace
350.000 años. En otros aparecen la industria "abebillense"
(700.000-390.000) y la "achelense" (400.000-120.000). Todas éstas se
van perfeccionando con el tiempo pero, según parece, sólo con la industria
"achelense" se produce un salto cualitativo. Vemos, pues, que durante
casi un millón de años, la mayor parte de su existencia, no consiguió mejorar
la industria lítica heredada del H. hábilis.
Su
capacidad craneal crece, también, desde 700 a unos 1400 cc.
El
H. sapiens es nuestra propia especie. Según los recientes estudios moleculares
tiene una antigüedad de algo más de 100.000 años. Hay acuerdo en esto entre
genetistas y biólogos moleculares. Los paleontólogos se han ido adhiriendo poco
a poco a los datos de la biología molecular, pero aún hay bastantes que
mantienen un origen más alejado en el tiempo. La capacidad craneal media es de
1450 cc. y no ha sufrido variaciones apreciables con el tiempo. El hombre de
Neandertal, que según la mayoría de los expertos actuales era simplemente una
raza de H. sapiens, parece que tenía una media algo superior: unos 1500 cc.
Desde
su aparición mejora las industrias líticas anteriores, dando lugar a saltos
cualitativos de forma cada vez más rápida: "Musteriense" -desde hace
algo más de 100.000 años hasta unos 45.000-, "Chatelperroniense"
-45.000-, "Auriñaciense" -35.000-, "Gravetiense" -28.000-,
"Solutrense" -22.000-, "Magdaleniense" -13.000-; después
vienen la "Mesolítica" y la "Neolítica", la "Edad del
bronce", la "Edad del hierro", etc.
Es
el primero que entierra a los muertos, los más antiguos enterramientos
encontrados son de hace 80.000 años. También es el primero que hace arte; los
primeros objetos u obras de este tipo que poseemos datan de hace unos 35.000
años. Hace más de 8.000 años inventó la agricultura y, antes, había aprendido a
domesticar animales.
De
estos cuatro grupos, se considera que el de los australopitecos constituye un
género del que existieron varias especies; de la primera de ellas procedería el
H. hábilis, que sería la primera especie de un nuevo género: el género Homo;
por tanto esta especie y las dos siguientes se encuadran como tres especies
distintas pertenecientes a un mismo género.
Aunque
esta diferenciación específica no se puede basar más que en la morfología de
los fósiles, los expertos, después de los primeros años de estudios se han
mostrado unánimes, y sus conclusiones han sido apoyadas posteriormente por
datos genéticos, como veremos más adelante.
Lo
que diferencia al ser humano de los demás animales es el pensamiento, algo que
los filósofos denominan con frecuencia "capacidad de abstracción" o
inteligencia, y los científicos "inteligencia reflexiva". Se habla, a
veces, de la inteligencia de los animales, pero es evidente que hay una
diferencia cualitativa entre las dos.
Hoy
todo el mundo está de acuerdo en que los australopitecos no poseían esta
capacidad, es decir, no eran seres humanos. Sobre las tres especies de Homo aún
no hay unanimidad sobre cuál fue la primera que poseyó inteligencia reflexiva,
pero, según van apareciendo nuevos datos, cada vez hay más científicos que se
inclinan a pensar que "ser humano" se identifica con "H.
sapiens". Aunque para nuestro propósito esto no es fundamental,
profundizaremos algo más en este aspecto, porque es interesante y puede clarificar
algunas ideas.
La
mayoría de las civilizaciones y de los hombres han considerado que nos
diferenciamos de los animales en algo inmaterial o, más concretamente,
espiritual; es lo que llamamos alma. La fe nos ratifica esta verdad, a la que
han llegado la mayoría de los filósofos.
