EL SEÑOR DE LOS MILAGROS. PERCY ZAPATA MENDO.
EL
SEÑOR DE LOS MILAGROS
“El Señor de los Milagros”, “Cristo de Pachacamilla”, “Cristo Morado”, “Cristo
de las Maravillas”, “Cristo Moreno” o “Señor de los Temblores”, es una imagen
del Señor Jesús pintada milagrosamente en una pared de adobe ubicada en el
Altar Mayor del Santuario de Las Nazarenas de Lima (Perú).
A mediados del siglo XVII los negros de Angola formaron la cofradía de
Pachacamilla y levantaron una edificación en donde uno de ellos pintó en la
pared la preciosa imagen de Cristo.
El 13 de noviembre de 1655 un fuerte terremoto sacudió a Lima y Callao
haciendo caer muchos edificios y causando miles de muertos. Todas las paredes
de la Cofradía de los angoleños se cayeron, pero el muro de adobe con la imagen
del Cristo permaneció en pie perfectamente, lo que fue considerado un verdadero
milagro.
LA HISTORIA DEL MURO
Alrededor del año 1650, unos negros angolas pertenecientes a la cofradía
del barrio de Pachacamilla, en Lima, Perú, pintaron en uno de los muros del
galpón donde se reunían, y donde quizá también habitaban, la imagen de un
Cristo crucificado. En este lugar, hoy en día se erige el Monasterio de las
Nazarenas, casa del Señor de los Milagros, llamado también de la Santa Cruz
pues en 1674 se pintó una cruz como símbolo de protección, ante las amenazas de
invadir Lima el pirata Jacobo L´Hermite Clerk.
Un 13 de noviembre del año 1655 un poderoso terremoto sacudió la ciudad de
Lima sin causar daños ni al muro ni a la imagen del Cristo crucificado pintada
en él por los angolas.
Este hecho prodigioso fue el que dio comienzo al culto popular al Señor de
los Milagros, propagándose rápidamente entre la feligresía local pero sin la
autorización del párroco del templo de San Marcelo, razón por la cual éste
solicitó a la autoridad eclesiástica inmediata superior que se demoliera el
muro a fin de evitar cualquier acto profano.
Sin embargo, la destrucción no pudo llegar a cumplirse debido a
circunstancias fuera de lo común, quedando en pie el muro y la pintura del
Cristo continuó ganando el prestigio y el favor del pueblo.
En el año 1661 Antonio de León se interesó por la imagen del Cristo
Crucificado pintado por los negros angolas; el muro estaba en mal estado, ya
que tras él corría una acequia que había debilitado su base. De León mejoró las
instalaciones del sitio y construyó un apoyo a modo de altar, el cual sirvió también
para reforzar la base dañada de la pared. Este hombre padecía de un tumor
maligno y cada vez que visitaba el sitio pedía la gracia de curarse, hasta que
la consiguió. Años después, Sebastián Antuñano, el tercer Mayordomo y el gran
artífice del culto al Cristo Morado, compró el lugar y levantó una capilla.
LA PROCESIÓN
Cada año la procesión del Señor de los Milagros se hace más grande y
hermosa. Las andas viejas se han remplazado por andas de plata, las cuales
tienen en el monasterio una sala donde se guardan bajo el cuidado de personal
especial.
La primera procesión del Cristo de Pachacamilla ocurrió en 1687, cuando
otro terremoto sacudió a Lima nuevamente.
Es por ello que Sebastián de Antuñano mandó a hacer en lienzo una copia del
Cristo que figuraba en el muro y lo sacó en procesión a recorrer las calles de
la ciudad. Al conmemorarse el primer aniversario del terremoto del 28 de
octubre de 1746, la imagen tomará la costumbre de salir el 28 de octubre,
visitando calles, templos, monasterios y hasta ramadas.
En realidad son dos imágenes las que salen en procesión cada mes de
octubre: una, el lienzo con la copia del Crucificado del muro, y otra, la de la
Virgen de la Nube, devoción ecuatoriana que la madre Antonia trajo al Perú.
