LAS DOS ESPADAS
LAS DOS ESPADAS
Las horas de Augusto Bernardino
Leguía y Salcedo al frente del gobierno estaban contadas. El comandante piurano
Luis Miguel Sánchez Cerro se había sublevado en Arequipa con la anuencia de las
comandancias del ejército de Puno y Cuzco. En Lima, las guarniciones de las
tres armas de debatían por si apoyar al Gobierno o al caudillo mangache (*) en
el sur.
El almirantazgo se hallaba en sesión
permanente en los subterráneos de la formidable fortaleza del Real Felipe, en
el Callao. El cadete naval Mariátegui se hallaba custodiando el ingreso a la
sala de comando. A las 7:30 de la noche del 22 de agosto de 1930, recibió a la
delegación de Altos Mandos Militares de Palacio de Gobierno, les condujo donde
estaban sus Jefes, y desde la penumbra, asistió a la reunión donde se discutía
la permanencia o no de Leguía. Después de una acalorada discusión de cuatro
horas, los Almirantes levantaron sus espadas y juraron lealtad al Presidente
Constitucional, tras lo cual, la oficialía gobiernista satisfecha de sus
oficios, abandonó el salón.
A los pocos minutos, hicieron sus
ingresos al mismo salón de comando naval, representantes de los insurrectos del
Sur. Y por segunda vez, Mariátegui observó con asombro a sus Almirantes
levantar nuevamente su espada en señal de adhesión y sumisión al golpista
comandante piurano.
El 27 de agosto, Leguía es
forzado por las guarniciones de Lima a dimitir y huye en el crucero insignia Almirante
Grau, pero en Panamá, sufre una obstrucción de vías urinarias que le motivó a
buscar ayuda médica, percance que fue aprovechado por el dictador Sánchez Cerro
para ordenar la vuelta del buque. A su llegada al Callao, apresa a Leguía y lo
recluye primero en la isla de El Frontón y luego al Panóptico o penitenciaría
central de Lima. La residencia del ex presidente fue asaltada por la
muchedumbre y también las de los principales miembros de su gobierno. Anciano,
enfermo, incomunicado, sin contar con asistencia médica, Leguía padeció un
largo sufrimiento, atendido solo por su hijo Juan Leguía Swayne, que
voluntariamente lo acompañó en su encierro. Vivió 14 meses encerrado en una
celda precaria de nueve metros cuadrados, cuya única ventana fue tapiada. Solo
cuando se le agravó su mal prostático y contrajo una bronconeumonía fue
trasladado al Hospital Naval del Callao. Allí falleció y fue enterrado el 6 de
febrero de 1932, en el Cementerio Presbítero Maestro, acompañado de una
silenciosa multitud.
Un par de meses después del fallecimiento
de Leguía, el cadete Mariátegui se presenta ante el Director de la Academia
Naval, y le exige que, durante su graduación, le sea entregada dos espadas. El
director, fastidiado, le conmina que a todos le corresponde una y sólo una espada,
a lo que el cadete pidió una entrevista con el Comandante General de la
Escuadra. Media hora después estaba ante
él:
- ¡Qué
demonios le pasa Mariátegui? - rugió el Comandante
-, ¿Para qué desea dos espadas?...
- Señor,
fui testigo en el Real Felipe que usted y los demás comandantes de la escuadra,
juraron con su espada en alto, lealtad al gobierno primero, y al actual régimen
después. Y como es tradicional que un oficial de la naval JURE UNA SOLA VEZ POR
EL HONOR DE SU ESPADA, es que pido me sean entregadas dos espadas, por si a mí vez,
deba jurar lo mismo a dos bandos.
Le fueron entregadas las dos
espadas a Mariátegui ante el asombro del Director de la Escuela Naval.
(*) Mangache: O Malgache. Descendientes
africanos venidos de Madagascar y asentados en
Perú en la región de Morropón (Piura);
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