Sólo
con contemplar la realidad podemos llegar a la conclusión de que nuestra
inteligencia no es consecuencia del gran tamaño de nuestro cerebro, sino una
capacidad espiritual, pero el hombre es una unidad de alma y cuerpo, y necesitamos
ese órgano tan complejo para poder manifestar esa inteligencia, análogamente a
como el cerebro, por sí sólo tampoco puede hacer nada, necesita, entre otras
muchas cosas, las imágenes que le vienen a través de los sentidos.
La
mayor o menor capacidad cerebral, en los animales, lo que aporta es una mayor o
menor capacidad de aprendizaje, una mejor adaptación a la realidad circundante,
pero no su contemplación. Un chimpancé, por ejemplo, necesita mucho tiempo para
aprender, mediante el mecanismo ensayo-error, a dar la forma más adecuada a una
rama para "pescar" termitas; el hombre puede pre diseñar, idear, una
herramienta sin necesidad de haberla usado nunca e, incluso, si él mismo no la
va a usar, porque puede abstraer de la realidad: puede tener la realidad en su
mente. El hombre también usa el método ensayo-error, por ejemplo, para
perfeccionar un avión, pero para hacer un avión ha tenido que pensar, y ha
necesitado una cultura, que es la herencia de lo que otros hombres han pensado
antes. En efecto, el hombre no sólo produce técnicas, sino, además, cultura;
sólo el hombre tiene cultura, que es un fruto del pensamiento.
El
hombre supera la evolución material gracias a su evolución cultural, que le
permite adaptarse a todos los medios sin necesidad de cambios materiales en su
cuerpo.
La
mayor o menor capacidad cerebral sólo produce, en los animales, una mayor
capacidad de aprendizaje, que les permite añadir sus experiencias a las pautas
de comportamiento meramente instintivas; estas últimas están ya
"programadas" en sus genes antes de nacer. Sin embargo el pensamiento
es una capacidad que no puede ser producto de la materia, ya que es inmaterial:
nos capacita para poseer inmaterialmente, en nuestra mente, objetos que captan
nuestros sentidos y que son procesados en nuestro cerebro, y para llegar, por
abstracción, a cosas inmateriales como, por ejemplo, el concepto de número,
relacionado con la multiplicidad de seres materiales, pero desvinculado
-abstraído- de su propia materialidad.
En
el transcurso de su evolución, H. hábilis y H. erectus no muestran capacidades
artísticas. El hecho del progresivo crecimiento de su tamaño cerebral se puede
explicar por su necesidad de adaptarse a medios distintos, sobre todo mediante
una mayor capacidad de aprendizaje. No consiguen dar más que un salto en cada
una de sus industrias líticas, lo que podría significar que son capacidades del
ser material de esa especie, que no cambia sustancialmente mientras no hay
cambio de especie. En cambio, en el ser humano, las capacidades culturales no
son tanto de la especie como de la persona, del individuo: una obra humana, la
más simple, no se atribuye al hombre en general, lleva la firma de un hombre
concreto, que se puede identificar, lo que no ocurre con los demás animales.
Esto es así porque el ser humano está por encima de su materia, cada ser humano
es como un universo, no un simple componente del universo o de su especie.
En
conclusión, podemos pensar que el primer ser humano es el H. sapiens, ya que a
pesar de mantener su tamaño cerebral estable, produce continuos saltos en sus
industrias, como ya hemos visto, quizá estas industrias correspondan, por
primera vez, a unas culturas, que muy pronto forman sociedades en las que se da
culto a los muertos, después producen la ganadería y la agricultura, y el arte.
Esto sólo se puede explicar por la aparición de una inteligencia inmaterial,
que ya no necesita un aumento del tamaño cerebral, porque con el pensamiento se
puede adaptar a cualquier medio, superando la capacidad de un mero aprendizaje
psíquico. De hecho el H. sapiens es la única especie que se ha adaptado a todos
los medios, y los ha conseguido dominar, y en mucho menos tiempo del que sus
predecesores necesitaron para adaptarse a unos pocos medios, separados geográficamente
pero bastante similares entre sí.