Las andas de plata del Señor de los Milagros son llevadas por 32 miembros
de la Hermandad de Cargadores del Señor y tienen un soporte de madera de roble.
Solamente en plata su peso es de 450 kilos. Los cargadores obedecen a su
capataz general y a un subcapataz y están organizados en cuadrillas, cada una
con su propio jefe. También hay una hermandad de sahumadoras, las cuales portan
antiguos y ricos sahumadores de plata, y una de cantoras; finalmente hay un
martillero que da la orden de detenerse y de continuar la marcha de la
procesión. Todas estas personas visten de color morado.
EL COLOR DEL HÁBITO
Cuentan los cronistas que una mujer llamada Antonia Maldonado, original de
Guayaquil, vino al Perú y se instaló en el Callao. A la edad de 20 años fue
obligada por su madre a casarse con el noble Alonso Quintanilla, matrimonio que
-según dicen- nunca llegó a consumarse por el enorme espíritu de servicio hacia
Cristo que ella guardaba.
Por esas cosas del destino, Alonso fue atacado por una extraña enfermedad y
murió repentinamente dejando viuda a doña Antonia, circunstancia que le
permitió dedicarse de lleno a lo que era su verdadera vocación: servir a
Cristo. Por ello, funda un beaterio de nazarenas cuyo hábito era de color
morado.
Debido a la intromisión del Capitán Francisco Serrano Carrillo de Albornoz,
que impuso a una joven conocida suya como directora del beaterio valiéndose
simplemente de las donaciones que él realizaba, doña Antonia inició
posteriormente el beaterio de Montserrat denominado también Instituto Nazareno.
Desafortunadamente sólo funcionó 17 años, pues las autoridades
intervinieron el lugar al verificar y comprobar que no tenía la licencia real
requerida, motivo por el cual fue cerrado y luego demolido.
Finalmente, a doña Antonia le fue ofrecido un solar al lado de la Capilla
del Cristo de Pachacamilla y, desde ese instante, su destino y el de sus beatas
fue cuidar al Cristo moreno, siempre ataviadas con el hábito morado que usaban
las nazarenas y que hasta hoy simboliza la devoción absoluta al Señor de los
Milagros.
LA VIRGEN DE LA NUBE
Esta imagen, colocada en el reverso del Señor de los Milagros de Nazarenas,
recién aparece mencionada en la relación de sucesos del 20 de octubre de 1747
por el cronista Don Eusebio de Llano Zapata. La tela donde está pintada la
efigie del Señor de los Milagros de Nazarenas es mucho más antigua que la de
nuestra Señora de la Nube; además, la advocación de esta figura de la Virgen,
de origen ecuatoriano, data del domingo 30 de diciembre de 1696. Lo que se
ignora, por falta de documentación al respecto, es el nombre de los artistas
encargados de pintar ambas telas.
De la relación de sucesos del cronista Don Eusebio de Llano Zapata, del 20
de octubre de 1747 sobre la Procesión del Señor de los Milagros de las
Nazarenas, encontramos el siguiente texto: "...salió por la mañana la
imagen de su templo, visitando las calles, ramadas, iglesias y monasterios y
duro la procesión cinco días... ese año alargó mucho su recorrido y al reverso
de la imagen se veía otra de Nuestra Señora de la Nube, advocación quiteña que
se había aparecido en el cielo de dicha ciudad en 1696".
El origen de la imagen es esta: antaño, profesaron algunas religiosas
ecuatorianas en el Monasterio de las Madres Nazarenas de Lima y como las
noticias acerca de las milagrosas apariciones de la Señora de la Nube se
publicaron y difundieron en toda la ciudad, las religiosas lograron que la
Priora Madre Bárbara Josefa de la Santísima Trinidad (una de sus fundadoras),
el Consejo Directivo y el resto de la comunidad, decidieran rendir un merecido
y grato homenaje a la memoria y la tierra ecuatoriana de la fundadora del
Instituto Nazareno, Madre Antonia Lucía del Espíritu Santo.
Es así que se incorporan el lienzo con la imagen de la Virgen de la Nube a
las Andas del Señor de los Milagros de las Nazarenas.
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