LA LEYENDA DEL MUKI

LA LEYENDA DEL MUKI

Hasta hace tres décadas atrás, en los asientos mineros de la sierra central del Perú, se relataba la leyenda del Muki, narración era contada por el más viejo de entre los mineros y era escuchada atentamente por los más jóvenes del grupo, y a pesar de tratarse de hombres rudos forjados desde su niñez en los profundos y oscuros socavones andinos, no pocos se estremecían e invocaban a Dios que les protegiera de las influencias del mencionado ser fantástico.

En todos los relatos, el Muki invariablemente es descrito como un pequeño hombrecito, tan pequeño que a lo mucho llegaba a nivel de las rodillas de los mineros, estaba vestido con un burdo, sucio y grueso poncho que le cubría la mayor parte del cuerpo, revestía su cabeza con un deshilachado gorro de lana, el cual no podía disimular las dos pequeñas prominencias que le emergían de su frente a manera de cuernos de carnero joven; en una de sus manos llevaba una linterna de hojalata, oxidada y desvencijada por lo añosa y con sus lunas empañadas por la falta de limpieza, tras las cuales titilaba una llama mortecina que remarcaba lóbregamente el rostro del enano. Su andar era lento, sus pisadas imperceptibles; su voz un susurro y a los mineros que les pillaba descansando en las grutas, les provocaba modorra y un sueño tan profundo del cual no despertaban jamás.

En la actualidad, las nuevas hornadas de mineros ya no saben de esta leyenda, y si la han escuchado, fue de ancianos ex mineros jubilados que siempre están dispuestos a narrar la historia a todo aquel que desee escucharles y brindarles un poco de compañía en lo que dura la narración.


La leyenda se explica por los gases de las minas que afloran tras ser barrenadas las rocas, que, por ser más densos que el aire, tienden a asentarse en las zonas bajas hasta una altura de treinta o cuarenta centímetros, provocando asfixia a los descuidados mineros que se quedan dormidos a ras del suelo. La palabra Muki deriva del quechua “Mukiq”, que significa, “el que asfixia”.

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