Algunos
piensan que H. hábilis y H. erectus ya eran inteligentes por esa capacidad
nueva de usar instrumentos secundarios, pero lo mismo se pensaba de los
australopitecos hasta el descubrimiento de que los chimpancés tienen unas
capacidades similares a ellos; la posibilidad de usar instrumentos secundarios
se podría atribuir simplemente a un tamaño cerebral que nunca antes se había
alcanzado, y que proporciona una mayor capacidad de aprendizaje. Además, en los
últimos años, ha habido investigadores que han conseguido enseñar a chimpancés
a usar este tipo de instrumentos, aunque parece claro que no pueden aprender
por sí solos. También se ha especulado mucho sobre la complejidad de las
técnicas necesarias para hacer, por ejemplo, hachas de piedra como las que
hacía el H. erectus, pero en actuales fabricantes de hachas de piedra se ha
visto que lo hacen con asombrosa facilidad: las consiguen con unos pocos golpes
dados con precisión a unas determinadas piedras, extrayendo así su núcleo, que
es similar a los instrumentos paleolíticos más avanzados, después siguen un
proceso, ya complejo, para conseguir mejorarlos hasta obtener un resultado que
sólo fue conseguido tardíamente por el H. sapiens. De hecho, los partidarios de
que el H. erectus o el H. hábilis poseían inteligencia reflexiva, han buscado
en ellos manifestaciones artísticas y enterramientos -que sí son pruebas
definitivas-, pero no se han encontrado.
7. LOS DATOS DE LA BIOLOGIA MOLECULAR.
Todo
lo que esencialmente es un ser vivo está contenido en sus genes y en la forma
en que están ordenados en la cadena de ADN y en los cromosomas. Estos tres
conceptos son muy importantes para entender éste capítulo, los explicaremos
mediante un ejemplo. El ADN es una larga molécula que podemos comparar con una
cinta magnetofónica. Esta cinta tiene algunas partes grabadas, con cierta
información, y otras que no lo están. Las partes grabadas son los genes, que
entre todos dirigen el conjunto de las funciones materiales necesarias en un
ser vivo de una determinada especie.
A
su vez, las distintas cadenas de ADN, cuando la célula se va a dividir, se
condensan en estructuras más manejables, los cromosomas, que equivalen, en
nuestro ejemplo, al casete que contiene la cinta. Toda la información está en
la cinta, pero es totalmente distinto tener la cinta desparramada que ordenada
dentro del casete; sin un determinado orden no podemos extraer la información
aunque de hecho esté ahí.
Hay
una regla de la citogenética que supone que a cada especie corresponde un
número fijo de cromosomas -tiene muy pocas excepciones-. Por ejemplo, el número
cromosómico de la especie humana es de 46, y de 48 en el chimpancé, gorila y
orangután, aunque existen algunas diferencias intracromosómicas.
Las
cadenas de ADN se duplican para dar lugar a nuevas células, algunas de las
cuales producirán la descendencia. En esta duplicación puede haber errores en
la copia de un gen, como puede haber fallos en una grabación, es lo que se
llama mutación génica. Estas mutaciones pueden no suponer ningún cambio, pero
otras veces se produce una variación en el funcionamiento de ese gen. Esta es
la causa de muchas enfermedades de origen genético, como la diabetes, la
hemofilia, el cáncer, etc.
Cuantas
más veces se divide una célula o más generaciones pasan, más mutaciones se van
acumulando.
Debido
a esto se sabe, desde hace ya más de dos lustros, que comparando ADN de
especies distintas podemos saber cuánto tiempo hace que se separaron. Este tipo
de experimentos ha dejado clara la realidad de que ha existido una evolución de
los seres vivos, apoyando así lo que parecía manifestar el registro fósil y
otros datos científicos, lo que no quiere decir que haya una teoría que
explique bien el hecho, es más, se han ido por tierra muchas suposiciones de
las teorías que intentaban dar una explicación global, como el
"neodarwinismo".
