LA DIGNIDAD. PERCY ZAPATA MENDO.
LA
DIGNIDAD
El
término dignidad proviene de la palabra latina “dignus”, que significa valioso
y de “dignitaten”, que quiere decir excelencia moral. Es la cualidad de digno,
excelencia o realce. También significa decoro y decencia de las personas en la manera
de comportarse. La dignidad, como valor moral, es el reconocimiento del valor
del ser humano como persona, por sí mismo y por la sociedad a la cual
pertenece. Este alto valor ético exige el deber de reconocer en la práctica los
derechos de la persona y de exigir su cumplimiento, como también en las
relaciones sociales y políticas.
Hay
afinidad entre dignidad y persona. Se dice usualmente dignidad de la persona
humana o dignidad humana. Según Tomás de Aquino, la dignidad o calidad de
valioso dimana de las perfecciones que tiene un ser en sí mismo, lo que le hace
ser bueno e independiente de la posibilidad de satisfacer deseos. Persona es un
sujeto, poseedor de una propiedad diferenciadora, que es su peculiar dignidad.
He aquí el supremo grado de dignidad en los hombres: “…que por sí mismos, y no
por otros, se dirijan hacia el bien”.
La
educación juega aquí un papel importante, puesto que el auténtico ejercicio de
la libertad, más allá de la arbitrariedad del comportamiento extrema, exige la
formación de la inteligencia y de la voluntad, facultades específicas del
espíritu humano.
La
dignidad se basa en el reconocimiento de la persona de ser merecedora de
respeto, es decir que todos merecemos respeto sin importar cómo seamos. Al
reconocer y tolerar las diferencias de cada persona, para que ésta se sienta
digna y libre, se afirma la virtud y la propia dignidad del individuo,
fundamentado en el respeto a cualquier otro ser. La dignidad es el resultado
del buen equilibrio emocional. A su vez, una persona digna puede sentirse
orgullosa de las consecuencias de sus actos y de quienes se han visto afectados
por ellos, o culpable, si ha causado daños inmerecidos a otros. La misma
dignidad que nos pone por encima de la naturaleza, pues podemos transformarla
también en nosotros mismos, contenerla, regularla, nos hace responsables. Un
exceso de dignidad puede fomentar el orgullo propio, pudiendo crear la
sensación al individuo de tener derechos exclusivos (privilegios).
La
dignidad refuerza la personalidad, fomenta la sensación de plenitud y
satisfacción, es un producto de la racionalidad, la autonomía de la voluntad y
el libre albedrío, aunque los críticos sobre esta forma de asignar dignidad
indican que existen humanos que bajo ese criterio no podrían tenerla: bebés,
niños, disminuidos psíquicos profundos, seniles, dementes, etc. Nada más
patético que mendigar un trabajo, un favor, o lo peor, mendigar amor… esto es
la faceta más terrible de la vulneración de la dignidad. Todo lo que ocasione odio, hostilidad y aversión a
través de la provocación, el escándalo, la calumnia, la perfidia, es una ofensa
contra la dignidad de la persona, como también cuando se obstaculiza el derecho
a la justicia y el ejercicio de la libertad por coacciones físicas o psíquicas,
represión violenta, torturas, linchamiento, esclavitud y otras humillaciones.
Igualmente, el autoritarismo, la intolerancia, la demagogia, la imposición de
ideologías, la falta de respeto a las creencias y el no saber escuchar al otro,
son denigrantes.
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