LA RAZÓN DE LLAMAR “PONER LOS CUERNOS” A LOS ACTOS DE INFIDELIDAD. PERCY ZAPATA MENDO.

LA RAZÓN DE LLAMAR “PONER LOS CUERNOS” A LOS ACTOS DE INFIDELIDAD

El término “Le han puesto los cuernos a fulanito(a)”, es una frase tan coloquialmente utilizada, que la usamos dándonos por entendido en su significado, sin siquiera ponernos a pensar el por qué los cuernos son un indicio de infidelidad. Escuché en reiteradas ocasiones una frase bufonesca que reza: “Si la vaca fuera honesta, el toro no tendría cuernos”, lo cual no me dejó satisfecho como explicación de la frase elusiva. Así que haciendo uso del poderoso motor de búsqueda virtual, encontré ciertas acepciones que en algo nos aproxima al significado inveterado:
1.     Según una de las 11 definiciones de la Real Academia de la Lengua Española, en su acepción 9 manifiesta que: “Infidelidad matrimonial. U. m. en pl. Sufrir el cuerno. Llevar los cuernos. Poner los cuernos”.

2.     Históricamente en la antigüedad, los gobernadores de los países nórdicos, por su condición jerárquica y noble, podían seleccionar a las mujeres con las que deseaban intimar, y cuando esto se producía, la puerta de la casa donde se encontraba el gobernador con la mujer seleccionada, era adornada con los cuernos del alce, en señal de su presencia de “macho líder”.
Si la mujer estaba casada, su marido mostraba felizmente a sus vecinos los cuernos de alce que ornaban la entrada de su casa, lo que representaba un orgullo, puesto el gobernador había seleccionado a su mujer para tener intimidad por encima de las otras mujeres de la comarca.
Es probable que de esta costumbre saliera la famosa frase: “Te pusieron los cuernos” o “Eres un cornudo”.

3.     En algunos diccionarios, como el “Clave”, los cuernos son emblema de infidelidad en cualquier relación sentimental, mas considera que sólo se dan dentro del matrimonio: poner los cuernos significa ‘ser infiel al marido o a la mujer’.

4.     En el “Diccionario de Uso”, de María Moliner, al igual que el “Clave”, cuernos es ‘infidelidad matrimonial’. En este diccionario se hace hincapié de que la ofensa es mayor si la sufre el varón y limita la definición de cornudo, al ‘marido cuya mujer le ha faltado a la fidelidad conyugal’, que conserva el sentido ya recogido en el Diccionario de Autoridades de 1729: “Cornudo: Metaphoricamente se le da este nombre al marido a quien su mujer ofende, bien que lo ignore, o lo consienta. Lat. Curuca. [...]”. En este mismo Diccionario encontramos encornudar o cuernar ‘consentir el marido que su mujer sea mala, y le ponga los cuernos. Es voz inventada y jocosa’.


5.     En su “Tesoro de la lengua castellana o española”, Sebastián de Covarrubias afirma que “[Poner los cuernos] tomó ocasión de lo que se cuenta de Mercurio, que en figura de cabrón tuvo ayuntamiento con Penélope, mujer de Ulises; del cual nació el dios Pan con cuernos”.

6.     Otra versión mitológica relaciona su origen con el hecho de que la esposa del rey Minos, Pasifae tuviera relaciones sexuales con el hermoso Toro de Creta y engendrara el Minotauro. Esto habría dado origen a que la señal de los cuernos quedara como símbolo de traición matrimonial.

7.     La interpretación que fusiona los orígenes mitológicos y cristianos es que el dios Pan, caracterizado por su lujuria y representado con cuernos, fue asociado por el Cristianismo con el demonio. En el “Diccionario infernal”, de Jacques Albin Simon Collin de Plancy, encontramos una explicación desde el punto de vista cristiano: “Preciso es que el adulterio sea un muy grave pecado para que la mujer que se halle en este caso haga llevar a su marido las armas de los demonios. Poner los cuernos viene de nuestra madre Eva, la cual habiendo obtenido de Satanás, el par de cuernos que llevaba en la cabeza, los regaló a su marido.”
Durante la Edad Media, se ofendía el honor de un hombre casado arrojando huesos o cuernos en la puerta de su casa, para pregonar que en ella había entrado el pecado. Por esta razón, casi todos los Fueros de las ciudades medievales castigaban esta acción: “Todo aquel que cuernos o huesos echare sobre casa ajena, o ante las puertas los pusiere, peche cinco maravedís”. (Fuero de Úbeda, 1251) [La misma disposición se encuentra en los Fueros de Zorita de los Canes, de Plasencia, de Béjar, de Teruel, etc.]
8.     Pero no hay que dejar de lado otras elucidaciones. Los cuernos, como símbolo fálico que son, pueden representan virilidad, poder político e incluso sabiduría. También están prestigiados, por su belleza o supuesta potencia sexual (ciervos, venados, toros), razón por la que las cornamentas de diversos animales que las poseen, son requeridas como ingredientes de pócimas para la impotencia. Pero los símbolos aplicados a quien no le corresponde, lo ridiculizan por carecer de lo originalmente simbolizado. En este caso, los cuernos ridiculizan al marido que no tiene poder de mando ni potencia sexual para mantener la fidelidad de su esposa. A esto se suma que los adornos ridículos en la cabeza sirven a menudo como castigo: por ejemplo, las orejas de burro en las antiguas escuelas. Por esto no es extraño que equivalentes a la expresión poner los cuernos sean: en castellano, “poner el gorro”; en el francés del s. XVIII, “faire porter le bouquet à son mari”, y en chino al parecer, “poner el sombrero verde”.

9.     Algunos trotamundos franceses y portugueses constataron que en la España de los siglos XVI y XVII eran numerosos los maridos consentidores, a pesar de que suponía un grave delito y eran sometidos a la vergüenza pública: al marido se le montaba en un asno y era paseado por las calles, desnudo y adornada la cabeza con dos cuernos y sonajas; detrás iba la mujer, montada en otro asno y obligada a ir azotando a su marido; tras ellos, el verdugo iba azotando a la mujer. Para evitar que al marido se le recriminase de consentido podía solicitar que la autoridad le girara un documento llamado carta de perdón de cuernos.

10.                       La literatura renacentista refleja que el tema de los maridos consentidores o engañados se había convertido en una obsesión. Quevedo es el máximo exponente de ello, con su obra titulada “El siglo del cuerno”. La riqueza léxica en este asunto parece inagotable: además de las referencias a objetos hechos con cuerno (tinteros, coronas de hueso, mangos de cuchillos, calzadores, linternas...) tenemos: ganchos mudos, paréntesis de hueso, orejas blancas, maniles retorcidos, bonete de los bosques, bigotes de Jarama, luna de Jarama, lira de Medellín... sin olvidar las expresiones de “rastrillar con las sienes” o “arar con maridos”.


11.                       En el lenguaje común han sido innumerables las palabras que han aludido a los cuernos como símbolo de infidelidad. Al marido engañado se le ha llamado cornudo, cabrón, novillo, ciervo, venado, manso, maridillo becerril... En otros lugares encontramos las expresiones “meter guampas” (Argentina y Uruguay), “pegar los tarros” (Cuba), “poner los cachos”, “ser un cachudo” (Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú), “poner los tochos” (jerga en España). En otras lenguas latinas del mediterráneo tenemos las equivalentes “mettere le corna” (italiano), “posar banyas” (catalán) y “faire porter des cornes / du bois” (francés)

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