El
chimpancé y el hombre difieren tan sólo en un 1% de su ADN y de su estructura
cromosómica, y sus líneas evolutivas se separaron hace unos cinco millones de
años -antes se hablaba de, al menos, quince-, precisamente la época en la que
apareció el primer australopiteco. El parecido con el gorila es ligerísimamente
inferior, y su separación dataría de hace unos ocho millones de años. Antes de
conocer estos datos moleculares no estaba claro si éramos más parecidos al
gorila o al chimpancé, pero hoy sabemos que el chimpancé está, biológicamente,
mucho más próximo al hombre que al gorila. Sin embargo, por sus capacidades
vitales, el chimpancé y el gorila son mucho más parecidos, y el hombre se les
escapa por completo. Que el hombre sea biológicamente tan próximo al chimpancé
y vitalmente tan superior, debería bastar a cualquier científico para descubrir
la evidencia de que semejante diferencia existencial no puede radicar en su
materialidad, sino en nuestro ser espiritual.
Comparando
el ADN de las razas humanas actuales se desprende que todas confluyen hace
alrededor de 100.000 años, lo que significaría que todos los hombres actuales
proceden, muy probablemente, exclusivamente de H. sapiens. Parece ser también
que todas las lenguas confluyen hacia una lengua ancestral que existió hace
unos 100.000 años, según recientes estudios de Johanna Nicols, de la
Universidad de California en Berkeley; lo que indicaría que, probablemente,
todos los H. sapiens y sólo ellos pueden hablar.
Los
resultados de comparación de proteínas, de inmunología, etc., confluyen con los
anteriores.
Otro
tema distinto es el del mecanismo de formación de especies nuevas
-"especiación"-. Antes se pensaba que la forma habitual de
especiación tenía lugar debido a barreras geográficas, que impiden el cruce de
dos poblaciones de la misma especie durante largos períodos de tiempo, no
pudiendo transmitirse sus cambios genéticos, lo que acabaría dando lugar a dos
especies distintas. Sin duda ha habido especiaciones de este tipo, pero muchas
son difícilmente explicables de esta manera.
Hoy
se sabe que también existen "barreras" genéticas. Las más frecuentes
son las que producen las mutaciones cromosómicas: una mutación cromosómica
puede no significar ningún cambio en los genes, pero, por ejemplo, si en un
individuo un cromosoma se ha dividido en dos -mutación cromosómica denominada
"disociación"-, sus cromosomas no se pueden aparear con los de los otros
animales de la especie de partida y se producirán espermatozoides y óvulos
inviables, dando lugar a infertilidad. Ese individuo no se perpetuará en la
especie a no ser que se cruce con una pareja que posea la misma mutación,
entonces podrían dar lugar a una nueva especie. Es lo que se llama
"especiación instantánea".
Puede
parecer muy poco probable que esto suceda, pero a lo largo de decenas de miles
de años es muy probable que ocurra alguna vez, y de hecho ocurre. Así se pueden
producir nuevas especies a partir de una o pocas parejas, y ya hay autores que
piensan que éste es el mecanismo más frecuente de especiación.
Un
dato a tener en cuenta es que, desde el antecesor común al hombre y al
chimpancé, que como hemos visto existió hace unos cinco millones de años, ha
habido, en la línea evolutiva que conduce al hombre, cuatro mutaciones
cromosómicas, dato que coincide con las cuatro especies que se han identificado
en esta línea: una de australopiteco, H. hábilis, H. erectus y H. sapiens. Esto
podría significar que son, efectivamente, especies biológicamente distintas y
que todas se originaron por especiación instantánea debido a una mutación
cromosómica, aunque todavía es pronto para decirlo.
8. ¿COMO APARECIO ADAN?
