LA VISITA

LA VISITA

Un súbito ruido le despertó de su sueño profundo, era como si un perro estuviera rascando de manera insistente los bajos de su puerta…Lanzando una imprecación de fastidio se incorporó de la cama y se calzó sus viejas zapatillas para buscar el origen de esos extraños sonidos. Camino hacia la puerta cogió un matamoscas que estaba encima de la mesa, lo elevó por arriba de su cabeza con una de sus manos y se preparó para descargar un golpe sobre el fastidioso caniche que le había perturbado el sueño. Al abrir de manera brusca la hoja de madera y con una sonrisa maquiavélica deformando su rostro, lanzó un matamoscazo a donde supuso estaría el perro, mas se dio con la sorpresa de no hallar nada. Muy contrariado, sacó un poco la cabeza estirando el cuello por fuera del marco del portón, miró a ambos lados y se cercioró que la calle estaba sola…refunfuñando cerró de golpe la puerta y se dirigió nuevamente a su cama para procurar sumergirse nuevamente en el reino de Morfeo. Ni bien había cerrado sus párpados cuando sintió que alguien se había sentando en el borde de su lecho, a su espalda. Abrió los ojos alarmado y trató de taladrar las sombras del dormitorio en busca de la puerta para cerciorarse que no se había olvidado de trancarla…a la débil luz lunar que penetraba por una de las ventanas, pudo ver que sus medidas de seguridad seguían intactas, estaba cavilando en ello cuando escuchó rechinar a los somieres y resortes de la tarima, y esta vez, sintió a la presencia acostada a todo lo largo de su cuerpo… la piel se le puso como de gallina, sus ojos se abrieron desmesuradamente por el terror que le embargaba y un sudor frio comenzó a perlar su frente.


Un vaho gélido y pestilente azotó su rostro y embotó sus sentidos, mientras que un brazo le rodeaba sus hombros por encima de la sábana…cerró sus ojos con fuerza y empezó a musitar oraciones aprendidas en su lejana niñez, mientras agarraba con fuerza su sábana y fallaba en tratar de cubrirse la cabeza, pues sus brazos se negaban obedecerle. Aún con los párpados cerrados procuró imaginarse alguna figura celestial que viniese en su auxilio, y en ese instante, como si sus pensamientos hubieran sido escuchados, dejó de sentir esa presencia maligna, mas no por ello se atrevió a abrir los párpados…pasó unos minutos, o quizás sólo unos segundos, y de a pocos fue abriendo sus ojos, los contornos de los objetos de su casa que aparecían difusos primero, fueron aclarándose paulatinamente mientras se cercioraba con la vista que no hubiera nadie a su alrededor. Y cuando estuvo seguro de ello, se levantó presuroso para encender la luz de su dormitorio con la cual disipar la oscuridad de su entorno. Y desde aquella fecha, cuando la luz natural del día se va extinguiendo para dar paso a la lóbrega noche, el pavor se apodera de su ser y para asegurarse de no recibir visitas espectrales, se acuesta con la luz encendida mientras coge firmemente sobre su pecho una vieja cruz de madera que le perteneció a sus bisabuelos de principios del siglo pasado.

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