Teniendo
en cuenta lo que hemos visto en los últimos capítulos, nos inclinamos a pensar
que Adán tuvo que ser el primer individuo de la especie H. sapiens aunque, para
la cuestión que nos ocupa, daría lo mismo que fuera anterior. En todo caso
sería el primer individuo de la primera especie con inteligencia reflexiva, es
decir, con alma.
Sabemos
por la fe que el alma de cada hombre es inmediatamente creada e infundida por
Dios en cada nuevo individuo de la especie humana y, por tanto, en el momento
de su concepción.
No
es muy lógico pensar, como se ve con frecuencia en un intento de comprensión
popular, que Dios infundiera el alma a un "mono". Ya hay muchos
teólogos, sin especiales conocimientos científicos, que piensan que Adán tuvo
que ser concebido y nacer como tal o, en otras palabras, que fue creado por
Dios en estado embrionario. Lo más natural es que haya aparecido como los
individuos de muchas nuevas especies: engendrado, con una nueva mutación
cromosómica, por un homínido exteriormente parecido a él, pero de una especie
distinta. Sus progenitores biológicos no serían propiamente sus padres, ya que
este concepto se reserva, en filosofía, para quien engendra algo según su
propia especie.
Ese
individuo sería el primero con una dotación cromosómica y genética
correspondiente a la especie humana y, por tanto, Dios crearía y le infundiría
su alma, como hace siempre, aunque con la particularidad de que ésa fue la
primera vez, y debió haber una providencia especial de Dios, entre otras cosas,
para que también ocurriera con una hembra, la primera mujer: Eva.
Al
fin y al cabo, cómo aparecen todos los hombres?: por la unión de dos células
sin importancia, que en la mayoría de los casos se pierden antes de unirse sin
que esto sea ningún problema, pero su unión produce una nueva célula con dotación
genética y cromosómica humana, que aun siendo una sola célula es toti potente
-sus genes están programados para desarrollar un organismo completo-, y que es,
en consecuencia, un nuevo individuo de nuestra especie al que Dios infunde un
alma creada en ese mismo instante.
Aunque
esto pudo ocurrir de diversas maneras, vamos a exponer la más sencilla. En un
homínido macho existen algunos espermatozoides con una mutación cromosómica que
implica que ya no son los propios de su especie, sino que han llegado a tener
las características de un espermatozoide humano; en un homínido hembra puede
ocurrir lo mismo con algunos de sus óvulos. Si estos dos homínidos se cruzan y
se produce la fecundación de un óvulo mutado con un espermatozoide mutado,
entonces aparece el primer ser humano, y el primer hecho sobrenatural en el
universo material desde su misma Creación: una nueva creación, la del alma del
primer hombre.
Esto
es lo máximo que podemos decir por ahora pero, aunque lleguen nuevos datos
científicos, nunca podremos saber exactamente cómo ocurrió -necesitaríamos una
máquina del tiempo-, pero sabemos que ocurrió, a esta conclusión podemos
acercarnos por la ciencia; y sabemos por la fe algo que nunca podríamos saber
por la ciencia: por qué ocurrió, quién lo planeó y llevó a término, por qué lo
hizo, por qué existe el mal y cómo podemos vencerlo con la ayuda del Creador.
La
fe nos enseña lo necesario y lo conveniente para nuestra felicidad y salvación.
Por la ciencia sabemos cada vez más cosas que no son necesarias para ese fin,
pero que bien entendidas y empleadas nos pueden ayudar a conseguirlo.
NOTAS
Ya
en 1909, la Pontificia Comisión Bíblica, respondiendo a varias preguntas sobre
el carácter histórico de los tres primeros Capítulos del Génesis, distingue
entre la forma y el fondo, y dice lo básico que hay de histórico en estos tres
primeros capítulos:
a.
La Creación de todas las cosas, hechas por Dios en el principio del tiempo.
b.
La unidad del género humano.
c.
La felicidad original de nuestros primeros Padres en el estado de gracia.
d.
La integridad e inmortalidad de su situación originaria.
f.
El mandato dado por Dios al hombre.
g.
La transgresión del precepto divino por instigación del demonio.
h.
La caída de nuestros primeros Padres de aquél estado de inocencia.
i.
La promesa del futuro Redentor.
Hay
que tener en cuenta que la Biblia no es un libro científico: su finalidad es,
exclusivamente, mostrarnos el camino de la salvación; para tal fin usa las
imágenes que mejor se pueden entender en cada época.
"E
hizo Dios el firmamento, separando por medio de él las aguas que hay debajo de
las aguas que hay sobre él" (Gen.1, 7).
San
Agustín -s. IV- ya hacía una interpretación alegórica de este relato,
refiriéndose, por ejemplo, a que no había que tomar al pie de la letra la
Creación en seis días, cada uno de ellos podrían significar grandes períodos de
tiempo.
"La
superioridad de esta doctrina sobre los sabios de los pueblos antiguos, mucho
más avanzados que el pueblo hebreo en las artes y en las ciencias, no se
explica únicamente por la genialidad de Israel; sólo puede explicarse por la
especial asistencia que Dios otorgó al pueblo elegido" (J. M. Casciaro y
J. M. Monforte, Dios, el mundo y el hombre en el mensaje de la Biblia, EUNSA,
Pamplona 1992).
"Al
principio creó Dios el cielo y la tierra" (Gen.1, 1).
J.M.
Casciaro, cit., p.342.
"La
tierra era soledad y caos (...)" (Gen.1, 2). Aquí, como en otros muchos
lugares, hay un paralelismo con los otros relatos; pero, mientras en los otros
el caos es preexistente, en este caso es sólo la situación inicial del universo
después de haber sido creado por Dios.
"Entonces
dijo Dios: < >, y fue hecha la luz" (Gen.1, 3).
"En
los mitos babilónicos el origen del mundo es el resultado de las luchas entre
dioses. El hombre admira y mitifica las grandes fuerzas de la naturaleza"
(J.M. Casciaro, cit., p.341). Lo que hacen los autores del Antiguo Testamento
es desmitificar las antiguas cosmogonías -mitos sobre los misteriosos orígenes
del mundo-, que también eran teogonías: los dioses también tenían su origen en
el tiempo, a diferencia del Dios que se da a conocer a Israel (Cfr. Ibídem).
Cfr.
G. Aranda, El comienzo del mundo y del hombre, Folletos MC, n? 548, p.17.
J.
Ratzinger, Creación y pecado, EUNSA, Pamplona 1992. Es éste un pequeño libro,
de muy fácil lectura; editado ya en 1986 en Italia, pero sólo recientemente
traducido al castellano, que puede ser de interés para quien quiera profundizar
un poco más en este aspecto.
El
Papa Juan Pablo II ha explicado todo el relato de la creación, en sucesivas
audiencias generales de los miércoles, en 1986.
Se
puede ver, según la época de redacción de los distintos libros que componen la
Biblia, cómo se narran los mismos hechos con diferente forma literaria, en
función de las personas a las que van inmediatamente dirigidos por el momento
histórico-cultural en que han sido escritos (Cfr. J. Ratzinger, cit.).
Gen.1,4-5.
"Produzca
la tierra hierbas, plantas seminíferas según su especie y árboles frutales
(...), día tercero" (Gen.1,11-13).
"Haya
luminares en el firmamento que separen el día de la noche (...), día
cuarto" (Gen.1, 14-19).
"Pulule
en las aguas un hormigueo de seres vivientes (...)" (Gen.1, 20).
G.
Aranda, cit., pp.9-10.
Cfr.
Ídem., p.27. Cfr. J.M. Casciaro, cit., p.456.
Cfr.
J.M. Casciaro, cit., p.447.
Cfr.
G. Aranda, cit., p.36.
"Y
dio al hombre este mandato: < >" (Gen. 2,17).
Cfr.
G. Aranda, cit., p.19. El misterio de la existencia del mal es un problema que
el hombre, por sí sólo, nunca ha podido resolver. Con frecuencia se ha
explicado admitiendo la existencia de dos principios contrapuestos, por
ejemplo, un dios malo y otro bueno; la lucha entre ellos se refleja en la
existencia de los hombres.
"Sobre
el trasfondo de Gen. 3, se describe en los siguientes capítulos del libro del
Génesis -y en los demás libros del Antiguo Testamento- una auténtica < >
del pecado entre los hombres, que inunda también el mundo, como consecuencia
del pecado de Adán, es una especie de contagio o infección general" (J.M.
Casciaro, cit., p.489).
Cfr.
C.O. Lovejoy, Evolución de la marcha humana, Investigación y Ciencia, I-98.
Siempre
hablaremos de capacidad craneana relativa, pues la potencia del cerebro depende
de la relación del tamaño de éste con el peso total del animal (Cfr. J.L.
Pinillos, Principios de psicología, Alianza Editorial, Madrid 1982, pp.38-42).
Cfr.
T.D. White, Los australopitecos, Mundo Científico, I-83.
Se
denominan instrumentos secundarios a aquéllos realizados con otros
instrumentos. El chimpancé, por ejemplo, usa instrumentos, como ramas, piedras,
etc., y puede dar a una rama la forma requerida para "pescar"
termitas, pero para esto utiliza sólo sus extremidades, nunca otros
instrumentos (Cfr. C. Bosch y H. Boesch-Achermann, Los chimpancés y la herramienta,
Mundo Científico, IX-91).
Hay
restos entre hace cien mil y doscientos mil años que no encajan bien en la
morfología del H. erectus, y algunos científicos los denominan arcaicos H.
sapiens. Pero otros de esa época, y más recientes, sí pertenecen claramente a
H. erectus. Así, según Coon (1978), el cráneo de Saldanha (Suráfrica) con una
antigüedad de unos 55.000 años, el de Broken Hill (Zambia) entre 40.000 y
180.000, y varios en Ngandong (Java) entre 40.000 y 100.000.
Cfr.
A. Broglio y J. Kozlowski, Il Paleolítico, uomo, ambiente e culture, Jaca Book,
Milán 1986, pp. 127 y ss.
Cfr.
R. Lewin, El nacimiento de la antropología molecular, Mundo Científico, XII-91.
Cfr.
E. Trinkaus, Los neandertales, Mundo Científico, XI-86.
Cfr.
R. White, El pensamiento visual en la edad del hielo, Investigación y Ciencia,
IX-89.
Hay
científicos que piensan que todo en el hombre es material y, por tanto la
capacidad de ser humano se iría perfeccionando con el tiempo. Es evidente que
éstos no se plantean nuestro problema o, más exactamente, no se lo quieren
plantear. La mayoría, sin adentrarse en sus estudios en problemas filosóficos,
suponen claramente algo nuevo y distinto en el ser humano.
Cfr.
N. Toth, D. Clark y J. Libague, Los últimos fabricantes de hachas de piedra,
Investigación y Ciencia, IX-92.
Cfr.
R. Lewin, cit.
Cfr.
L. Cavalli-Sforza, Genes, pueblos y lenguas, Investigación y Ciencia, I-92.
Cfr.
J. Egozcue, Evolución cromosómica de los primates, Investigación y Ciencia,
VI-77. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, entre el caballo y el burro, que si
se cruzan tienen descendencia porque genéticamente están muy próximos, pero
ésta es estéril por tener una distinta distribución cromosómica. Son, por
tanto, especies distintas; con el tiempo sus diferencias se irán acentuando y
cada vez será menos frecuente un cruce con éxito.
Cfr.
B. Dutrillaux, Los cromosomas de los primates, Mundo Científico, I-82.
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